Era la última batalla del dios Horus, actualmente rey de todo Egipto. Habían pasado más de 450 años desde que derroqtó a su tío Set para recuperar Egipto.

Horus - El imponente dios del sol y la luz, Horus, irradia una majestuosidad divina. Su cabello castaño fluye en suaves ondas alrededor de su rostro esculpido, enmarcando unos ojos penetrantes de color ámbar. Su armadura reluciente, decorada con intrincados grabados solares, refleja su conexión con los cielos. Con una estatura imponente y una postura digna, emana un aura de poder y liderazgo que lo distingue como un verdadero dios.
En este tiempo, muchas cosas habían sucedido, como su matrimonio con Hathor, aunque aún recordaba vívidamente aquel día. También tenía grabado en su memoria el matrimonio de Bek, el mortal que le había ayudado a cambiar su mentalidad, y la batalla contra Set . Ese día había dado su bendición a Bek y su pareja zaya, pero este momento no era para recordar buenos momentos. En este momento, Horus estaba luchando contra Apophis, la maldita serpiente que se había revelado contra su abuelo Ra, lo que obligó a los dioses a pelear juntos. Sin embargo, la batalla no había terminado de manera favorable; la mayoría de sus compañeros dioses habían perecido, al igual que su esposa e hijos. Horus sabía que estaba llegando a su fin, pues a diferencia de los dioses griegos, ellos no eran inmortales.
Antes de que Apophis lo desencajara por completo, Horus utilizó sus últimos vestigios de poder divino para infundir un fragmento de su alma en la lanza. Sabía que solo una fuerza divina tan poderosa como la de los dioses shintoístas podría contener la esencia de su alma y llevar su mensaje de venganza. Además, confiaba en que la amistad que había cultivado con Amaterasu, una de las deidades más destacadas de la mitología shintoísta, los motivaría a unirse a la lucha contra Apophis y a ayudar a su pueblo egipcio.
El fragmento del alma de Horus se convirtió en una chispa divina encerrada en la lanza, llevando consigo su memoria y propósito, así como su esperanza de que Amaterasu y los shintoístas acudieran en su ayuda en esta desesperada batalla.
Con su último aliento, Horus lanzó la lanza hacia la dimensión de los dioses shintoístas, confiando en que su mensaje de advertencia y su llamado a la ayuda llegarían a su destino. A medida que el arma se alejaba, su forma se desvanecía en un destello dorado, dejando atrás un rastro de energía divina en su estela.
La batalla contra Apophis seguía furiosa en ese momento, con los dioses restantes luchando desesperadamente por preservar lo que quedaba de su reino. Sin embargo, la confianza de Horus en la amistad con Amaterasu y su fe en la solidaridad entre los panteones alimentaban la esperanza de que los dioses shintoístas responderían a su llamado y se unirían en la lucha para vengar la muerte de Horus y proteger lo que quedaba de su legado.
Tiempo después, en el templo de Amaterasu, se llevaba a cabo un pequeño homenaje a los dioses egipcios que habían perecido en la batalla contra Apophis. Amanterasut había llegado a tiempo para salvar a los sobrevivientes y ayudar a derrotar a la estúpida serpiente. Después de esa pelea, el dios Thot comenzó a buscar formas de revivir a los demás dioses caídos. Aunque logró revivir a Osiris gracias a los esfuerzos de Isis para preservar su alma, con los demás dioses solo se encontró un poco de su energía divina, lo que significaba que les tomaría más de mil años reformarse, si tenían suerte.
Una vez finalizado el homenaje a los caídos, Amaterasu estaba pensando en cómo revelar que Horus no solo había enviado su mensaje, sino que un fragmento de su alma había acabado en el cuerpo de un niño que había sido atravesado por la lanza mientras venía a entregar el mensaje. Lo bueno era que esto permitiría que Horus regresara a la vida como rey de Egipto más rápido. Sin embargo, lo malo era que tendría que esperar más de 20 años para regresar, ya que para poder pasar a su dimensión, tendría que recuperar su poder divino. Amanterasut recordaba cómo Horus había aceptado todo lo que había ocurrido, lo que resultó en su toma de la identidad del niño que había sido atravesado por su lanza. Horus había jurado cumplir el sueño del niño de convertirse en un ninja reconocido. Ahora, ella sonreía al pensar en lo emocionado que estaba Horus con esta nueva aventura.