Epílogo.

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Zhang Hao tomó su mano y juntos bajaron del gran avión.

Caminaron hasta la salida del aeropuerto con maletas ya en mano y por fin sintieron ese aire que hace mucho no sentían.

—De nuevo en Seúl —dijo Zhang mientras miraba a su alrededor.

—Lo sé, ¿increíble no? —sonrió el menor, acariciando el pelo de su acompañante—. Vamos cariño, ya llegó el transporte.

—Está bien —sonrió y siguió al chico hasta un auto negro, el cual era conducido por un chico.

—Buenos días, ¿a dónde los lle..? —cortó sus palabras al ver a los pasajeros.

Zhang Hao frunció su ceño por el silencio, pero al ver de quién se trataba cerró sus puños con fuerza.

Sentía algo de rabia corriendo por todo su cuerpo y tensó su mandíbula. Quería gritar de nuevo pero su difunta madre le dijo que no debía guardar rencor, nunca.

—A está dirección, gracias —respondió el acompañante de Zhang Hao y le entregó un pequeño papel al conductor. Se sentó junto al ahora pelirrojo y le sonrió, mientras este hacia una mueca extraña.

—¿Cuáles son sus nombres? —preguntó el conductor.

Zhang Hao tomó aire y habló.

—Zhang Hao y Chen Kuanjui —respondió, mirando al chico a lado suyo, como todo un angel.

(...)

El trayecto fue silencioso e incómodo para el conductor. Cuando llegaron al destino, el primero en bajarse fue Kuanjui, le pagó al conductor y procedió a sacar las maletas.

Pero antes de que el otro también lo hiciera, fue detenido por el conductor.

—Hola Hao —apretó sus labios con nerviosismo.

—Hola Hanbin —se callaron un momento, Sung no sabía que decir, sentía sus manos sudando y la culpa de lo que hizo hace años atormentandolo. Al no escuchar palabra del conductor, el mayor habló—. Debo bajarme, adiós.

—Espera —pensó en lo que iba a decir—. ¿Él es tu novio? —él contrario asintió—. Ya veo...

Hanbin no podía creer que las palabras de Zhang Hao se cumplieron.

“Nunca más amarás a alguien y nunca más nadie te amará”

Sonrió con nostalgia y volvió su vista al frente, dejando que Zhang Hao se baje del auto.

—¡Gracias señor! —dijo Kuanjui mientras cerraba la puerta.

—Gracias a usted, tenga buen día —respondió y al escuchar la puerta del auto cerrarse, partió.

La última vez que vería al único amor de su vida, la última vez antes de mudarse.

(...)

—Te cité aquí porque...

—Hanbin —advirtió el mayor.

—Lo sé —suspiro—. Me iré a Estados Unidos, quería decirte una última cosa, ya que estas en Seúl.

—Dime.

Hanbin tomó un gran suspiro y habló por fin.

—Hao —miró directamente a los ojos del contrario—, te sigo amando desde el primer instante en que te vi, como desde antes que fuéramos novios, te amo con ese tonto y descontrolado sentimiento que sientes al enamorarte de quien parece el amor de tu vida; de esa persona que sabes que hará tu vida más feliz, de esa persona que hace latir tu corazón desenfrenadamente y nunca sale de el.

» La cual se presenta todos los días, a cada hora, cada minuto y cada segundo en tu mente, como un disco rayado. La cual al besarlo sientes estar en las nubes, como si las pudieras tocar con tus propias manos. Te amo como nadie más se imagina, te amo como no podía describirlo y me estresaba no poder describirlo de la mejor manera posible; me estresaba no tenerte en frente y mirar tus bellísimos ojos mientras te confieso mi amor una vez más, después del desastre que ocurrió y que me gustaría olvidar. Te amo.

Se quedaron en silencio, uno esperando una respuesta, o aunque sea algo. Y otro procesando lo que acaba de escuchar.

—Hanbin —el mencionado lo miro curioso—. Rencor no tengo. Me costará dejar todo atrás. Si en algún momento te extraño y descubro que también te necesito desesperadamente como tú lo haces, iré hacia ti, volveré a estar en tus brazos. Ahora no puedo —Hanbin asintió—. Buena suerte en Estados Unidos.

—Buena suerte a ti también.

(...)

Hanbin camina con prisa por la empresa, con papeles de aquí hacía allá, tratando de sonreírles a todos los empleados, siempre debía mostrarse feliz y contento, aparentando que todos de allí le caían bien, siendo que todos eran unos ineptos y buenos para nada.

Cuando terminó todo, volvió a su escritorio, se secó algo de sudor que tenía en la frente y se arreglo su cabello despeinado, estaba cansado, era como si nadie más en esa empresa sabía llevar papeles y agendar reuniones.

—Señor Sung, le llaman —habló en inglés una empleada de la empresa.

Bufó irritado, todo era un exceso de trabajo. Con cansancio, camino junto a la señorita y lo llevó hasta la entrada del edificio.

Allí lo vió, igual de hermoso como la primera vez que lo vió en la escuela, con esa linda mirada y una sonrisa sincera.

Sintió sus piernas flaquear y todo su cuerpo falló al verlo.

Estaba allí de nuevo. Hace tres años fue que le dijo que vendría cuando estuviera listo y ahí estaba, sin siquiera avisar.

Saludó con una mano de lejos y esa preciosa sonrisa. Hanbin corrió hacia él como si su vida dependiera de él.

Abrió sus brazos y lo abrazó, como nunca lo había hecho, recuperando todo el tiempo que había pasado sin enrollar sus extremidades alrededor de su torso.

—No pensé que vendrías —susurró Hanbin.

—Nunca rompo mis promesas —abrazó con más intensidad al contrario.

Se separaron y miraron el destello en los ojos de cada uno, apreciando todos los sentimientos entre ellos, nada existía alrededor de ellos, era como si ninguno de los dos escucharán los tacones y zapatos de un lado a otro, los teléfonos sonando, las impresoras funcionando o las personas hablando.

Juntaron sus labios en un beso.

Un beso que demostraba cuanto se extrañaron, todo el tiempo que esperaron para estar junto al otro, el sufrimiento, arrepentimiento y malos recuerdos se esfumaron; todo se convirtió en una burbuja de sentimientos floreciendo, como la primera vez, sentimientos como los de adolescentes, tan puros y reales.

—Te amo.

—Te amo más.

Fin.

12 pasos para terminar con tu novio ♡ haobin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora