El horrible caso del pueblo Hollow

-Primera etapa- Descubrimiento.

Realmente era un caso horrible, incluso a los ojos de un experimentado oficial de policía, como lo era yo, ningún desastre pasado pudo compararse al horrible primer hallazgo de este caso. Seis niños de entre diez a trece años habían sido encontrados sin vida en lo profundo de un bosque, a unos dos kilómetros de la institución educativa donde estudiaban. Otro más, el único superviviente, había sido encontrado en estado de shock a unos cien metros de la escena, en el pie de un árbol, fue por los ocasionales gritos y llanto que la escena pudo haber sido encontrada.

Mi compañero, más bien aprendiz, el oficial Tarasco, había recibido una llamada de búsqueda de uno de los profesores de la escuela primaria a las primeras horas de la tarde, argumentando que los niños, aún después de alrededor de una hora de estar siendo llamados por doquier a lo largo del campus, no habían sido vistos. Tarasco, como cualquier otro habría hecho, intentó calmar a la persona que se encontraba detrás de la línea, diciendo que como niños que son, tal vez les habría aburrido la clase y se habrían escapado a una zona de juegos cercana o a sus hogares, aún así, la insistencia del profesor que se encontraba a su cargo lo hizo tomar acción e iniciar la investigación.

Primero lo primero, sin perder un segundo del valioso tiempo, el oficial Tarasco llamó a cada uno de los hogares de los niños para confirmar su desaparición, al parecer era conocido de uno de los trabajadores de uno de los padres de alguno de los menores, según la poca información que pude escuchar, se conocían de un taller de autos al que frecuentaba, ya que anteriormente el oficial Tarasco estuvo encariñado con el auto que había recibido de su padre como regalo. Dejando de lado la relación entre ambos, se confirmó que el infante en cuestión no se encontraba en su hogar, a partir de ese momento, se lanzó una orden de búsqueda a lo largo del sector cercano a la escuela y otros posibles lugares donde se podrían encontrar los menores. La escuela en cuestión se encontraba a las afueras del pueblo, era la escuela primaria de Hollow, el lugar donde vivíamos. Un pueblito de poca gente en un valle cercano a una gran cadena montañosa; una comunidad de unos 550 habitantes donde vivían tanto personas pudientes, como algunos de sus trabajadores más personales.

Nosotros, como equipo de policía, fuimos contratados con la promesa de mantener la seguridad y el orden en este pueblo, también hacíamos papel de investigadores forenses en caso de ser necesario. Al ser una comunidad tan cerrada, era muy poco común escuchar alguna llamada, pero al tratarse de una escapada de niños nos tomamos las cosas con un poco de calma. Una llamada como esta no era rara considerando que los niños convencidos y arrogantes con respecto al poderío económico y político de sus padres, solían hacer mayormente lo que se les apeteciera, en consecuencia, los profesores de las instituciones, mayoritariamente la primaria, solían desesperarse mucho cuando algún niño se perdía, ya que el único ente responsable en aquel caso, sería nada más y nada menos que la institución educativa.

No pasó mucho tiempo hasta que llegamos al lugar en cuestión, lo primero que hicimos fue hablar con la persona que realizó la llamada y enviamos un equipo de búsqueda a que investigara en un perímetro de un kilómetro alrededor del lugar. El profesor que había llamado, el profesor Alberto, era el encargado del grupo 3B, grupo del cual pertenecían todos los estudiantes desaparecidos.

—¡Al fin llegaron! No puedo creerlo, estos niños me van a volver loco algún día, creo que debería dejar este trabajo y buscar otro en mi pueblo natal, ya no soporto tener que lidiar con estos riquillos desquiciados. — Exclamó el docente con un rostro visiblemente estresado.

—Si de volverse loco se tratara, habría dejado mi trabajo hace mucho tiempo. — Comenté con un tono un poco sarcástico y serio. — De cualquier forma ¿Podría suministrarnos un poco más de información al respecto? le agradecería que fuera rápido, ya que también tenemos cosas que hacer.—