De vuelta.

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El día que volvió,
volví a llorar,
sentí que en algún momento
me iba a quedar sin lágrimas,
había llorado tanto el tiempo
qué no estuvo,
aunque me avergüence admitirlo.

Llore a mares,
me sentí más pequeña que nunca,
por primera vez en mi vida me sentí indefensa,
sentí que ya no había nada,
qué no quedaba nada para mí.

Al final,
termine haciendo una de las cosas
que más me disgustan,
estaba comiendo entre lágrimas,
sintiendo que era casi imposible
pasar la comida por mi garganta.

Esa debió ser mi primera señal
para irme de ahí.

Pero creo que al final
"lo arreglamos",
aunque para ser sinceros
jamás arreglamos nada,
ni siquiera pudimos arreglarnos
a nosotros mismos,
como se suponía que arreglaríamos
una situación que era más grande que los dos.

Jugábamos a arreglar cosas,
aunque nunca arreglamos nada.

Desde el principio,
de una u otra manera,
supimos que era perdernos,
dejar de vernos,
dejar estar para nosotros,
qué algo nos obligará a separarnos.

Podíamos controlar la voluntad,
pero no al paso del tiempo,
él tiene el poder de destruir
hasta el metal más fuerte,
y yo era una niña
qué tontamente creía
qué retarlo era buena idea.

El tiempo hizo que dejáramos de querernos,
o bueno,
que él dejara de quererme.

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