II

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La vena de la cien me explotaba y mi quijada se salía de mi cara. La furia dentro de mí explotaría dentro de nada, en cuestión de segundos si se me decían las palabras incorrectas. Danny se quedó callado y apagó la televisión lentamente. Mis ojos estaban enfocados en la mesa ratona, y no sabía cómo reaccionar. Después de haber dicho unas cuantas palabras, había quedado petrificado.

—Guro, perdimos la batalla, pero ganaremos la guerra.

Salí de mi estado de concentración y lo miré con una mueca en mi rostro, evitando llorar. Debía de ser un hombre y afrontar las cosas como son. Mi madre, que en paz descanse, siempre me lo dijo. Debo de ser fuerte. Debo ser fuerte. "No llores. No llores. No desesperes. N-o d-e-s-e-s-p-e-r-e-s". Su voz sonaba cada vez más autoritaria y retumbaba en mi mente "Tal vez ella no sabe nada, cariño", me diría, "a veces los padres ocultamos cosas para que ustedes no se hagan daño. Su padre mintió sobre su trabajo, ¡quién sabe!" ¡Joder, cállate mamá! ¡Adivina, estás muerta y no puedes ayudarme, solo me atormentas, cállate! ¡Siempre vienes en los peores momentos!

—Puede ser. Pero ella lo pagará muy caro. Lo pagará con sangre. A menos que me maten. Si me matan, prometo que me transformaré en espíritu y los atormentaré toda su puta existencia.

—Me das miedo a veces, ¿lo sabes?

—Todos me lo dicen. Y es que lo doy.

—No vayas a cometer ninguna locura, por favor, y menos a estas horas.

—No pienso hacer ninguna locura—le dije negando suavemente la cabeza—, no por ahora. Tengo que preservar la calma si quiero salir vivo de esto.

—Solo fue un tropezón. Podemos volver a levantarnos.

—Lo sé—sonreí de lado—, lo sé...




Un nuevo día se asomó por mi ventana. Los primeros rayos de sol inundaron mi habitación y mi cara. A regañadientes me levanté viendo la hora; ocho menos cuarto de la mañana. Mi siguiente jornada de trabajo sería a las once, lo cual me hacía tener un encuentro de emociones; entre la tranquilidad y el enojo, exactamente. El enojo de no haber aprovechado y dormir un poco más, o el no poder dormirme de nuevo, y la tranquilidad de poder meditar un poco y estas más tranquilo para ir a trabajar. Estaba en bóxer y bata, un sábado a las ocho de la mañana con una taza de café y un croissant en el alfeizar de mi cuarto, dando la vista a la calle y a la ajetreada sociedad. Cansándome de mirar el paisaje que siempre veía, decidí abrir mi Instagram. Era una app que no solía postear nada, pero me gustaba ver fotos de los demás. No es necesario decir que culos también solían aparecer en mi feed. Como siempre, no me molesté en ver historias de conocidos y me dirigí a la lupa, poniendo la primera foto que vi para empezar mi maravilloso trayecto mañanero. Fotos de modelos de vacaciones, de algún instructor de fitness, de un cocinero y me apareció un reel. Uno muy curioso. Era de la chica con la que había chocado ayer y su usuario era "@ivipinney.ru". Estaba bailando una canción del momento que hablaba de un chico que expresaba de una manera no muy delicada que deseaba sexo, lo sé porque esa maldita melodía estuvo toda la semana sonando en la radio del hospital, del auto y de los supermercados. Bailaba a solas y en un momento del video aparecían dos chicos de fondo mientras la cámara, obviamente por edición, se sacudía a su ritmo. Terminaban con ella haciendo un split y sacando la lengua a la cámara, tentándose de la risa mientras los chicos daban la espalda.

Pude ver más a detalle su cuerpo. Un gran tatuaje de Medusa en el muslo izquierdo blanco y negro, nubes y balas en el estómago de dorado y azul en el lado contrario, un dragón que le seguía a Medusa en el resto de la pierna del mismo color y uno de un pájaro, que parecía un fénix escapando de una jaula en el antebrazo izquierdo. Todos estos tatuajes tapaban marcas y cicatrices. Finalmente, entré a su perfil. La descripción estaba llena de emojis y era una breve introducción de su persona en diversas fuentes de letras. Su nombre tenía un dragón a su lado.

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