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¿Quién creería que Sebastián se mete con el novio de su compañero cada vez que tiene oportunidad?






Sebastián había estado planeando hacer esto desde hace días. Lo quiso hacer en cuanto obtuvieron su pase a la final, pero al final lo descartó porque pensó que estaría mal, sin embargo ahora estaba muy seguro de que su plan saldría a la perfección y realmente quería que así pasará. Ya de regreso en Nuevo León, bajó rápidamente del transporte y en vez de dirigirse hacia la cancha para festejar con sus compañeros, corrió hacia los vestidores seguido disimuladamente por un curioso Gignac. Al llegar al vestidor bajó su ropa, agarró el lubricante de su maleta y comenzó a cubrir tres dedos con él, asegurándose de que estuvieran lo suficientemente húmedos y se colocó de tal modo que su pecho quedó contra la banca y el trasero bien elevado.

Ya estaba respirando inestablemente pensando en la posibilidad de que André entrara en cualquier momento y lo viera con el culo al aire y los dedos cubiertos de lubricante, incluso gimió al imaginar su expresión de sorpresa. Movió su mano e insertó lentamente un dedo dejando escapar un gemido por la sensación, se mordió el labio mientras movía su dedo hacia adentro y hacia afuera, y después de un rato metió otro más e hizo un ruido aún más fuerte mientras su entrada se estiraba. La música que sonaba en la cancha cubría cualquier otro sonido, pero de pronto escuchó que la puerta del vestidor se abrió y se cerró inmediatamente, cosa que hizo que Sebastián sonriera un poco, sabiendo que André acababa de entrar, pues se aseguró de que el francés siguiera sus pasos en cuanto llegaron.

Sebastián lentamente comenzó a introducir el último dedo dejando escapar un gemido y segundos después otro gemido salió de sus labios cuando los tres dedos presionaron contra su próstata. Movió su rostro hacia donde había dejado su short para morderlo y soltar gemidos más fuertes y amortiguarlos un poco, luego escuchó pasos que se dirigían hacia donde estaba y en cuanto el francés entró en su campo de visión, Sebastián gimió la palabra "papi" de la manera más erótica posible.

—A-André, no sabía que estabas aquí —murmuró con falsa sorpresa—. Yo... eh...

André se quedó quieto mirando a Sebastián como si estuviera tratando de averiguar qué hacer, y luego sonrió, haciendo que el corazón de Sebastián diera un vuelco.

—¿Quién te dijo que podías tocarte a ti mismo, Sebastián? —preguntó André acercándose a la banca— ¿Por qué te tocas si sabes que no me gusta que hagas cosas sin permiso?

El menor gimió y negó rápidamente.

—Yo no soy Diego para que me digas lo que puedo hacer o no —lo miró fijamente—. Yo no soy tu novio.

—Como si te importara que estoy con Diego.

—Tienes razón, no me importa, después de todo él y yo amigos no somos —sonrió coqueto.

André chasqueó la lengua y se acercó aún más al chico de cabello largo.

—¿Qué voy a hacer contigo, niño asqueroso? —murmuró André gravemente— ¿Qué les pasa a los niños traviesos, cariño?

—Son castigados —dijo Sebastián en voz tan baja que apenas se escuchó su respuesta. 

Era como si Sebastián estuviera realmente asustado, aunque solo estuviera fingiendo. Tenía muchas ganas de pelear con André, pero sabía que si lo hacía, le diría que estaba siendo malo otra vez y por ahora sólo quería complacer a su compañero. André se inclinó para dejar un suave beso en los labios ajenos, siempre había querido hacer eso y por fin lo había cumplido.

Lobo con piel de corderoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora