Cada mañana el café colado los despertaba en el desayuno.
La carne chisporroteaba violentamente y perfumaba el ambiente con un olor parecido a tocino y sebo.
Besaba su piel con devoción y le observaba mientras la recorría con sus dedos extasiado.
La amaba tanto, tenía su sabor en los labios incluso cuando estaba lejos de ella. Una cosa perturbó su mente, ¿qué haría cuando se acabara la carne en el congelador?
Cada trozo de su cuerpo le llenaba el alma, por eso había decido guardarla herméticamente, justo aquella vez en que decidió preparar a su amada estilo "filet mignon"...
C.S