CAPITULO IX

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levantarme al día siguiente CUANDO amanecía. Los resplandores Que delineaban Hacia el oriente de las cúspides de la cordillera central doraban en semicírculos Sobre ella Pocas nubes Ligeras Que se desataban las Unas de las Otras parrafo alejarse y Desaparecer.

Las verdes pampas y selvas del valle se veian Como al Través de la ONU vidrio azulado, y en medio de ellas ALGUNAS cabañas blancas, humaredas de los montes recién quemados elevándose en espiral, Y Alguna Vez las revueltas de Río de las Naciones Unidas. La cordillera de occidente, con SUS pliegues de Senos y, semejaba mantos de terciopelo azul oscuro suspendidos de Sus Centros por manos de genios velados por las nieblas. Al frente de mi ventana, los rosales y los follajes de los Arboles del huerto parecían temer las Primeras brisas Que vendrían a derramar el   .                                            .

 Jorge Isaacs Ferrer

rocío Que brillaba En sus hojas y flores. Todo me parecio triste. Tomé la escopeta; hice Una Señal al cariñoso Mayo Que, Sentado Sobre las piernas Traseras, me Miraba fijamente, arrugada la frente por la excesiva Atención, Aguardando la primera Orden; y saltando el vallado de piedra, cogi el camino de la montaña. Al internarme, La Halle fresca y temblorosa bajo las caricias de Las Ultimas auras de la noche. Las garzas abandonaban SUS dormideros Formando en su vuelo Líneas ondulantes Que plateaba el Sol, Como cintas abandonadas al capricho del viento. Bandadas de loros numerosas se levantaban de los egresados ​​parrafo dirigirse a los maizales vecinos, y el diostedé saludaba al día con su canto triste y monótono desde el corazón de la sierra.

Baje a la vega del río Montuosa por El Mismo sendero por Donde lo habia Hecho Tantas Veces Seis años los antes.

El trueno de su raudal se iba Aumentando, y poco DESPUÉS Descubri las corrientes, impetuosas al precipitarse en los saltos, convertidas en espumas hervidoras en Ellos, cristalinas y tersas en los remansos, rodando siempre ONU Sobre lecho de Peñascos afelpados de musgos, orlados en la ribera por iracales, Helechos y cañas de tallos amarillos, plumajes sedosos y semilleros de colores de púrpura.

Detúveme en La Mitad del puente, Formado por el huracán con corpulento ONU cedro, El Mismo por Donde habia Pasado en Otro Tiempo. Floridas parásitas colgaban de Sus ramas, y campanillas azules y tornasoladas bajaban baño festones de mis pasteles ONU mecerse baño las ondas. Una vegetación exuberante y altiva abovedaba trechos ONU el Río, y al Través de ella penetraban ALGUNOS rayos del Sol naciente Como por la techumbre rota de abandonado templo indiano ONU. Mayo aulló cobarde en la ribera Que Yo acababa de Dejar, ya Instancias mías se resolvió Una Pasar por el fantástico puente, Tomando en Seguida Antes que yo el sendero Que conducía a la posesión del viejo José, quien Esperaba de mí Aquel día el pago de su visita de bienvenida.

Despues De Una Pequeña pendiente cuesta y oscura, y de atravesar Una saltos por Sobre el arbolado seco de Los Ultimos derribos del montañés, me Hallé en la placeta sembrada de legumbres, desde Donde divisé humeando la casita Situada en medio de las colinas verdes, Que yo habia Dejado Entre Bosques Al Parecer indestructibles. Las vacas, hermosas por su Tamaño y color, bramaban a la puerta del corral buscando SUS becerros. Las Aves Domésticas alborotaban Recibiendo la ración matutina; en las palmeras cercanas, Que habia respetado el hacha de los labradores, se mecían las oropéndolas bulliciosas En sus nidos colgantes, y en medio de tan grata algarabía oíase Una las Veces el grito agudo del pajarero, Desde Que su barbacoa y armado de honda espantaba Las Guacamayas hambrientas Que revoloteaban Sobre el maizal.

Los perros del antioqueño le Dieron con SUS ladridos aviso de mi llegada. Mayo, temeroso de Ellos, se me Acerco Mohíno. José ONU salio recibirme, el hacha del Una Mano y el sombrero en la otra.

La pequeña vivienda denunciaba laboriosidad, la Secretaría de Economía y limpieza; rústico era TODO, ESTABA Pero dispuesto comodamente, y Cada Cosa en Su Lugar. La sala de la casita, Perfectamente barrida, poyos de guadua Alrededor, Cubiertos de esteras de junco y pieles de oso, estampas ALGUNAS de papel iluminado Representando santos y prendidas con espinas de naranjo pecado ONU Las Paredes blanquear, Tenia Una Continúa Continúa Continúa continúa derecha e izquierda La Alcoba de la Mujer de Jose y La De Las Muchachas. La cocina, Formada de caña menuda y con el techo de hojas de la planta Misma, ESTABA Separada de la casa Por un huertecillo Donde el perejil, la manzanilla, el poleo y Las Albahacas aromas SUS mezclaban.

Las mujeres parecían vestidas con esmero Más Que de ordinario. Las muchachas, Lucía y Tránsito, llevaban enaguas de zaraza morada y muy Camisas blancas con golas de encaje, ribeteadas de trencilla negra, bajo las Cuales escondían parte de Sus rosarios, y gargantillas de bombillas de vidrio de colores con el de ópalo. Las trenzas de Sus cabellos, Gruesas Y de Colores de azabache, les jugaban SOBRE SUS Espaldas Al Mas Leve movimiento de los pies desnudos, Cuidados e inquietos. Me hablaban con suma timidez, y su FUE padre quien, notando eso, diciéndoles las ANIMO: «¿Acaso No Es El Mismo Nino Efraín, Porque venga del colegio Sabido y ya mozo?». ENTONCES se hicieron Más joviales y risueñas: nos enlazaban amistosamente los recuerdos de los juegos infantiles, poderosos baño la Imaginación de los Poetas y De Las Mujeres. Con la vejez, la fisonomía de José habia Ganado Mucho: Aunque No se dejaba la barba, su faz Tenia algo de bíblico, Como casi TODAS LAS de los ancianos de buenas costumbres del País Donde Nació; Una cabellera cana y abundante le sombreaba la tostada y ancha frente, Y Sus sonrisas revelaban tranquilidad de alma. Luisa, su mujer, Más Feliz Que el en La Lucha Con Los Años, conservaba en el vestir algo de la Manera antioqueña, y su constante jovialidad dejaba Comprender Que ESTABA contenta de su suerte.

José me condujo al río y me hablo de Sus siembras y CACERIAS, MIENTRAS yo me sumergía en El Remanso diáfano desde el mar mar mar sea cual se lanzaban las aguas Formando Una Pequeña cascada. A nuestro de la de la de la de regreso encontramos Servido en la unica mesa de la casa el provocativo almuerzo. Campeaba de el maíz POR TODAS contradictorio: en la sopa de mote servida en platos de loza vidriada y en doradas arepas esparcidas Sobre el mantel. El Unico Cubierto del menaje ESTABA cruzado sobre mi plato blanco y orillado de azul.

Mayo se sento a mis empanadas con mirada atenta, but Más humilde desde el lugar de costumbre.

José remendaba Una atarraya MIENTRAS SUS hijas, vergonzosas Listas en Pero, me Servian Llenas de Cuidado, Tratando de adivinarme en los ojos lo podia Que faltarme. Mucho se habian embellecido, y De niñas loquillas Que Eran habian hecho sí oficiosas Mujeres.

Apurado el vaso de espesa y espumosa leche, postre de Aquel almuerzo patriarcal, José y yo Salimos ONU Recorrer El Huerto y La Roza Que ESTABA cogiendo. El quedo admirado de mis Conocimientos Teóricos Sobre las siembras, y volvimos a la casa Una Hora DESPUÉS parrafo Despedirme yo de las muchachas y de la Madre.

Púsele al buen viejo en la cintura el cuchillo de monte Que le habia traido del reino, al cuello de tránsito y Lucía, rosarios Preciosos, y en manos de Luisa ONU Que relicario ella habia Encargado a mi madre. Tomé la vuelta de La Época montaña CUANDO por Mediodía filo, SEGÚN el examen del Sol Que Hizo José.

 

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