Pov: Sorua
Me encuentro en la biblioteca, inmerso en un silencio que trasciende las palabras y se adentra en las profundidades de mi ser. Cada susurro, cada suspiro contenido, evoca en mí un torrente de emociones difíciles de expresar. El ruido externo, oh, cómo lo aborrezco. Es como un infinito huracán que perturba mi calma interna y desvía mi enfoque de lo que es realmente importante.
-Le da vuelta a la hoja de un libro mientras mantenía su respiración tranquila y calmada-
El silencio, mi amado compañero, sin lugar a dudas es mi mejor refugio, el lugar en el que siempre quiero estar, con un cierto lado hermoso y otro más oscuro. Cómo un arma de doble filo, un amigo traicionero que te ayuda al inicio, pero dicha ayuda se vuelve una maldición, una maldición que necesito.
-Con su mano izquierda sostenía un libro que se encontraba leyendo sentado en una mesa de la biblioteca mientras que con la derecha se tapaba su oído al pensar, así ocultando uno de sus pendientes con forma de aro mientras mantenía sus pensamientos en pie-
Aunque el profundo silencio me aparte de los demás, a veces eso es lo que más deseo, si pudiese al menos.. ser libre de todas esos medicamentos, si mis voces pudiesen callar para siempre... Pero.. a medida que el silencio me envuelve, las voces se intensifican. Son murmullos incesantes, susurros que no cesan, como si un coro de voces se debatiera en un frenesi dentro de mí. Intento refugiarme en la biblioteca, uno de los únicos lugares de los cuales encuentro calma y tranquilidad.. pero incluso allí las voces me acosan sin piedad.
Mis pensamientos son una tormenta desatada, una avalancha incesante de palabras y fragmentos de ideas que luchan por salir. El libro que sostengo se vuelve difuso, sus letras se mezclan con las voces que retumban en mi cabeza. Trato de concentrarme, de encontrar una respuesta, pero la neblina mental es densa y opresiva.
Mi mano aprieta con fuerza el libro, mis nudillos se vuelven blancos. El deseo de silencio, de calmar el caos interno, se convierte en una obsesión. Anhelo un respiro, un instante de paz en el que las voces se apaguen, permitiéndome encontrar la claridad que tanto anhelo. Los demás estudiantes parecen ajenos a mi tormento, sumidos en sus propios asuntos. Pero para mí, cada momento es una lucha por mantenerme a flote en un mar de pensamientos caóticos. En este momento, con una necesidad interna abrumadora, me levanto de mi asiento en la biblioteca y me dirijo hacia el baño. Mis pasos son rápidos y decididos, guiados por la urgencia de encontrar alivio en forma de pequeñas pastillas que son mi salvación diaria.
El sonido de mis propios latidos retumba en mis oídos mientras me acerco a la puerta del baño. La ansiedad se adueña de mí, el temor a perder el control y sumergirme en la vorágine incontrolable de mi mente se hace presente. Pero también está la certeza de que en esa pequeña caja se encuentran las llaves que calman el caos interno.
Mis manos tiemblan ligeramente mientras saco el frasco de pastillas de mi bolsillo. Las pequeñas dosis de estabilidad que contienen son mi ancla en este mar tempestuoso de pensamientos. Con manos temblorosas, tomo una pastilla y la coloco en mi lengua. Siento el sabor amargo y el eco de la esperanza se extiende por mi ser.
Respiro profundamente, permitiendo que la calma comience a invadirme. El frenesí de pensamientos comienza a ceder, las voces se desvanecen en el fondo y puedo sentir cómo recupero el control sobre mi propia mente. Es un respiro, un instante de serenidad en medio de la tormenta.
Me apoyo en el lavamanos, cerrando los ojos mientras dejo que las pastillas hagan su efecto para luego, mirarme en el espejo. Al mirar, noto una mirada llena de cansancio y desgaste reflejada en mis ojos. Es como si llevara el peso del mundo sobre mis hombros, una carga invisible pero tangible que se manifiesta en cada línea de mi rostro. En ese instante, me enfrento a mi propia vulnerabilidad, a la realidad cruda de mi condición. A veces, la lucha interna es agotadora y las fuerzas flaquean. Me pregunto cuánto más podré soportar, cada día es más y más... cansado..