15 de noviembre, 1961.
Hoy me han dado el mejor regalo que he recibido en mi vida.
Jamás lo olvidaré.
Me entristeció no tener una radio, pero bueno, por aquí nadie las tiene, solo el señor Osvaldo tiene una en su almacén.
Era medio día, trabajaba con mis hermanas y mis primas recogiendo y llenando sacos de papas. Estábamos en la temporada buena, más de cien sacos en una sola semana.
Canturreaba alegre con mis hermanas, distraída. No me di cuenta de que estaba de pie junto a mí hasta que me percaté de que mis hermanas habían enmudecido. Alto, bronceado, ojos verdes, vestido con uniforme, lo había visto tantas veces y aun así me dejaba sin aliento cada vez que me lo encontraba. Me miraba sonriendo de pie junto a los sacos de papas, no le importaba ensuciarse sus zapatos recién lustrados. Me costó saludarlo, apenas me salía el aire, mis hermanas reían divertidas por mi timidez. Entonces, él rompió el silencio.
¿Le ha gustado mi regalo?
Me dijo con aquella sonrisa deslumbrante. Se le veía tan feliz que apenas me atreví a decirle que no tenía idea de qué me estaba hablando. Creí que tal vez me había enviado un regalo a mi casa, tal vez unas flores.
Mi prima salió a mi rescate. Aquel joven me había dedicado una canción por la radio.
En la tarde fui donde el señor Osvaldo, le pregunté si en la radio habían puesto una canción dedicada a una muchacha llamada Marta. Este riendo me dijo que sí, que no podía tratarse de nadie más, pues quien había dedicado la canción afirmaba estar terriblemente enamorado de la muchacha que pasaba sus días recogiendo papas.
La canción, llamada "Perdido", era una balada romántica que contaba la historia de un hombre que se enamoraba de una muchacha. Este se negaba a dejar de pensar en ella y le prometía el mundo entero si aceptaba casarse con él.
No escuché la canción, tampoco la dedicatoria. Me duele no haber tenido una radio para escucharla, pero, aun así, este es el mejor regalo que me han hecho en toda mi vida.