único

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Spreen

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Spreen

Entonces estamos acá; en mi casa, sentados en el sillón, mientras comemos la tremenda sopa instantánea de Carre.
En el momento exacto mientras miraba a la persona que estaba al frente de mí con la espalda apoyada contra el reposabrazos, sabía que alejarme fue lo correcto para que yo pudiera encontrar el lugar en donde me sentía bien.

Porque nunca, en mi corta y dolorosa vida, había sentido que perteneciera a un lugar como lo hacía con Rodrigo.

Y admito que la vida es una locura o capaz como una montaña rusa, pero yo jamás encontraba un punto de estabilidad... o eso creía hasta que el escenario solo se reducía entre Carre y yo. Tan completo y menos tóxico.

-¿Sopa instantánea? Es joda? —pregunté incrédulo mirando al castaño con el ceño fruncido, y una sonrisa. Con él era todo un show, uno que me encantaba.

-Es lo que me hago cuando tengo frío— él se defendió, mirándome con una cara de orto.

-Sos re loco, amigo— dije rodando los ojos sin que él lo viera.

-No querés? No comas — Rodri me sonrió con falsedad. Agarró una almohada del sillón y me pegó en joda.

Reí ante la acción.

Agarré la cuchara y, siendo tan imbécil, la llevé hasta mi boca para comer sin darme cuenta que esa cosa estaba hirviendo. Mierda.

-¡La concha de la lora! ¡Me quemé la maldita lengua! Aaaa— me quejé con dolor apenas sentí la sensación.

Le lancé una mirada de odio y con mis dedos toqué mi lengua.
Hijo de puta, ¿qué tipo de agua era esa cosa? Porque realmente creo que estaba en su maldito punto de ebullición.
Me había quemado muchas veces, pero esto había pasado el límite de mis acciones.

En venganza pasé una de mis manos por mi cabello para sacudirlo y escuché como el chico se quejó, lo miré y me di cuenta que había salpicado unas cuantas gotas a su cara.

-Eso es por no decirme que estaba caliente— gruñí y proseguí —. Se me durmió la lengua.

En respuesta, él comenzó a reírse en mi cara, literalmente, dando fuertes carcajadas y se veía tan bonito, pero mi fase de indignación era más grande que mis ganas de querer besarlo, yo no veía lo gracioso.
Fruncí mis labios poniendo los ojos en blanco intentando no sonreír.

-Era obvio que estaba caliente— apenas y podía hablar con la respiración entrecortada.

-Cerra el orto— hablé mirándolo.

Rodrigo intentaba calmar su risa, pero se le hacía imposible.

Bien, ahora sí comenzaba a fastidiarme.

Negué unas cuantas veces poniéndome de pie para tirarme encima de él, me fijé que no se haya pegado y comencé a hacerle cosquillas.

Muy maduro todo.

Si quería reírse, tendría un muy buen motivo para hacerlo.

-Pará boludo— exclamó intentando quitarme de encima. Me dí cuenta como comenzaba a ponerse rojo y paré con las cosquillas.

Él quedó encima de mí, todo estaba en silencio y podía escuchar la lluvia, así como nuestras respiraciones agitadas.

Su mejilla se apoyaba sobre mi pecho mientras yo solo apreciaba como su cabeza subía y bajaba por mi respiración.
Y es aquí en donde podía hacer hincapié al escenario de nosotros, de mi estabilidad emocional. Así es como se siente que estás en el lugar correcto y no de una forma literal, sino, de una forma metafórica.

Un lugar que es una persona, mi lugar era Carre.

No me importaba si me alimentaba con sopa instantánea o hacía cosas tan bobas porque fue ahí en donde me di cuenta que ya no necesitaba tantos cuidados, porque realmente él estaba haciendo bien su papel.

Hacerme sentir seguro.

Hacer que yo intentara mejorar y viera por mí mismo.

A eso es a lo que se le llama "cambiar por una persona" y no "cambiar para una persona".

-Rodri— lo llamé con mi voz un poco ronca.

Él alzó su mirada verdosa hacia la mía, observé esos preciosos iris verdes con otras tonalidades que me miraban con calma y curiosidad a la vez.

Y lo supe. Ahí, es como si mí cabeza hizo un click y comprendí todo.

-Mmh?— pronunció tan bajito como si le fuese a decir algún secreto.

Aunque quizá el único secreto éramos nosotros.

Y lo supe. Ahí comprendí todo.

-Te amo.— le había susurrado con la honestidad más clara que mis sentimientos pudieron ser y dándole mi corazón entre los labios.

Sintiéndome bien ante tal confesión.

Dándole mi más sincero y puro te amo que había dicho alguna vez después de los que le había dicho a mi madre.

Sus pupilas se dilataron y guardó silencio, capaz querría que me respondiera o capaz no.

Tenía miedo a su respuesta, pero una diminuta sonrisa me hizo sentir algo seguro.

-Yo también te amo, Iván.—

No estaba equivocado ni arrepentido de haberlo elegido, de todos los errores que había tenido en mi vida, Rodrigo Carrera era lo segundo bueno que tenía.

«Te diré algo, el amor lo inventó un chico con los ojos cerrados, por eso somos ciegos todos los enamorados.»

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