Miedo

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Mamá

Dejo a Diana en el colegio y surgen los pensamientos, los temores. ¿Y si le vuelven a hacer lo que le hicieron? ¿Y si lo pasa mal? ¿Y si me vuelvo a no dar cuenta de nada? Es una niña, mi niña, pero ya ha vivido cosas que que no debería vivir nadie, ni una niña ni un adulto. Después de cómo la trataron, de cómo la hicieron sentir. Después de ese día, en que la llamé y la llamé por la casa hasta encontrármela en el suelo de su habitación, tirada y con la cara pálida. Después de llevarla al hospital y que me dijeran que no había sido ni una enfermedad, ni una bajada de tensión. Que en lugar de eso se acercaran a mi diciéndome: "Señora, su hija se ha intentado suicidar" me rompió el corazón de inmediato. Mis lágrimas caían pensando por qué no me había dado cuenta de que algo iba mal, de cómo había llegado a este límite, en donde un instante más, y mi niña ya no podría estar entre mis brazos. Mi niña... la miré, ella con su apariencia de princesa. Con su piel de marfil ahora tan fría pero antes tan cálida. Su sonrisa, la que tantas veces había visto y que le parecía tan bonita. Una niña tan buena, cariñosa, atenta y amable. Que hacía felices a las personas con las que hablaba... Todo eso se podría haber esfumado en un instante y yo no me podría haber recompuesto. Solo con pensar en ello se me hace un nudo en la garganta y me surge un dolor en el pecho. Tras este doloroso momento en el que di gracias a Dios por dejarla conmigo, por la suerte que había tenido, su padre y yo posimos punto y final a esta situación. Nos dimos cuenta de que si no encontrabamos la raiz de tanto sufrimiento, un día ya no tendríamos a Diana con nosotros. Miramos dentro de la familia, si, fuimos tontos. Trabajábamos demasiado como para darnos cuenta de que nada era como antes. Él y yo nos queríamos, pero nos alejábamos en las temporadas de trabajo, dejando sola a nuestra querida Diana. Aunque pasábamos a verla cada noche, cuando llegábamos, para darle un beso y mostrarle nuestro amor, en ese corto tiempo no nos daba tiempo a conocerla, a interesarnos lo suficiente por ella, a que ella notase que podía confiar en nosotros, y esta era una de las razones por las que no supimos nada de esta situación. Y pensar que estuvimos tan cerca de perderla... Solo nos queda el amor para hacerla entender que es la base de nuestra vida. Que sin ella no seríamos, porque nosotros somos gracias a ella. Ella da sentido a nuestras vidas.
A raíz de esto, acortamos nuestras jornadas de trabajo a menos horas para poder estar con ella, acompañarla y quererla de la manera correcta. Y qué pena que tuvieramos que casi perderla para darnos cuenta de lo que en verdad deberíamos haber hecho hace mucho. Llamamos al colegio y preguntamos a profesores, a los alumnos que considerábamos los amigos de nuestra hija... Qué necios habíamos sido. Esos amigos que creíamos que tenía nuestra hija, eran los causantes de su situación. Noemí, una amiga que antes había estado mucho por casa, se echó a llorar desconsoladamente cuando le pregunté si había visto algo en Di que nos pudiese ayudar. Noemí nos contó tantas cosas, que se me cayó el mundo a los pies al darme cuenta del infierno que había estado viviendo mi hija todos los días al ir al colegio. Lloraba y lloraba y las lágrimas no dejaban de caer mientras mi marido me arropaba, sintiendo la injusticia del mundo. Cómo a alguien tan bueno podían pasarle tantas coaas malas... Me rompía el corazón más de lo que ya estaba si eso era posible. La rabia me hacía querer que los causantes de tanto sufrimiento viviesen eso mismo, para que sintiesen cómo se siente. ¿De verdad este era el mundo donde vivía? ¿Pero por qué la gente hacía daño a una persona tan buena? A una persona que jamás había hecho daño a nadie... ¿Y por qué nadie lo paró? ¿Por qué nadie denunció esto y dejaron que continuasen tantos malos tratos hacia una persona? Nadie se merecía esto, ni una persona mala merecía esto. Ni esas personas que habían dañado tanto a mi hija se merecían esto. Solo pedía que se arrepintiesen, porque no quiero vivir en un lugar tan negro. Un lugar donde viven personas que pueden tratar así a otra persona. No quiero y me niego a ello. Denunciamos al colegio, a los alumnos. Nos dimos cuenta de muchos problemas que tenían esas personas que habían hecho daño, pero eso, no les daba derecho a dañar a otra persona. No puedes dañar a otra persona porque tu vida no te esté yendo bien, porque necesites ver a otra persona sintiéndose mal. No puedes. Una denuncia era lo "justo" pero nada me daría justicia en este asunto. ¿Quién arreglaría todo lo que le ha dejado tan marcada a mi hija? ¿Quién arreglaría esas heridas que no curarán en el corazón de mi hija? ¿Quién le compensará el tiempo de niñez que no ha podido vivir, el tiempo en el que debería haberse sentido la niña más amada del mundo y no llegar a este punto... Al punto de querer quitarse la vida? Nada me parecía justicia en este momento. Todo era poco, o más bien, nada.
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Tenía miedo por tantas cosas... Mi único querer era tenerla protegida, en un lugar donde tuviese la seguridad de que solo pudiese recibir amor. Pero eso es imposible. Tengo que comprender que es su vida, tengo que darle la libertad que merece aún sabiendo que vivimos en un mundo tan malo, en el que puede vivir injusticias. Pero tengo que dejarla vivir para que comprenda que la vida no solo son dificultades, que es preciosa. Que tiene cosas que te alargarán la vida y sitios donde querrás que se pare el tiempo. Que habrá personas muy diferentes a todas las que a conocido, que le harán sentirse amada, afortunada y con las que vivirá los momentos más bonitos de su vida. Que Dios le ama, y que si cree en él, sentirá que en cada paso la acompaña, tanto en los momentos malos como en los buenos. Pero todo esto, no es mi deber contárselo, sino que tiene que vivirlo ella poco a poco y sin prisa. Aprendiendo a vivir con sus heridas y sintiéndose orgullosa al notarlas, porque habrá momentos en los que dolerán y se harán presentes, pero esas, son las batallas de las que debe sentirse orgullosa, porque las ha superado. Porque a pesar de todo, sigue caminando sin pausa, a su ritmo y de la forma en la que ella quiere, nunca parando sus pasos.
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Abren la puerta de casa, Di ha llegado. Voy a abrazarla. Quiero que me cuente todo, tanto las cosas malas como las buenas. Y en todas, haré lo que sea para que sienta que ahí estoy, a su alrededor, viendo como camina con la cabeza en alto, porque así es mi hija, la más fuerte y la que brilla en cada etapa de su vida, y quiero que se sienta amada por mi, pero sin presión, sin agobios. Que sienta que estoy allí para ella cuando ella se sienta cómoda.
-Ven mi amor, cuéntamelo todo- Digo después de que deje sus cosas en su habitación y venga para sentarse en el salón conmigo. Y estos, son los momentos que desearía poder alargar en el tiempo. Así, ella y yo juntas sabiendo que su sola presencia me hace sentir que no necesito nada más para vivir.

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⏰ Última actualización: May 23, 2023 ⏰

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