Empezaba una mañana como cualquier otra; saliendo de casa a las 5:30 Am para comenzar su día. Corría en aquel parque donde su padre lo llevaba a entrenar desde que era un niño, sólo que ahora ya no era un pequeño, sino todo un hombre de 28 años. Un chico excepcional, encargado del departamento de unidad de victimas especiales, en la comisaría de la Policía de la ciudad de Nueva York. El Sargento Zachary Baker, quien se encargaba de encabezar todas las misiones en las que su equipo de detectives era requerido.
Terminaba al fin de dar la última vuelta al parque, con su playera empapada por el sudor, pero aún no había terminado. El parque tenía una zona de aparatos no muy nuevos, pero aún funcionaban perfecto para ejercitar su fuerte cuerpo.
Se balanceaba en las barras y levantaba su propio peso, como si tuviera el peso de una pluma. Después de varios pushups, sentadillas, y golpes al costal de arena, estaba listo para regresar a casa y tomarse un delicioso baño.
Caminaba de regreso a casa, cuando su celular, cortó la melodía que escuchaba en sus audífonos y comenzó a sonar con un fuerte timbre.
- Buen día Sargento.- Saludó el Capitán de la comisaría.-
- Buenos días...Sí, dígame Señor Haner.
- Sólo para avisarle que la nueva detective a llegado a la ciudad.
- Ah sí, la agente Argentina... esta chica...
- La agente Sophie Wenz .- Completó.-
- Ella, cierto. Muy bien pues, esperemos que esté dispuesta a trabajar desde hoy.- Miró el reloj en su muñeca.- Yo en una hora salgo para allá señor.
- Ok Baker. Para entonces, espero que ella se encuentre ya con nosotros.
Después de unos minutos, ya se encontraba de regreso en casa. Esperaba encontrar al menos un poco de café recién hecho, pero su novia, Gena, no había siquiera abierto los ojos.
Un poco molesto, oprimió el botón y comenzó a llenar la cafetera; al menos después de bañarse podría gozar de un buen café.
Entró a la habitación, haciendo el máximo ruido posible para despertarla, pero ni un terremoto lo habría hecho. Era Lunes, y el día anterior se había ido de fiesta con sus amigas.
Con la decepción de no haber podido perturbar su sueño, se deshizo de su ropa de deporte, dejándola en el suelo, para después meterse a la ducha.
Las gotas que caían de la regadera, chocaban con su piel suave y firme, haciendo que su cuerpo humeara un poco por el contacto con su dermis tibia.
Deslizaba el jabón sobre sus fuertes brazos, su torso y sus piernas, creando un poco de espuma; dejaba que el agua se llevara todos los residuos del jabón, para después seguir deslizando la barra por todo su cuerpo.
Pero aun faltaba darle limpieza a esa área que lo llenaba de orgullo. Frotó la barra de jabón en sus manos, para sacar un poco de espuma y comenzó a dar algunos masajes a su miembro.
No pasaron más de 10 segundos, cuando su sangre se comenzó a acumular en ese lugar, haciendo que tuviera una erección.
Él sabía que no era muy temprano como para ponerse a jugar,pues llegaría tarde al trabajo, pero no podía a dejar a su amigo así. Se lo reclamaría todo el día con un fuerte dolor en su entrepierna, por lo que decidió seguir con el masaje.
Como prácticamente estaba sólo, dejó que sus gemidos fueran libres, dejando que toda su excitación se escuchara en la habitación.
Acariciaba su miembro de arriba a abajo con ambas manos, de manera suave, haciendo que su cabeza se inclinara levemente hacia atrás. Cerraba los ojos de placer y soltaba gemidos ahogados, al incrementar un poco la velocidad.