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Estaba temblando completamente. Y no por el frío.

Pese a estar a -2 °C, la tembladera en mis extremidades se debía únicamente a los nervios que me consumían, nada tenía que ver con el clima. Y esos nervios no eran por quedar bajo la tutela del señor Park, claro que no. Sinceramente mis expectativas estaban muy altas en cuanto a esta vivencia, porque realmente esperaba que él me ayudara con mi problema. Sino que, mis padres simplemente me habian dejado aqui tirado, sin cruzar palabra en toda la mañana. Y no podía dolerme menos de lo que ya me dolía.

Aparte, también estaba asustado.

Asustado por no poder lograr mi cometido, por no decepcionar aún más a mis padres y ganarme el posible rechazo del sacerdote quien posiblemente ya sabía de mi problema.

Me aventuré y me desplacé lentamente por la acera. Reparé un momento en el cartel de bienvenida a la iglesia del pueblo y la observé, totalmente avergonzado.

Dios, por favor, oye mis súplicas y perdona mis pecados. Solo tú sabes que yo no quería nada de esto.

Las puertas de la verja estaban abiertas, enormes y muy cuidadas. Seguí por el caminillo de piedras que direccionaban a la iglesia pero pasé de largo, directo a la casa rectoral. Mis manos aseguraron fuertemente mis bolsos con ropa, y una vez más me arrepentí de lo que hice.

Me tomó al menos cinco minutos, pero me animé y con la mano en el llamador en forma de círculo en la puerta, golpeé un par de veces contra la madera. Tragué duro en mi garganta, temblando mucho más que antes, solo que mi corazón parecía que iba a sufrir un paro cardíaco por la taquicardia que estaba congelada. Lo sabía porque lo había leído en un libro. Iba a morir. Y si esa era mi señal del señ-

-¿Joven Yang?

La señora Im se acercó una vez que abrió la puerta, sonriendo resplandeciente como era habitual en ella, sin importar que sea muy temprano en la mañana y el cielo siga oscuro. Su piel nivea se vio incluso más clara que de costumbre en las bajas temperaturas.

-Hola, Nayeon- saludé permitiéndome sonreír un poco -¿Cómo estás tú esta mañana?

Nayeon ya estaba jubilada de catequista, así que era la encargada de la documentación de la iglesia. No le gustó la idea de quedarse en casa, así que trabajó durante la semana voluntariamente para la casa parroquial y era quien inscribía a los niños para las clases de catequesis.

Nuestra relación era muy buena. Yo era parte de la comunidad de la iglesia junto a mi familia, así que solía estar bastante tiempo en la iglesia con mis compañeros.

-Por los ángeles, entra, Jungwon ¡Te vas a helar! - exclamó haciéndose a un lado para darme lugar a entrar -El sacerdote estará acá en un minuto. Mientras tanto, te mostraré tu cuarto.

Entré un poco en pánico, mirándola afligido al pensar que quizás ya se había entrado todo el mundo de lo que había pasado en casa. No dije nada y ella siguió hablando.

-Me dijo el sacerdote que ibas a ser su aprendiz por un tiempo. Eso está muy bien, Jungwon. Siempre tan encantador y buen mozo-comenté distraídamente mientras caminábamos por los pasillos de la casa.

El alma me vino al cuerpo y me relajé, prestando atención ahora a lo que la señora Im me contaba y poniéndole un poco más de interés a mi alrededor. El interior de la casa era bastante lindo. No era lujoso, pero tampoco estaba en malas condiciones, solo se veía bien. Era bastante espacioso también, así que sospeché que me costaría unos días acostumbrarme. Habían muchos pasillos y escaleras, todos iguales. Jamás había entrado, así que me sorprendí bastante.
Mi habitación quedó justamente por uno de esos pasillos extraños. La puerta de roble era igual que la de la entrada, solo que un poco desgastada.

𝐂𝐡𝐮𝐫𝐜𝐡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora