El tiempo(One shot)

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AVISO: Este One shot lo tenía publicado desde hace tiempo en fanfiction, y bueno, decidí traerlo aquí también XD

Esta mini historia está narrada en primera persona.

El tiempo

Compré una casita en la montaña, entre los bosques

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Compré una casita en la montaña, entre los bosques. Una de aquellas de madera, con la estufa y una cabaña para guardar las herramientas y la leña.

Una cosa tranquila.

Sin relojes ni calendarios.

Si vives aislado de todo y de todos.. no los necesitas. A marca el tiempo, se habrían ocupado las hojas, la hierba y los pájaros, testigos más que confiables del cambio de estación. Del cambio de las cosas. Yo era el único que nunca iba a cambiar.

Y ese era el plan.

Posé una de mis fotografía en la mesilla de noche, tomada a la edad de 26 años, una bonita foto, con la vieja casa de campo de mis padres en el fondo. Qué cara de tonto tenía, pero un tonto contento. Apenas licenciado y con encima muchas ganas de vivir.. como para venderla en rebaja.

Luego de observar mi foto, eché fuera cualquier objeto que pudiera de algún modo reflejar mi imagen. Nada de espejos. Ningún paseo por el lago. Me escondí de mí mismo. 

Quien me habría encontrado en los bosques habría tenido una idea mucho más clara de mi semblante que yo.

Al principio conté los días. El sol va arriba. El sol va abajo. Es fácil, no hace falta ser un genio. Pero lentamente inicié a no darme cuenta de la llegada de la noche o del surgir del sol. Respondía al hambre comiendo algo, al aburrimiento entallando animales en la madera y al cansancio adormeciéndome sobre mi hamaca en el salón. Los días se volvieron una única dulce cantinela donde convivían el canto obsesivo del antillo y los gorjeos del petirrojo.

Perdi la cuenta. O mejor, me esforcé de perderlo.

Afeitarse sin espejo no es la cosa más simple del mundo. Lo intenté un par de veces pero me resigné a la idea de que un hombre que vive solo en el bosque, debe tener una bonita barba espesa. Pero en la foto yo estaba perfectamente afeitado, y el hecho de que mis manos ya no encontraban la piel de mis mejillas... para mi eso fue como una pequeña derrota. Aunque no podía verme, sabia que algo había cambiado en mi.

Una vez perdido la cuenta de los días también me fue bastante fácil perder la cuenta de los años. La nieve vino muchas veces, tal como los malditos enjambres de mosquitos y las "tormentas" de polen, pero aunque la montaña lo intentara todo para diseminar por ahí pistas, logre ignorar todo.

A ignorarlos.

A ignorar el tiempo...

Una mancha sobre la mano derecha. Traté de quitarla con el agua pero no lo logré. Froté con fuerza pero nada. La jodida mancha estaba bajo mi piel, más bien era mi piel. En realidad desde hace unos días me sentía menos enérgicos y más a menudo iba al baño y con más urgencia. Recomencé a dormir por la noche y estar despierto de día y mi apetito se habia reducido más de la mitad. Inicié a dar largos paseos siguiendo la curva del lago pero manteniéndome a debida distancia de la ribera. Recogí hierbas y me preparé infusiones haciéndolas hervir a largo en una olla de terracota. A veces fueron buenos, otras veces... bueno nos hemos entendido...

Empecé a pensar que mi plan no fue quizás tan inteligente, y tampoco muy original. Me pareció de haber leído algo parecido al bachillerato y que no había acabado bien. Cuánto a mí, a pesar de que me obstinara a ignorar el correr del tiempo, supe perfectamente de haber sido ignorado a mi vez. Había visto los ases del techo oscurecerse y podrirce, la foto sobre mi mesilla de noche desteñirse progresivamente hasta perder gran parte del color y mis dedos doblarse inexorablemente en una torpe imitación de una raíz de encina. No sabía que aspecto tenía , pero estaba seguro que del chico sonriente de la foto no había quedado mucho.

Inicié, casi sin darme cuenta, a acercarme progresivamente al lago. Supe que antes o después habría cedido, sólo estaba tratando de posponer lo más posible el momento. Mirarme después de mucho tiempo sería como volver a ver un viejo amigo? Cómo mirarse en el futuro? O habría logrado reconocerme sencillamente y a aceptarme?

Pasé no sé cuántas noches sin dormir con la mirada fija sobre la sonrisa de un 26 años fresco de licenciatura iluminada por una vela. Pensé por un largo tiempo, hasta casi volverme loco. Luego un bonito día, sin tampoco entender cómo, me encontré en la ribera del lago, decidido a echar mi imagen en comida a su agua helada. Me asomé lentamente revelando en un primer momento una espesa cabellera rubia luego una frente tensa como una sábana extendida al viento.

Me quedé sin aliento al descubrir cuánto era similar al chico de la foto y a cuanto mi cara fuera luminoso y sereno... Lloré de alegría. El tiempo se olvidó de verdad de mí, dejándome en paz sobre mi montaña sin venir a molestarme. No sé decir cuánto tiempo me quedé arrodillado a mirar el espejo de agua, pero cuando me encaminé hacia mi casa, el antillo ya había vuelto a cantar. Puse la olla de agua sobre el fuego y eché dentro algunas bayas de enebro y agujas de pino. Me quedé a fijar el agua que inició lentamente a hervir y a respirar el vapor.

No me sentí así de feliz de... de aquel día en la foto, en el patio de mis padres. Me vino un nudo en la garganta. Y reconocí enseguida aquella sensación.

Nostalgia...

Me di cuenta que en mi lucha contra el tiempo en mi estúpido plan para conseguir la inmortalidad descuidé todo el resto. Yo era todavía joven, claro, ¿pero mis padres? ¿Cómo estaban ellos? ¿Y mis amigos? ¿Y mi perro? Había dejado una hoja con un mensaje avisando de que me iba de viaje por un largo tiempo. Por lo que yo sé, habían pasado años, ¡quizás decenas de años! Así que agarré una camisa limpia, un saco y algun pedazo de carne seca. Abrí la puerta y corrí abajo por la colina directo hacia las luces de la ciudad, muchas millas más a Sur. Miré instintivamente atrás, hacia mi casa y vi las ventanas temblar a la luz del fuego.

Me olvidé de la olla.

Habría sido mejor sacarlo de la estufa antes de ir fuera. Volví atrás, abrí la puerta y lo vi.

Un hombre delgado, con encima una de mis camisas y una manta de lana sobre las piernas. Estaba tendido sobre mi cama. Parecía tener 3000 años... los pocos pelos, blancos como la leche, bajaban a lo largo de la cara dormida. Las manos del hombre estaban posadas sobre el pecho, apretando un marco.

Me acerqué.

Habría jurado de no haber visto nunca aquel hombre en mi vida, pero tuvo algo de increíblemente familiar. Traté de despertarlo pero cuando rocé su mano advertí un frío innatural. El tórax estaba inmóvil y sus rasgos pietrificados en una expresión serena cuanto melancólica. Le desfilé el marco de los dedos y lo examiné cuidadosamente...

En la foto estaba la finca de campo de mis padres pero no habia huella de mi imagen. Posé un dedo sobre la imagen y advertí el calor del sol y el toque de las espigas de trigo que mi padre cultiva. Empujé todo mi brazo dentro del marco, y esta vez de la mano vino fuera el olor de la sidra, el ruido del arroyo y la voz de Kurama que ladraba a las gallinas en el corral.

No sé cómo, logré pasar a la otra parte. Y una vez allí no pude hacer a menos que sonreír...

Para siempre...

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