Capitulo I

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¡Hola, Mentalina! ¿Descansaste bien? Espero que sí. ¡Ya es un nuevo día!

Mentalina se mantuvo en silencio. Aunque no sentía aversión por los ponis, tampoco sentía un gran afecto hacia ellos. Sin embargo, la poni en particular que hablaba con ella había estado saludándola de la misma manera durante toda la semana. La había ignorado al principio, pero ahora empezaba a preguntarse si realmente era una buena persona, tal como había sido su anterior dueña.

"Sabes, las hojas que tomé de ti ayer me ayudaron mucho a recuperarme. Espero que no te haya dolido habértelas quitado".

Mentalina no podría haberse negado. Tampoco es que tuviera alguna manera de haberlo evitado. Perder hojas era algo común entre las plantas de su especie. Y aquellas que perdió eran tan viejas y pesadas que agradecía que ya no estuvieran.

"Realmente me siento como nueva. Y en agradecimiento, hoy tendrás agua extra de nutrientes", dijo la poni alegremente mientras rociaba agua con un chisguete sobre el tallo y las hojas de la planta.

A Mentalina le gustaban los detalles que tomaba aquella poni. No eran muchos los que sabían que ella prefería el uso del rociador en lugar de que le dieran directamente el agua. Los otros cuidadores no habían sido tan considerados con ella.

"Bueno, ya es hora de que empiece mi trabajo. Iré a saludar a tu primo. Nos vemos en la noche".

Mentalina no entendía esas últimas palabras. Ella no tenía primos. Sabía el significado de esa palabra, pero no creía que fuera aplicable a alguien de su especie.

Poco después, la planta pensante percibió que el poni terrestre que había estado cuidándola se había marchado.

Mentalina tenía un presentimiento. Su anterior dueña le había enseñado que la amabilidad debía ser correspondida de la misma manera. Si se tomaba todo el día, tal vez podría sorprender a aquella poni tan considerada.

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Aguamelón trotó despacio hacia la recepción de la biblioteca. Acababa de regar la última de las macetas de Mindmet, con lo cual ya había terminado todas las tareas de la mañana. Aunque estaba acostumbrada a realizar sus tareas sola, había momentos en los que deseaba tener una fiel asistente que le ayudara a llevar el control de sus tareas diarias. No creía que su memoria le estuviera fallando, pero no podía evitar preguntarse si no había olvidado algo.

"¿Debería volver a revisar por tercera vez?" La intranquila poni se detuvo a reflexionar a medio camino. Pero pronto descartó la idea. Dejar un pendiente sería un problema, pero no llegar a tiempo sería un problema mayor.

Redobló su trote y pronto llegó a la recepción. Rápidamente revisó su apariencia en el espejo cercano a su asiento. Su melena de color amarillo limón se encontraba tan bien peinada como siempre. Pero su pelaje de color melón claro se veía un poco pálido. Había estado enferma el día anterior y después de tomar una medicina en la noche, había amanecido recuperada. No había mucho que pudiera hacer al respecto, salvo esperar a que su color volviera a su estado normal, así que ignoró ese detalle. Finalmente, acomodó sus lentes y su moño rosa. Volvió a verse en el espejo y asintió. Ahora ya estaba lista.

El reloj de la gran biblioteca Golden Half marcó solemnemente las 9 de la mañana. Aguamelón tomó asiento y tocó la campanilla de bienvenida que anunciaba la apertura de esa ala de la biblioteca. Pronto, todos los ponis que estuvieran esperando atención la inundarían con sus pedidos y consultas. Se abarrotaría de libros atrasados y solicitudes de búsqueda que no terminarían hasta el final del día.

Sí, así es como debería haber sido en el pasado.

Aguamelón sonreía en una sala vacía y silenciosa. No había ningún poni esperando. No había habido ningún poni esperando durante toda esa semana.

