Prólogo

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— ¡Elijah! — Despertó asustado cuando escuchó una voz conocida provenir de la planta baja. Sin tiempo para desperezarse, y tan rápido como le permitió su cuerpo, se levantó de su cama y corrió escaleras abajo. Llegó a la planta con el corazón en la garganta, todavía en piyama y con la cabeza revuelta. Y ahí, en el marco de la puerta de la pequeña cocina se encontraba su madre, Lauren, con el ceño fruncido por el enojo y las manos en la cintura. Movía su pie de arriba abajo, esperando impaciente que su hijo decidiera hablar. Usualmente era una madre permisiva y tranquila ¿acaso habrá querido hacer un cambio y educar de manera más severa a su único hijo varón? Elijah agitó la cabeza para alejar ese pensamiento y volver a la realidad.

Soltó un jadeo entrecortado cuando vio un papel arrugado en la mano de su madre, era la lista de tareas. Esta estaba escrita con tinta verde, y aunque le fuera difícil de aceptar, llevaba años intentando escapar de ella. Supo que su tiempo había llegado cuando Lauren abrió la boca y su boca se movió más para un costado de lo enojada que estaba.

— Llegaste tarde. — le reclamó, dejando a su hijo confundido. ¿Qué clase de forma de empezar una conversación era esta? Pensó Elijah.

— ¡No especificaste una hora, mamá! ¡Solo gritaste mi nombre! — dijo, aunque decidió parar ahí cuando vio el rostro de Lauren contraerse en alerta.

— Tenemos que hablar. — solo se necesitó que su madre dijera esas dos palabras para que sus piernas flaquearan y su cuerpo entero se sintiera como gelatina.

¿Con qué alimenta el diablo a su perro? [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora