(Episodio II)

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En el pueblo de Mácula vivió una joven alta de ojos y piel tan claros como retoño primaveral, así como cabellera color marino caída en chorro casi hasta sus diminutos pies. Sus padres, más de una vez habían convenido con varios hacendados de su caserío el matrimonio de la muchacha, al ser tan codiciada... ¿Por qué no reposar en su gracia la esperanza de una vida mejor para la familia? Sin embargo, la chica era reacia a todo tipo de compromiso por más represalias que tomara su autoritaria madre o comprensivo hombro dispusiera en su padre, gobernar el espíritu de Nayade era tan sensato como intentar pastorear el viento. Solo cuando paseaba en bote estaba en paz, allí sentía estar en su verdadero hogar y pasaba la mayor parte del tiempo, aquel bendito caudal no solo reflejaba la verdadera Nayade, también, algunas ocasiones el efecto de la luz en el agua teñía de lila el reflejo de su cabello, ese fenómeno le hizo entender más de sí que los lapidarios sermoneos recibidos a diario, pero como decimos hoy, [1]«Maia solo estaba empezando a aparecer».

Una mañana tropezó con una partida de delincuentes, de lejos ya se distinguía que habían dejado el caserío más radiante que el sol de aquel aleatorio día, intentó escapar pero para su desgracia tropezó ante el mismísimo cabecilla del grupo, y este al observar a la joven quedó prendado, decidió llevarla consigo. Ella se resistió todo lo que pudo, inclusive le arañó la cara, pero aquel era el hombre más fornido que había visto y lejos de molestarse por la firmeza de Nayade se le había puesto dura, bastó que la zarandeara con un brazo y la golpeara con el otro para dejarla inconsciente. Luego, una fuerte palpitación en la sien la despertó de forma brusca, se encontraba trancada en un aposento de lujo, le llamó la atención que todo era de madera, inclusive el decorado cual enaltecía una colección de botines que reconoció como pertenencias de su caserío... ¿A eso habían sido reducidos todos y todo lo que conocía? Ni perdió el tiempo en buscar cosas de sus padres entre el montón de trastos, cuanto antes escapara antes despertaría de aquella pesadilla. Miró por una abertura y vio a los harapientos que la secuestraron, cantaban y bailaban de manera ridícula, bebían a reventarse, de espalda a ellos un carrete de hilo azul enlazaba el inabarcable horizonte, por eso todo a su alrededor era de madera, aquellos no eran bandidos ordinarios... ¡Eran[2]Pirañas! Y se asombró por segunda vez al avistar la cordillera con cual ya había tropezado, impetuoso iba hacia Nayade e irrumpió en su puerta, el resto que lo pregunten los sonsos.

Pocos meses después un lirio brotó bajo su blusa, entonces supo que estaba esperando un bebé. Para ella no hubo mayor prueba de amor que continuar viviendo por alguien en un mundo donde traición y fuerza son ley, la envidia impuesto de la virtud, y el anhelo de libertad un embargo. El botín seguía creciendo por doquier y a mano del desengaño fallecían sus expectativas, en cambio las del bárbaro iban a la par de sus persistentes erecciones, esas que Nayade tenía que desaparecer tras una cándida sonrisa, cualquier cosa con tal de que el maldito victimario creyera que se resignaría a formar parte de su colección de trofeos. Y al fin algún plan surtía efecto, su orgullo alcanzó el punto álgido cuando ella eventualmente dio a luz un portento de niño. Una vez montada esa artimaña intentó asesinar al abusivo durante el plácido sueño que hace mucho le había despojado, pero a la hora de la verdad se sintió aterrada y solo escapó con él bebé.

-Date, date otro ahí que este[3] ratón es malísimo y hay que rematarlo con otro trago -la tripulación andaba ciega de la borrachera y la niebla prevalente también favoreció su fuga.

Bastó con desatar un gran bote, desenrollar la mayor parte de la lona que lo cubría y ponerse a remar para alejarse del barco, no obstante de dos machetazos le rajaron la cabeza. Debajo de la funda aún tapada sobre proa se irguió una vigorosa silueta, voluntariosa, como el esplendor del sol que ya comenzaba a desterrar la bruma. Tomó el control de los remos y puso marcha atrás, silbaba contento, donde hasta hoy, el lamento de Nayade perdura en el reacio espíritu del viento.

Notas:

[1] «Maia solo estaba empezando a aparecer»: Expresión característica de los [4] Deva, sobretodo de los de orígenes humildes, significa «los problemas apenas están empezando». Incluyen el nombre de Maia en esta sentencia debido a su evidente temor y aversión por dicha deidad.

[2] Pirañas: Nombre característico de los bandidos del mar en el universo de ficción al que pertenece este cuento (Leyendas de una Incógnita al Sur).

[3] «Este ratón es malísimo y hay que rematarlo con otro trago»: Típico dicho de los borrachos cubanos para referirse a la resaca, y a la vez como expresión es una patética excusa bastante frecuente en la que se escudan para seguir bebiendo.

[4] Deva: Deva proviene de la palabra protoindoeuropea *deiwos, un adjetivo que significaba 'celestial' o 'brillante', el cual es un derivado vrddhi de la raíz *diw, que significa 'brillar', en el universo de ficción al que pertenece el cuento es la denominación de las personas de tez blanca pertenecientes al Reino de Orbe.

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