Lo Tenía Todo

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Harry sabía que mentía. Todo el tiempo insistía en que su obsesión por Draco Malfoy se debía a su sospecha de que el Slytherin era un Mortífago.

No es que no lo pensara, él sabía que algo tramaba Malfoy y temía que el joven hubiera sido presa de su señor para algún fin oscuro. Pero esa no era la única razón.

Malfoy se veía triste, pálido, nervioso, había bajado de peso. Algo le sucedía al mago. ¿Qué podía ser? ¿Qué le angustiaba tanto? Harry lo había visto petulante al comienzo del curso. Incluso cuando le atacó en el tren, Malfoy se veía regocijante de orgullo.

A Harry le partía el alma verlo en su estado actual, y lo peor era saber que no podía hacer nada al respecto.

Harry pensaba que Malfoy lo odiaba. Él pensó que lo hacía también. Por mucho tiempo, pensaba que ese revoltijo en su pecho cuando veía a Malfoy era odio, rabia, irritación, y todo lo malo que le hacía sentir el odioso Slytherin. Malfoy era todo lo que él odiaba en una sola persona. Representaba todo lo que él despreciaba en la vida. Era la persona más desesperante, irritante y molesta que había conocido en su vida.

Pero al final, resultó que era todo lo contrario. Harry quería la atención de Malfoy tanto como este quería la suya. Era un juego. SU juego. Ambos se tiraban puntas. Se hacían comentarios pesados. Se hacían bromas horribles - Harry había reído mucho en privado recordando el falso Dementor y cómo Malfoy había caído al suelo bajo su Patronus - esa era la forma en que ambos conectaban sin realmente estar relacionados.

Ahora incluso eso había terminado. Malfoy no le miraba. Estaba enfocado en algo. Se encerraba por horas en el cuarto de los requerimientos en el séptimo piso mientras sus gorilas vigilaban. Había faltado a uno de los juegos de Quidditch del año, el de Gryffindor contra Slytherin alegando que estaba enfermo... ¿de qué servía jugar contra Slytherin si Malfoy no estaba para retarle e intentar vencerle... aunque no lo lograra nunca?.

-*-

Ese día era el cumpleaños de Malfoy. Harry no sabía cómo estaba enterado. Tal vez porque cada año ardía de celos y rabia mientras veía al rubio rodeado de regalos, ramos de flores y frutas, mientras recibía montones de lechuzas y tarjetas de colores. Malfoy recibía presentes hasta de los Hufflepuffs que despreciaba. Era el chico más popular del Colegio pese a su mal genio y sus bromas pesadas.

Pero ese día, no había visto a Malfoy por ningún lado. Harry le buscó en la mesa de los Slytherin durante el desayuno, pero no estaba. En clases tampoco estaba y Snape se veía más agrio que nunca el día de hoy y Harry sospechaba que esa era la causa. Se veían muchas caras largas en la mesa de las serpientes y muchos ojos agitados de las otras Casas que le buscaban en vano. Harry sabía que ninguna de esas personas se sentía como él. No era posible. Su corazón latía angustiado por la ausencia de su rival. ¿Dónde estaba Malfoy? ¿Estaba tan mal que ni el día de su cumpleaños iba a aparecer para recibir toda la adulación que siempre le rodeaba?

Apenas pudo, lo buscó con desesperación a lo largo de su mapa. Y allí estaba. Malfoy estaba en el baño del tercer piso de las chicas. Ese al que nunca iba nadie. El Mapa lo mostraba junto al fantasma de Myrtle... ¿se había dañado acaso el Mapa? ¿qué carajos podía hacer Malfoy con Myrtle la Llorona? si había alguien con el que Malfoy no podía tener nada en común, era con el fantasma de una chica, y no cualquiera, el de una sangre sucia además - lo que más despreciaba el joven aristócrata - y además, una que era quejona y dramática, que amaba llamar la atención de todos.

Harry se dirigió casi corriendo a ese piso y se acercó poco a poco a la entrada del baño.

Entonces, lo escuchó, alguien lloraba y no era Myrtle: "No puedo hacerlo", decía la voz quejumbrosa. "Me matará", sollozos, "Matará a mis padres si fracaso", Harry escuchó que se ahogaba con sus palabras como si no pudiera ni hablar de la pena. "No sé qué hacer".

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