El Placer De La Venganza

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-One Shot-

Alejandro salió de la habitación con los ojos enrojecidos y cubiertos por lágrimas; descubrió por propia voz de su esposa que José Luis estuvo en la hacienda y se había echo pasar por su capataz. Gritó, gruñó y golpeó lo primero que se le cruzó. La servidumbre no se encontraba en la hacienda, a excepción de María, quien no perdía la oportunidad de ver a Alejandro devastado por el dolor.

-Alejandro ¿Qué sucede? Porqué estás tan enojado? -preguntó María muy confundida.

Alejandro, sin mirarla trató de contenerse y respondió unos segundos después.

-Monserrat... Me vio la cara de estúpido todo este tiempo... -Recargó sus brazos sobre una silla y no dio más detalles.

-Ya lo ves Alejandro, te lo dije. Te dije que esa mujer no más te iba hacer sufrir en vano, mi amor yo te lo dije y no me hiciste caso... -María intentó abrazar a Alejandro por detrás, pero este la rechazó de inmediato.

-¡Cállate María! No quiero oír tus estúpidos sermones.

-Alejandro tu no puedes hablarme así... Esto es culpa de esa vieja ¡No te desquites conmigo!.

-¡Ya basta te dije! Busca a José Lu... Antonio -corrigió- y dile que lo quiero ver en mi camioneta de inmediato.

María lo miró intimidada, no respondió, de inmediato salió a buscar a Antonio. Su curiosidad la carcomía por saber que fue lo que había hecho Monserrat para que Alejandro estuviera tan enojado.

Entonces Alejandro se encerró en su despacho, golpeó fuerte su escritorio echando unas cuantas lágrimas de coraje «Maldito amor... Maldito el amor que siento por ti Monserrat» decía para sí mismo, ahogando su dolor y coraje en la primera botella de alcohol.

Monserrat finalmente había confesado la verdad, y si lo hizo fue por el bebé que esperaba, pero eso a Alejandro Al Monte no le importaba, no le importaban sus razones, porque lo primero que pensó después fue que ese hijo que Monserrat esperaba fuera de Jose Luis Álvarez y no de suyo. Sus sospechas estaban justificadas.

A la puerta de su despacho, Monserrat cayó echa una Martin, chillaba por que Alejandro la dejara entrar.

-¡Alejandro! Por favor ábreme tenemos que hablar.

Alejandro apretó sus dientes guardándose cualquier comentario obsceno para su esposa.

-Te juro por nuestro bebé que no tuve nada que ver con José Luis ¡Te lo juro!

Luego de escuchar, caminó a la puerta.

-¡No seas hipócrita Monserrat! -Abrió la puerta de golpe haciendo que los brazos de Monserrat cayeran sobre el pecho de Alejandro- ¡¿Esperas de verdad que me crea ese cuento de que no tuviste nada con ese hombre?! Que ganas con mentir?!

-No... No Alejandro... te digo la verdad -su voz se ahogaba en cada hipeo- te lo juro por mi papá... Por nuestro bebé que no es cierto.

-Monserrat dejó caer su cuerpo hasta quedar arrodillada ante su marido, aferrándose a su ropa y llorando cual niña.

-No tienes dignidad ni moral...¡Eres la peor de las mujeres¡ No sé ni quién es peor, si tú o tú madre.

Sin importarle, caminó empujando levemente a su esposa para quitarla de encima. Monserrat se incorporó nuevamente para seguirlo.

-¡Por favor Alejandro escúchame! Te juro que José Luis ya no está más en la hacienda, se fue... Huyó porque yo se lo pedí, para quedarme a tu lado mi amor.

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