1

291 25 0
                                    


Kristen Moore


   Deposito las maletas dentro de la cajuela del vehículo, cierro la puerta, y antes de subir, doy una última mirada al edificio. No quiero dejar esta ciudad, pero me veo obligada a hacerlo, porque me han despedido, y no cuento con el dinero suficiente para seguir pagando la renta de un departamento.

Mis padres han sido comprensivos, me han motivado a volver a casa, y a buscar un nuevo empleo desde allá.

—Todo va a estar bien, ya verás —dijo mi madre, cuando hablamos por teléfono—, ese empleo te estresaba mucho, hija. Puede que todo esto sea para mejor.

Me aferro a esa idea, mientras conduzco por la autopista. Llevo las ventanas abajo, y mis cabellos rubios se mecen a contra viento. La brisa da sobre mi cara, roza mi frente y mis labios. Pienso en él, y mis ojos se humedecen.

«Ethan...»

—Cierra tus ojos, Moore —expresó, aquella vez en que me obligó a hacer senderismo. Estaba enfadada, con las piernas adoloridas y sudor por todo mi cuerpo. Pero hice lo que me pidió, cuando se trataba de él, yo nunca sabía decir que no.

Me tomó de la mano, y me hizo caminar a ciegas sobre esas rocas. Un nudo se formó sobre mi estómago, porque estábamos muy alto, y temí caerme al vacio.

—Ahora, ábrelos.

Me deslumbré, ante la vista que tuve frente a mí. Del mar, así de inmenso, colorido, misterioso, por todas esas criaturas gigantes que se decía ocultaba en sus profundidades, ¡y su belleza!, tan sublime e incomparable.

—Es precioso.

—Uhum... —contestó Ethan, aunque solo estaba mirándome a mí.

Le sonreí, le di las gracias por haberme convencido de subir a la montaña.

—Algún día quiero que lancen mis cenizas a este mismo lugar —comentó, turbándome con aquel comentario tan siniestro.

—¡No digas esa clase de cosas! —le reproché, y él me aferró por una mano.

—La muerte es algo que va a suceder... Sea de jóvenes o de viejos, todos al final nos convertimos en polvo.

Debí sospechar que tenía esas ideas, ¿cierto?, que estaba pensando en... ¡Pude ayudarlo!, convencerle de quedarse aquí, conmigo.

 ¡Pude ayudarlo!, convencerle de quedarse aquí, conmigo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Llego al pueblo, a eso de las 4 de la tarde. Atravieso la vieja plaza, con la iglesia de fondo, y veo a un grupo de jovencitos aglomerados, riendo y echando bromas, como yo antes solía hacerlo. Nada ha cambiado, y al mismo tiempo, todo me resulta diferente.

Summertime SadnessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora