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La Casa de los Dumplings estaba rebosante de risas y bullicio. La pequeña aldea había organizado una fiesta que parecía más un carnaval desbordado que una simple celebración. Los habitantes estaban tan encantados con la llegada de Po que hasta el perro del carnicero había traído una cola de dragón de peluche para él. Los Cinco Furiosos no eran la excepción; se les veía en medio de un concurso improvisado de chistes y carreras con dumplings en la cabeza.
Mientras tanto, Tigresa estaba en modo "esto no es mi fiesta". Desde un rincón sombrío de la sala, observaba con una mezcla de envidia y exasperación. Po, rodeado de admiradores y con una sonrisa de "no puedo creer lo increíble que soy", estaba sumido en una maratón de comer dumplings. Tigresa se preguntaba si, en lugar de un héroe, Po se había convertido en un gurú de los dumplings.
"¿En serio, Po? ¿Los dumplings están tan buenos que estás dispuesto a celebrar con ellos en lugar de con tus amigos?" pensó Tigresa, el deseo de lanzarle un dumpling a la cabeza y el deber de mantener su dignidad luchando por su atención.
Finalmente, Po, con la energía de un niño que ha encontrado la tienda de golosinas más grande del mundo, notó a Tigresa en su rincón solitario. Con una sonrisa que podría haber sido diseñada por un equipo de publicidad, se acercó a ella con una bandeja cargada de dumplings, como si fueran trofeos de una competencia épica.
—¡Tigresa! ¿No te vas a unir a la fiesta? —preguntó Po, agitando la bandeja frente a ella con la emoción de un comerciante ambulante con una oferta irresistible.
Tigresa lo miró, levantando una ceja que podría haber atravesado acero.
—No, gracias, Po. No tengo hambre —respondió, con un tono que claramente decía que no estaba dispuesta a sacrificar su dignidad por un dumpling.
Po frunció el ceño, mirando a Tigresa como si tratara de resolver el misterio del universo.
—¡Vamos, Tigresa! ¡Estos son los mejores dumplings de toda la aldea! Apuesto a que cambiarías de opinión si probaras uno. ¡Mira cómo los estoy saboreando! —dijo Po, mordiendo uno con tal entusiasmo que parecía que acababa de descubrir la octava maravilla del mundo.
Tigresa no se movió, y Po, con el ánimo un poco decaído, se alejó con la bandeja aún en mano, como si hubiera perdido una batalla épica. A pesar de su decepción, Po no podía desanimarse. La verdad era que, a pesar de las miradas fulminantes y los comentarios mordaces, había algo en Tigresa que le atraía más allá de lo que cualquier bandeja de dumplings podría explicar.
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Los días siguientes vieron a Po intentando ganarse la atención de Tigresa. Cada vez que ella estaba cerca, él encontraba una excusa para acercarse. La verdad es que Po no había tenido nunca el valor de admitirle a Tigresa sus verdaderos sentimientos, y a medida que pasaban los días, la atracción se hacía más palpable.
Tigresa, por su parte, estaba en conflicto. Aunque en su mente no estaba interesada en una relación, sus reacciones celosas y su malestar cada vez que Po recibía atención no podían ser ignorados. Mientras entrenaban, los recuerdos de viejas batallas inundaron su mente. Recordó cómo Po la había salvado en múltiples ocasiones y cómo la abrazó tras la épica batalla contra Lord Shen. El recuerdo de ese abrazo la hacía sentirse extrañamente cálida y vulnerable.
Una tarde, mientras Po practicaba sus movimientos en el dojo, Tigresa, en un arranque impulsivo, se acercó a él y lo besó.
El contacto fue inesperado, y Po se quedó paralizado, los ojos abiertos como platos. La tensión entre ellos era palpable y, por un breve momento, el mundo pareció detenerse.
Pero tan rápido como comenzó, el beso terminó. Tigresa se apartó, mirando a Po con una mezcla de arrepentimiento y resolución.
—Lo siento, Po. No debí hacer eso. —Su voz era una mezcla de inseguridad y firmeza—. No puedo darte lo que necesitas.
Po, atónito, se quedó sin palabras. No entendía por qué Tigresa no podía abrirse completamente. La incomodidad que siguió hizo que el ambiente entre ellos se volviera tenso y cargado de malentendidos.
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La noche descendió, y el cielo estrellado parecía un manto helado que ocultaba la tristeza de Tigresa. Con el corazón en un puño y la mente nublada, buscó a Po hasta encontrarlo, solitario, sentado en una roca, la mirada perdida en la inmensidad del horizonte.
—Po... Lo siento por lo que ocurrió. No quería hacerte daño —las palabras de Tigresa salieron entrecortadas, cargadas de una sinceridad desgarradora que parecía reflejar la tormenta interna que vivía.
Po alzó la vista, sus ojos resplandecían con una mezcla dolorosa de esperanza y desilusión.
—¿Lo hiciste porque no sientes lo mismo por mí?
Tigresa se sentó a su lado, el peso de sus emociones era casi insoportable. Cada palabra parecía una herida abierta, un grito silencioso de vulnerabilidad.
—No sé cómo describir lo que siento. No quiero lastimarte, pero tampoco quiero mentirte.
Po tomó su mano con una ternura que contrastaba con el dolor en su pecho. La miró a los ojos, buscando en ellos la verdad de sus sentimientos.
—Entiendo. Pero ¿y si te dijera que desde hace tiempo siento algo por ti? Cada vez que te veo, mi corazón late con una intensidad que no puedo controlar, y deseo con desesperación que estés a mi lado.
El corazón de Tigresa se detuvo un instante, asaltado por la sorpresa. Las palabras de Po eran una herida abierta en su propia angustia.
—Po, yo también siento algo por ti. Pero el miedo a abrirme completamente me ahoga. No sé si estoy lista para una relación.
Po la miró con una comprensión profunda, su ternura era un bálsamo para las cicatrices abiertas de Tigresa.
—No te presionaré. Solo quiero que sepas que estoy aquí para ti. Si necesitas a alguien en quien confiar, estaré a tu lado, sin importar lo que pase.
Con una sonrisa cargada de gratitud y esperanza, Tigresa se acercó a Po. Sus labios se encontraron en un beso suave, lleno de promesas no dichas y un futuro incierto. Bajo el manto estrellado, se quedaron, con la promesa de enfrentarse al destino juntos, sin prisa, pero con el compromiso de caminar el sendero que el destino les tenía reservado.
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Dumplings y Estrellas | PoxTigresa
FanfictionPo se enamora de Tigresa, una miembro de su equipo. Aunque ella siente celos de él, Tigresa no se da cuenta de los sentimientos de Po. Sin embargo, después de un beso y un abrazo impulsivo, una tensión incómoda surge entre ellos.