capitulo 12-1

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-El día que el equipo 10 salió de la aldea-

"konohamaru, ya levántate, ya es hora de prepararte para asistir a la academia" dijo la madre de konohamaru.

El niño, aunque despierto, no tenia ganas para levantarse de su cama y caminar a la academia, solo se encontraba mirando hacia el techo de su pequeña habitación.

"¿por qué tengo que ir a la academia? Si voy a ese lugar me enseñaran cosas que solamente sirven para saber como asesinar o no ser asesinado, no necesito aprender eso, no, mas bien, no quiero aprender eso" pensaba el niño aun envuelto en sus sabanas.

"oye, se te hace tarde, date prisa y arréglate de una vez o no tendrás tiempo para desayunar"

Dijo la madre de konohamaru molesta entrando a la habitación del niño, pero ese enojo cambió cuando vio el semblante contemplativo de su hijo que paso de mirar al techo a mirarla a ella sin el más mínimo rastro de perturbación, como si la analizara, cómo si evaluara toda su persona y pudiera ver a través de ella, ese comportamiento intrigó un poco a la mujer. 

"¿te sucede algo konohamaru?" dijo, pero el niño no dio respuesta, solo continuó viéndola del mismo modo.

La mujer se acercó para comprobar si su hijo tenia fiebre o algo, pero al hacerlo no encontró signo de malestar en él. Konohamaru se paró por fin y se sentó en su cama, miró sus sandalias desgastadas y apunto de romperse, esas sandalias las había usado por poco más de dos meses, que para un niño era mucho, pues con ellas corría y brincaba por todos lados desgastándolas sin control, y con el entrenamiento del día anterior fue como darle una semana de desgaste adicional, no durarían otro día de entrenamiento. Su madre lo seguía viendo con preocupación, cada vez más incertidumbre tenia ella, ¿por qué su bebé se comportaba como un viejo cansado de la vida? ¿qué estaba pasando?

"konohamaru dime lo que te ocurre, si no me lo dices a mi tendré que llevarte con tu abuelo para que se lo cuentes a él" dijo la mujer. Los ojos de konohamaru se abrieron por la mención de su abuelo, o mejor dicho, el Hokage, el hombre que determinaba el destino de todas las personas en la aldea, la autoridad máxima, el ninja más fuerte de la aldea... pero también, era el hombre que mandaba a sus muertes a hombres y mujeres todos los días sin ninguna preocupación, entre mejor era un ninja misiones cada vez más peligrosas se le asignaban, y con ellas, cada vez mas posibilidades de morir. 

¿y si el se hacia fuerte? ¿y si se convertía en el ninja más fuerte? ¿también lo enviarían a una misión super riesgosa donde posiblemente moriría? ¿su abuelo lo mandaría a morir también en un lugar lejos de su hogar?, solo sonaba razonable, era lo más probable, entonces qué, ¿se desgastaría día y noche para eso? ¿entrenaría sin descanso sacrificando todo para eso? ¿para morir solo porque si?, no, no valía la pena ser un ninja, y él, ya no quería serlo más, no formaría parte de esas personas, había mejores cosas para él, naruto se los había mostrado ayer, no se necesitaba ser un ninja para ser fuerte, no se necesitaba matar todos los días para eso, y él no lo haría jamás, a menos que fuera absolutamente necesario, aun si quisieran matarlo a él, él no mataría jamás, solo lo haría para proteger y nada más, y solo si no había otra salida, así que la respuesta era obvia, ya no más.

La mujer siguió la mirada de su hijo, vio sus sandalias desgastadas y entendió que el niño dudaba si ponérselas o no, pero había otro par nuevo arriba de su ropero, la mujer los vio y se dispuso a pararse para alcanzarlos.

"ya no asistiré más a la academia"

Solo para detenerse en el acto. La mujer iba a preguntarle al niño lo que quería decir, y molesta lo iba a regañar por hacer un berrinche tan infantil sobre no querer ir a la academia, pero todas sus palabras fueron cortadas cuando vio como konohamaru comenzaba a caminar tranquilamente por el ropero hasta alcanzar la caja con el nuevo par de sandalias, mismo que sacó y se puso sentándose aun en el ropero perpendicular al suelo, una vez puesto el niño bajo igual de tranquilo y salió de la habitación para ir al baño y cepillarse los dientes. La mujer seguía viendo en shock el ropero, no podía procesar lo que acababa de ver.

Pacto de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora