Me separo de él lentamente en busca de oxígeno. Nuestras respiraciones eran lentas y pausadas, y seguíamos demasiado cerca, por lo que se combinaban. Aún no abría los ojos, porque... simplemente soy una cobarde que en este momento está más que avergonzada.
Junta su frente con la mía y la mantiene ahí, al igual que sus manos aprisionaban mi rostro. Una vez mi respiración es normal y el rubor en mis mejillas desaparece, creo. Me obligo a abrir los ojos.
Roberta: Hola - digo lo primero que se me ocurre. Me golpeo mentalmente.
Diego: Hola - Sonríe divertido.
Escucho el sonido de las sirenas, debió haber llamado a la policía, pero no estaba segura así que le preguntó.
Roberta: y eso?
Diego: Sí, un poco antes de llegar aquí - responde aún sin moverse.
Roberta: Bien - susurro sin saber que más decir.
Finalmente es él el que se separa, sin decir nada toma mi mano y baja conmigo las escaleras, llegamos a la planta baja justo cuando un oficial se llevaba al hombre, sólo alcancé a ver su espalda y sus manos atadas por las esposas.
Un oficial nos localiza y se acerca a nosotros - Señorita, ¿cuántos años tiene? - pregunta, su bigote danzando cada vez que abre y cierra su boca.
Roberta: 16 años - respondo en voz baja, más de lo que deseaba.
Oficial: ¿Dónde están sus padres? - interroga con el ceño fruncido.
Roberta: Viaje de negocios - contestó simplemente. No importaba que fuera policía, no le daría información acerca de mis padres.
Oficial: ¿Y la dejan aquí simplemente?
Roberta: Sí - respondo bruscamente. Sus preguntas me estaban empezando a molestar, no entiendo por qué.
Oficial: De acuerdo, primero: no fue muy inteligente de su parte llamar a éste joven - mueve su cabeza en dirección a Diego - en lugar de la policía - Pero, yo no soy nadie para criticar sus actos, ¿verdad? - lo odio - Le recomiendo que le diga a sus padres de lo sucedido, por lo tanto, le dejo mi tarjeta por si tiene problemas. Ahora, si no tienes nada que decir, nos retiramos. Que tengan bonita noche.
Se voltea y da una seña a su equipo para que se retire, así lo hacen. Una vez todos se retiran avanzó hacia la cocina, tomo un vaso y lo lleno hasta la mitad de agua, lo inclino para que baje por mi garganta y se lleve la pastilla que tomé para el dolor de cabeza.
Diego: ¿Te sientes bien? - pregunta preocupado, recargado en el marco de la puerta. Que sexy se veía. Sacudo mi cabeza para alejar esos pensamientos.
Roberta: Sí, pero creo que debería llamar a mis padres.
Diego: Estoy de acuerdo - se comienza a acercar lentamente, pero mantiene la distancia.
No sabía si teníamos que hablar acerca del beso, realmente esperaba que el comenzara a hacerlo, ya que yo no me atrevía. Se acerca y toma mi mano, me jala y pone sus brazos a mi alrededor, uniéndose en mi espalda, formando un abrazo.
Suspiro en su pecho y paso mis brazos por su cintura, esto era lo que más necesitaba, un abrazo. Sus caricias en mi espalda me tranquilizaba, tanto que me daban ganas de dormir en sus brazos.
Diego: ¿Quieres que me quede contigo? - pregunta en un susurro.
Roberta: Sí - respondo al borde del llanto.
Apoya su barbilla en la parte superior de mi cabeza y así nos quedamos unos minutos, o tal vez horas, no estaba segura, ni me importaba. Me alza en brazos, con un brazo en mi espalda y el otro en la parte detrás de mis rodillas. Empieza a subir las escaleras lentamente, abre la puerta de mi habitación y me recuesta en la cama, se tumba a un lado mío y me abrazó, apoyando su cuerpo sobre el mío, casi aplastandome.
Y eso es lo último que recuerdo, antes de que todo comenzara a ponerse de un color negro.
Despierto sola en mi cama, no sé por qué supuse que así sería. Me levanto sin pensar mucho en eso y entro en la ducha. Salgo quince minutos después envuelta en mi bata de baño rosa y debajo de ella mi ropa interior. Rápidamente me cambió para poder llegar a la escuela, aún me sigue sorprendiendo que me haya levantado sin alarma.
Llego al piso de abajo justo para ver como Diego entra por la puerta, le sorprende verme despierta y cambiada.
Diego: Creí que no irías a la escuela - es lo primero que dice.
Roberta: Yo también, pero me levanté y aún alcanzaba a llegar - explico.
Diego: De acuerdo, vamos - abre la puerta y señala con la cabeza afuera.
Tomo las llaves y se las doy, mientras él cierra la puerta yo avanzó y entró en su auto. En el camino miro por la ventana y recuerdo que no he llamado a mi padres. Llegamos al estacionamiento de la escuela, aparca en un espacio libre y baja para abrir mi puerta. Caminamos con su brazo sobre mis hombros, muchos parecen sorprendidos y nos siguen con la mirada.
Me acompaña a mi taller de matemáticas, ¿cómo sabe cuáles son mis clases? Me deja en la puerta, me besa en la mejilla y se va, sin decir nada. Algo confundida me siento en la primera mesa de la primera fila, suerte que son individuales.
Me dirijo al comedor y me siento en la mesa más apartada con una manzana en mi mano y mi teléfono en la otra. Veo que tengo un mensaje de Mia, lo cual me sorprende.
"¿Podemos vernos mañana después de la escuela? Es importante"
Lo cual sería hoy, ya que lo envió ayer y hoy no vino a la escuela, por lo que estoy sola, de nuevo. Decido contestarle:
"No lo sé, creo que tengo un compromiso, o algo así"
Y ese "compromiso" era Diego, no sé si va a seguir conmigo, o si se irá, pero necesito hablar con él. Minutos después llega su respuesta.
"¡ES IMPORTANTE! ¿Compromiso?... ¡¿Es un chico?! ¡Cuéntame!"
¿Cómo rayos lo supo?
"Ahora sí me hablas, ¿verdad, perra?"
Quería que se sintiera mal, pero sin ser tan obvia.
"De eso quiero hablar, y no has contestado mi pregunta"
Insiste pero ya no le contesto. Necesito llamar a mis padres.
Después de la llamada estoy más tranquila, pero insatisfecha. Dijeron que contrataría a alguien que cuidara de mi, y eso no era algo que me agradara. En especial porque sería un chico que viviría en mi casa, conmigo, como si fuera mi niñera.
"¿Dónde y cuándo?"
Le envío un mensaje a Mia, aceptando su invitación. Responde enseguida.
"En el C.C, obviamente saliendo de la escuela, ya te había dicho"
Alzó la mirada cuando una fuente roja cae frente a mí. Lupita se sentaba cuidadosamente frente a mí, saca de su bandeja un sándwich y una Coca-Cola y me las entrega.
Roberta: Creí que no habías venido - comentó sorprendida de verla sentada enfrente mío.
Lupita: Cariño, venir y no entrar a clases son cosas muy diferentes - dice al momento en que con su tenedor mete un trozo de pepino a su boca.
Roberta: Claro - digo sarcástica.
Lupita: Me debes 10 dólares.
Roberta: ¿De qué? - pregunto confundida.
Lupita: Te compré el almuerzo - responde obvia.
Roberta: Ah, de acuerdo - digo finalmente porque no tengo ganas de discutir, o de hablar.
Lupita: Todos están comentando sobre tu "relación" con Bustamante - hace comillas en relación.
Roberta: ¿Relación? No somos novios, ni nada.
Lupita: Los vieron llegar juntos, te acompaño a tu clase - enumera con sus dedos - Nos das razones para creerlo - se encoge de hombros.
Roberta: ¿"Nos das"? ¿Tú también lo crees?
Lupita: Sí. Y tienes suerte de que Mia no viniera, que tu amiga salga con el chico que te gusta. ¡Auch! Te ganas el título de perra - rueda los ojos disgustada.
Roberta: ¿De qué hablas? A Mia no le gusta Diego, a mí no me gusta Diego - respondo con el ceño fruncido.
Lupita: A Mia sí le gusta Diego. Y no te hagas la tonta, no te queda - me mira con interrogación.
Roberta: ¡No me gusta! - me excuso - ¿Y tú por qué piensas que gusta de Diego?
Lupita: Ella me lo dijo - responde obvia.
Todos se callaron y la cafetería quedó en completo silencio a la salida de alguien azotando la puerta del comedor.
Roberta: ¿Alcanzaste a ver quién es? - pregunto sin dejar de mirar por donde esa persona salió.
Lupita: Creo que era Bustamante.
Roberta: ¿Qué? - tomo mi bolso y salgo del comedor.
Efectivamente, veo la espalda de Diego subiendo a toda prisa y con pasos pesados y resonantes las escaleras que llevaban a la azotea. Subo despacio sin hacer mucho ruido. Nunca había subido aquí, por lo que me sorprendo al observar lo que está frente mío. Había muchas plantas, flores, etc. Era un estilo jardín, lo único era que se notaban los espacios de los aires acondicionados y el gran tragaluz que daba a la cancha de basquetbol.
Diego estaba de espaldas a mí, con las manos apoyadas en la baranda que se encontraba alrededor de todo el perímetro. Llegó por detrás y paso mis brazos por su cintura, con mi mejilla apoyada en su espalda. Al principio se tensó, pero luego se relajó y comenzó a acariciar mis brazos.
Roberta: ¿Qué pasó? - pregunto.
Diego: ¿Por qué lo preguntas?
Roberta: Te fuiste muy enojado del comedor - explicó.
Diego: No es nada, sólo escuché a alguien decir algo que me... decepcionó.
