Capítulo 1: Ciudad de pobres corazones

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La Habana, la joya ennegrecida por el tiempo y el desgaste, es una ciudad de contrastes fascinantes.
Sus calles empedradas susurran historias de antiguas glorias y decadencia. Los magníficos edificios coloniales, con sus fachadas desgastadas y balcones adornados, son testigos silenciosos de un pasado caótico que aún se aferra a sus muros.

Es una ciudad donde la belleza y la decadencia caminan de la mano, entrelazadas en un abrazo contradictorio. Las calles están llenas de vida, con vendedores ambulantes que ofrecen sus mercancías en los mercados locales, mientras los autos clásicos de épocas pasadas desafían la lógica y la gravedad, testigos de una época que se resiste a desvanecerse.

Los colores vivos y desgastados se entrelazan en un baile, revelando la rica paleta de la vida cubana. En cada esquina, se pueden encontrar los ecos de la música contagiosa y los ritmos sensuales que llenan el aire de una energía inigualable. Pero detrás de esta aparente vitalidad, también se esconden las cicatrices del tiempo y la falta de recursos, visibles en la pintura descascarada y los edificios abandonados.

Pero también hay una tristeza latente que se percibe en cada rincón de la ciudad. El paso del tiempo y la falta de recursos han dejado su huella, con fachadas desgastadas y estructuras que luchan por mantenerse en pie. Los reflejos de la historia y la lucha se manifiestan en los muros agrietados y los edificios abandonados, recordatorios de un pasado tumultuoso y una realidad compleja.

El sol se alzaba en el horizonte, tiñendo el cielo de tonalidades doradas mientras despertaba en mi pequeño apartamento en La Habana Vieja. