Cuando me conocí

PARIS

Aquel día todo era perfecto, habíamos llegado a Paris un sueño hecho realidad para mi, el me miraba con aquellos ojos grandes y negros que rebosaban amor, o por lo menos era lo que yo creía. Nadie me había mirado así nunca en la vida y yo me sentía pletórica. 

Las calles de la ciudad eran mucho mejor de lo que yo me las había imaginado y todavía acababa de pisar la calle después de una hora en metro porque nos habíamos equivocado  de linea. Edificios antiguos pero muy cuidados, puentes por todas partes, el Sena lleno de barquitos con turistas sacando fotos, gente paseando, bailando, cantando; todo era maravilloso. Nos fuimos corriendo a nuestro hotel para dejar las maletas y comenzar nuestra aventura de amor.

Ya hacia un mes que me había pedido matrimonio en una habitación de  cuatro por tres donde el vivía, en la que solo había una cama, un armario y un mueble para la televisión; pero se había esforzado en adornarla con velas y flores y en ese momento para mi no había nada mas bonito y romántico que la persona que yo quería pidiéndome matrimonio con un anillo precioso en un cuarto de mala muerte.

Solo llevábamos tres meses juntos y para mis amigas y mi familia era una locura.                                 "¡¿Como vas a casarte si apenas os estáis conociendo?!" - decían todos.                                                           "He visto a gente con doce años de relación separarse el primer año y gente que se ha casado al poco tiempo de conocerse y llevan toda la vida juntos" - decía yo.

Tenía 28 años y seguía siendo la misma niña ingenua de siempre, después de todos los palos que me había dado la vida y  todavía no aprendía. Decepción tras decepción, herida tras herida... Lo que mas me ha marcado durante todos estos años ha sido la muerte de mi padre, desde ese día la falta de alguien que me diese cariño y me protegiese me fue llevando a relaciones de mierda, error tras error hasta que yo solita me estrellé.

Recorríamos las calles de Paris con una sonrisa de oreja de oreja, besándonos y abrazándonos en cada rincón; llenamos la galería de fotos del iPhone el primer día, no podía estar mal feliz.          Comimos las crepes con Nutella mas ricas del mundo, me llevó a Disneyland y se arrodillo ante mi bajo la Torre Eiffel... había sido el mejor viaje de toda mi vida.

Aunque aquellos cuatro días no eran nada comparado con todo lo que vendría después...