un beso elástico

1.2K 143 68
                                    

—¿Sabés? —dice Enzo despacito.

Julián se da vuelta a mirarlo.

Está muy lindo. Es siempre el primer pensamiento que cruza por la cabeza de Enzo, el primero. Pero, en su defensa, siempre es verdad, y ahora no es la excepción.

Julián lo mira con curiosidad desde el otro lado de la cama, su celular en una de sus manos, un mensaje a medio tipear. Siempre lo deja todo cuando Enzo lo llama. Nada es tan importante.

Su nariz y sus cachetes están rojos por el sol italiano, porque aunque el cordobés use factor 50 –por eterna insistencia de Enzo y a regañadientes– siempre se quema igual (y le salen pequitas que Enzo disfruta de contar cuando se aburre, una por una). Tiene una media sonrisa de esas suaves que guarda solo para el menor, su cabello revuelto por haber estado durmiendo una siesta espontánea, justificada como necesaria y absolutamente válida para «aguantar» el festejo de la noche.

Como si hace una semana no hubiera estado tomando hasta de los floreros por salir campeón, piensa pero no dice Enzo.

—Enzo —lo llama el mayor.

—¿Mm?

Julián sonríe. —Me llamaste y te tildaste.

Ahora es el turno de Enzo de sonreír. Quizá el sol no afectó solo a Julián, quizá lo dejó un poco embobado a él también.

(O quizá solo es un efecto colateral de estar cerca del delantero. Es una hipótesis que Enzo aún no ha podido comprobar).

Ah —dice con una risa boba, enamorada, haciendo que a Juli se le achinen los ojos—. Sí. Cierto.

Antes de seguir, porque siente la necesidad de hacer una pausa, y porque Juli tiene un rulito que baja y toca el medio de su frente, Enzo extiende su brazo y enreda sus dedos en el pelo del mayor. Sabe que eso significa que inmediatamente Julián se le tirará encima, escondiendo su rostro en su pecho, y pidiendo más mimos.

Julián lo hace, y Enzo se permite seguir, una mano bajando hasta la espalda del mayor y dibujando círculos perezosos.

—Que te quería decir —dice Enzo, retomando—. Te quería decir que te amo mucho, ¿sabés?

Puede sentir como el cuerpo de Julián se tensa bajo sus toques suaves, pero Enzo mira a un punto lejano y sigue.

—Ya sé que nunca te lo dije antes —dice rápido— pero te lo quería decir. Quería que lo supieras. Hace mucho que lo siento, y te miro, y no puedo no decírtelo más. Creo que te merecés que te lo diga.

Se conocen hace mucho. Incluso antes de River; antes de que Gallardo los viera con otros ojos y los pusiera a entrenar juntos, a jugar juntos. Antes de los saludos secretos y los chistes internos y los festejos compartidos.

A veces Enzo siente que se conocen de hace un par de vidas, pero no lo dice porque no quiere que Julián salga corriendo.

Julián es bueno para correr. Para sentir la pelota tocar los pies y disparar, salir como un tiro hacia adelante y sin mirar atrás. Y, en la vida como en la cancha, atrás siempre está Enzo.

Enzo le pasa la pelota y Juli hace gol, y antes de poder darse vuelta ya sabe que Enzo va a estar ahí, brazos abiertos y sonrisa en el rostro, listo para levantarlo por los aires y festejar.

Hubo un tiempo en el que Julián corrió de él. Se fue lejos, tan lejos que no había colectivo de larga distancia que lleve a Enzo a donde estaba él. Se fue lejos, a un país frío y lluvioso donde solo le hablaban en inglés, donde Enzo no encajaba ni aunque lo intentara.

un beso elásticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora