- Capítulo 1. Bienvenida peculiar

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En un mundo donde todo son caminos rodeados de muros enormemente altos, donde no se sabía que hay detrás de los muros pero si que no era bueno y no se debería ver.
Un pequeño niño de una especie desconocida apareció en una sala del laberinto sin techo, donde había una farola justo al lado de un banco. El chaval apareció y quedó tumbado en el banco.
Mientras abría los ojos este iba retomando la conciencia para activarse y ver en donde se ha metido.

-A-aah.. m-mi cabeza.. -Se queja el niño desconocido. ¿Dónde demonios estoy..?
El niño observa con atención el lugar de donde se encuentra ya anteriormente descrito. Las paredes del laberinto eran de unos 50 metros por lo menos, de un tono grisáceo y algo viejo. Parecían estar hechas de cemento, pero no estaba muy claro de que eran esos altos muros.

El pequeño se pone en pie y comienza a moverse por el lugar hacia delante, donde tenía un pasillo que más adelante había por lo que parecía una casa y otro pasillo que doblaba la esquina.

-(Quizás ahí haya alguien.) -Pensó el niño desorientado. (Necesito saber que ha pasado...)
El niño un poco confuso e ido en la situación actual de acerca a la casa.
Era una casa que ocupaba una gran habitación del laberinto, con paredes de madera de un tono rojizo. El techo estaba hecho de piedra y tenía un estampado de leopardo con puntos más oscuros en este.
El pequeño se acerca a las puertas de la casa y llama.

-¿H-hola? ¿Hay.. alguien?

Se hizo el silencio pero en unos segundos una voz mayor le respondió.

-Adelante adelante. -Respondió el extraño de dentro de la casa.

Nuestro pequeño entra en la casa y como era de pensar, la casa era muy agradable y cómoda. En ella vivía un anciano que ahora estaba sentado en su mecedora.
En el centro de la casa justo pegado a la pared había una hoguera de ladrillos que estaba encendida dando un ambiente mucho más agradable a la casa.

-Dime pequeño, ¿Te has perdido o algo así? ¿Estás herido? -Preguntaba el anciano algo preocupado por el niño.

-De hecho... Quizás suene algo extraño pero, ¿Se puede saber dónde estoy señor?
Aparecí sin ningún motivo y no recuerdo nada de lo que pasó para que llegara aquí... -Explicó el niño confundido.

-Ya veo... Ay hijo mío, siento decirte que no se cómo ayudarte. Pero creo que la reina podría ayudarte, ella es la que mayoritariamente sabe más de este mundo. -Respondió el anciano algo apenado.

-¿Reina? ¿Ella puede resolver mis dudas?

-¡Si chiquitín! Sabe mucho sobre este mundo.

El niño pequeño siente un destello de alegría en su ser. Parece que deberá hacer una aventura hasta llegar a la reina.
Justo después de unos segundos el pequeño se lleva la mano a la cabeza con gemidos de quejas.

-Oh caspitas, estás algo mal, déjame me ocupé de ti pequeño... -El anciano dijo eso mientras iba a buscar algo a un armario. De dónde saca una manta que parecía muy agradable.

-Ven anda túmbate en mi cama. Tienes que descansar...

El niño pequeño no podía ni hablar del dolor de cabeza que tenía. Algo le pasaba. Quizás la entrada a este mundo fue movida. Quién sabe.
Pasaron dos horas, y el niño al final despertó. Pero el no sabía que le esperaría una delicia de la casa y una sorpresa inesperada.

-¿H-hmmm? ¿Me he dormido...? -Se pregunta el niño nada más despertar.

- ¡Vaya si es el bello durmiente! Llevas durmiendo dos horas pequeñín. Ten. He preparado algo de sopa caliente para ti.

El anciano se veía feliz al darle la sopa al niño sentado en la cama.
El anciano tenía el pelo grisáceo por la edad, tenía bigote y su piel estaba arrugada como era de esperar. Sus ojos eran verdes y tenía una tirita en la parte superior de su nariz. Este también llevaba una camiseta de cuello alto blanca por debajo de un chaleco de los que suelen llevar algunos ancianos.

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⏰ Última actualización: Sep 02 ⏰

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