𝐈𝐈𝐈

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—¡No tengo ni idea de a dónde lo voy a llevar, Phil! —exclamó Wilbur con desesperación.

—Yo tampoco, y tengo que ver a Missa, es mi turno de cuidar de Chayanne.

—¡Phil!

—¡No sé, Wilbur! Llévalo al parque o qué sé yo… —dijo, mientras se levantaba del banquillo y le daba unas palmadas en la espalda al castaño. Wilbur lo vio desaparecer mientras suspiraba. No se le ocurría otra cosa, así que decidió llevarlo al parque.

En la tarde, se encontraban el pato y él en parque, con Tilín y Tallulah en una canasta con un cojín rosa. Ambos estaban algo tensos y en silencio. Y si lo miraba de reojo, Quackity era bastante lindo. Sus cabellos azabaches se escapaban de su gorro y su piel bronceada brillaba como cobre bajo el sol de la tarde.

—Gracias por aceptar venir conmigo —dijo algo bajo, pero Quackity escuchó y sonrió.

—Con gusto, Will.

—Te… ¿te puedo preguntar algo? Pero no te lo tomes a mal.

—De acuerdo… —susurró el más bajo.

—¿Tú y Luzu…? ¿Hay algo?

La tensión pareció liberarse y los hombros de Quackity se relajaron, incluso rió.

—No, no. Dios, no hay nada entre Luzu y yo. Digo, me gustó un poco pero no tengo nada con él.

—Que bueno. Digo… ¡no! O sea, si te gustó que mal que no hayas tenido nada con él… ¡no! —sus mejillas se pusieron rojas, no podía coordinar ni una oración y eso hizo reír al pato, quien puso una mano en su espalda.

—Tranquilo, entiendo qué quieres decir.

Las miradas de ambos se encontraron y se sonrojaron, desviando sus miradas para ver la fuente. En ese momento se empezó a escuchar un típico “¡Helados, helados!”. El rostro del más bajo se iluminó y Wilbur pensó que muy bonito, se levantó buscando la cartera en sus pantalones.

—¿Quieres un helado?

—¡Sí!

—Bien, yo invito.

Dejaron ahí a sus huevitos, al fin y al cabo, el señor de los helados no estaba muy lejos, pues estaba atendiendo a una señora. Cuando fue su turno, Quackity fue el primero en hablar con emoción.

—Buenas, don, ¿de qué sabores tiene?

—Tengo limón, fresa, vainilla, galleta, mango, nuez, menta, chicle…

—¡Me da uno de limón! Por favor —y luego miró a Wilbur, como esperando algo.

—A mí me da uno de vainilla.

El señor sonrió y se los pasó a Quackity, en lo que Wilbur sacaba el dinero. Pagaron y regresaron con sus huevitos.

—Muchas gracias, Will.

Para Quackity aquel era un momento bastante especial y estaba empezando a pensar que Wilbur sí tenía algún interés por él, contrario a lo que Roier dijo que solo lo veía como un amigo. Entonces Quackity empezó a decir pura mensada y a criticar a los maestros, empezando por la de química.

—... y la pinche doña cree que enseña bien, pero no, porque si lo hiciera, yo no me distraería todas las clases…

—Jajaja, ¿en serio? Deberías intentar, la química es interesante…

—Es que no entiendo —se quejó.

—Puedo ayudarte a estudiar.

Quackity aceptó, sabiendo que era una gran oportunidad para pasar tiempo con el castaño. Y para estudiar, claro.

𝐄𝐆𝐆'𝐒 𝐏𝐑𝐎𝐉𝐄𝐂𝐓 | quackburDonde viven las historias. Descúbrelo ahora