Distorsión... Psiquis

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Y se cerró la puerta quedándome de nuevo solo. Me equivoqué... ellos re aparecieron.

Eran tantos individuos en un sólo cuarto... Sentía que me ahogaba, que tantos seres ahí me robaban el oxígeno; pero siempre convivía con ellos. Lu, la chica sensual, se me acercó quedándose frente a mí. Y sonrió provocando pavor en mí.


—Oh, pequeñín... Veo cuanto miedo me tienes. No veo las razones por las cuales debas temerme. Yo soy una dulzura, algo así como una deliciosa fresa. — Se relamió los labios y cruzó sus brazos debajo de sus prominentes senos. Su voz era grave; oscura y seductora, como fragancia exquisita a una nariz que se deja llevar por ese olor tan fascinante. Siendo su voz la fragancia; siendo el oído la nariz seducida. Pero en mi no había olfato...


—Agria. —Fue lo que dije a su auto-proclamación.


—Y dulce... agridulce, como la vida misma. —Asintió ella, orgullosa del "halago" que acababa de decirle. —Y tú quieres escapar de ella, ¿eh, pequeñín? Pero si es tan encantadora, ¡tan hermosa! Como lo que tú quieres hacer con tu hermano.

— ¡Yo no quiero hacer eso! ¡Tú me estás obligando!— Grité, pero no lo suficientemente exaltado, porque dudaba de mi contra respuesta. Ella siempre me insistía en que mi hermano sería un delicioso experimento sexual. Yo realmente dudaba.


— ¡JAJAJAJAJA! ¿Te has oído, chico?—Tronó Súper, apareciendo de repente. Era un tipo atractivo y tenía un traje de super héroe que me recordaba vagamente a Superman. Quizá por eso se llamaba así, en mención al gran héroe reconocido. Pero él me irritaba, me molestaba y no me caía bien. Se creía superior sólo porque tenía mucha fuerza y podía flotar para elevarse un poco más del piso. Era realmente fastidioso y siempre quería tener la razón. —No te has visto en la noche como lo miras, como lo observas, como recorres cada milímetro de su cuerpo con tus inocentillos ojos. Eres malo, chico. Eso no se hace. No, no, no. —Me regañaba como si fuera un niño de cinco años, agitando su mano mientras me señalaba cuando me decía "no, no, no".


— ¡Baaaaaaa! Ustedes lo que son un par de estresantes...—Dijo el Sr. Pérez, seguido de un gran bostezo mientras estiraba su cuerpo. No lo había visto y al parecer acababa de despertar. —No tienen nada mejor que hacer que venir a incomodar a este pobre hombre. Eh, hombre...— Me llamó. — ¿Te quieres deshacer de ellos?— Dijo de lo más amable. El Sr. Pérez me caía bien. Era sencillo y relajado. Dormía mucho y parecía alegre, pero se veía insano y sucio. Era un conejo con sólo una camisa rota puesta.


— ¡Sí, sí, sí!— Dije con insistencia. Realmente me agradaba la idea. La luz del cuarto se volvió irregular y a veces era muy brillante. A veces se ponía todo oscuro y sentía que movía los ojos rápidamente sin mirar a un lugar fijo, sonriendo con euforia.


— ¡Esas, mi amigo!— Me dijo entusiasmado el Sr. Pérez. — Te tomas una buena cantidad de esas pastillas y créeme que todos estos desgraciados irritantes desaparecerán... Junto con todos tus problemas.

— ¿¡Acaso quieres que se muera!?— Gritó Súper.

—Pues así se librará de esta mierda. —Dijo el Sr. Pérez alzando los hombros, como si le importara poco.


—Morirás tú también. — Indicó Lu.


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