La biblioteca no estaba pasando por un buen momento. A pesar de ser la más grande en toda Yeguadelfia, el número de visitantes había disminuido peligrosamente en el último año, y poco después de que se anunciara el cierre parcial debido al mantenimiento de las alas principales, prácticamente todas las visitas habían cesado. Solo el ala juvenil estaba en funcionamiento. Y esa era la que ella estaba cuidando. Aguamelón se recostó aburrida en su escritorio. Aparte de las visitas ocasionales de algunas parejas que venían solo a charlar en la sala comunal y las travesuras de algunos potros, no había ocurrido nada relevante. No era tan malo para ella, tenía a su disposición toda la colección de libros de toda la ciudad, incluso acceso a la sección de libros prohibidos. Sin embargo, la falta de visitantes le dejaba una sensación de pena. Cuando era potra, recordaba cómo aquellos vestíbulos estaban llenos de las risas de sus compañeros y sus travesuras a escondidas.

Los efectos de la medicina que había tomado anoche aún estaban presentes, sumados a la tranquilidad del lugar, pronto se quedó dormida.

Un sueño de risas cruzó suavemente en su rostro. Había mucho helado esparcido como nieve entre los árboles. Pronto vio a lo lejos a sus amigas de Poniville en un picnic jugando al póker con unos tres osos.

"Chicas, ¿qué están haciendo aquí?" dijo al acercarse a ellas.

"Acá jugando al póker", respondió uno de los osos que tenía un aspecto polar.

Desconcertada, Aguamelón no tenía nada que responder a eso. Entonces, una mariposa azul se posó en su nariz y le preguntó: "Oye, ¿no deberías estar despierta?"

"ACHÚS". Aguamelón estornudó estruendosamente en toda la sala. Rápidamente se puso de pie y miró con pánico a su alrededor.

No había nadie. Aguamelón suspiró de alivio y tomó asiento.

"PURRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRR" se escuchó en todo el ala de la biblioteca, dejando a Aguamelón totalmente helada en su escritorio. No hacía falta mucha imaginación para saber de dónde venía aquel vulgar sonido.

"Ji, ji, ji. ja, ja." unas risas llenaron a continuación la sala.

Aguamelón se levantó molesta y quitó la broma que estaba en su asiento. Ya sabía quiénes eran los responsables. "¡KIT, LIA! Sé que están ahí, salgan de una buena vez", exclamó indignada.

Un par de potros unicornios salió detrás de una de las macetas del salón. Uno tenía un gorro rojo y el otro un gorro azul.

"Hola, Señor Melón. ¿Cómo está su día?" preguntó el potro de gorro rojo entre risas.

"Sí, ¿cómo está? ¡Se ve muy guapo hoy!" añadió la potra de gorra azul, prácticamente llorando de risa.

Confundida, Aguamelón se volvió a ver en el espejo. Habían notorias marcas de plumón en su rostro que le daban el aspecto de tener bigote y barbilla. Aquella era la más básica de todas las bromas del manual, y Aguamelón había caído incauta en ella.

"¡Ustedes...!" Aguamelón se volteó ahora realmente molesta. Pero la pareja de hermanos ya desaparecían por una de las entradas de la sala.

Nuevamente la sala volvió a quedar en silencio. Aguamelón miró desanimada los demás garabatos en su escritorio y las paredes de la recepción. Ella no era un unicornio para poder limpiar mágicamente aquel desastre. Le tomaría un buen rato limpiar todo. La poni terrestre suspiró cansada. Cuando era joven, ella también jugaba bromas a sus mayores, pero nunca al responsable de la biblioteca. Aquello era una grave infracción a las normas de conducta. Esta vez, aquellos chicos se habían pasado y tenían que hacer algo al respecto. Era la única que podía hacer algo, literalmente era la única en funciones en aquel lugar. Al levantar la mirada, observó el gran mosaico que adornaba la parte superior de la sala. Ahí estaba la figura de un majestuoso alicornio blanco entregando un libro dorado a un poni de color esmeralda. "Lo juro por Celestia y Dayan Melody. Tengo que disciplinarlos. No sé cómo, pero debo hacerlo por el bien de esos chicos", se dijo Aguamelón a sí misma mientras limpiaba las marcas en su rostro. Su determinación se incrementó cuando descubrió que el plumón que habían usado los potros era de los que no salían solo con agua y jabón.

Aguamelon fuera de CasaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora