Capítulo 5

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Me cohibí de respirar cerca de él

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Me cohibí de respirar cerca de él.

No por el hecho de que su abrumadora presencia me quitaba el aliento, sinó porque, sin parlotear en lo mínimo, las damas querían hablar con Su Alteza a toda costa. El príncipe, quien me usó a su favor para espantarlas con "Disculpen, estoy embelesado con la compañía de mi prometida", aprovechaba la oportunidad de tomar mi cintura posesivamente.

No era una dama particularmente agraciada entre los presentes. Creí que sería indiferente al verme, como sucedía con los hombres de mi reino, este varón no quería apartarse de mi lado y evitaba a toda costa que los nobles besaran mi mano. Contaba chistes pésimos de política que no entendía del todo y parecía querer hacerme engordar, ya que no paraba de traerme comida.

El emperador era un hombre demasiado carismático, había arrazado la atención de la fiesta. Estaba rodeado por todos los nobles entre risas y chistes.

El monstruoso Hijo del Caos, por suerte, había entablando una amigable conversación con un niño noble al que le permitió saludarme. Para mí sorpresa, era su sobrino. Note que el Príncipe Callisto era un bufón con los infantes, parecía encantarle estar rodeado de ellos.

— Su Alteza Imperial, ¿sería osado de mi parte preguntar si la Joven Dama dará a luz al futuro emperador con usted?

Me ahogué en mi champagne.

Callisto sonrió — Aún eres pequeño para escuchar de ello, Sebastian.

— Tengo 6 años, Su Alteza. Ya he recibido mis clases de ESI.

Que gracia manejaba al hablar, había quedado impactada. Callisto rodeó sus manos en mi espalda baja, dándome miradas rápidas. ¿Acaso estaba diciéndome que responda la pregunta del niño?

Lo miré boquiabierta. Los emotivos ojos del Joven Maestro Sebastian estaban estáticos en mí. El pequeño de mejillas regordetas y rosadas, vestido con un mini traje negro y una postura recta que resaltaba su estómago gordito, me derrotó por completo. Esperaba pacientemente mi respuesta.

— Tal vez, digo- ¿Sí?

El niño sonrió — Espero su prospera procreación. Oh, mi madre ya llegó. Disculpenme.

Sentía mi mandíbula caer al suelo mientras el pequeño corría a los brazos de su madre como si la conversación de ahora no hubiera sido vulgar e incómoda.

Escuché la carcajada reprimida del príncipe, giré mi cabeza indignada. ¡Yo estoy muriendo de vergüenza y él está a punto de estallar en risas con unos hermosos hoyuelos marcandose en sus mejillas!

— Lo hiciste a propósito.

Callisto inclinó su cabeza, su frente casi chocando con la mía, sus ojos levemente llorosos y divertidos.

— No me malentienda, hermosa dama.

— Se esta burlando de mí. Le ruego que se aparte, Príncipe Heredero.

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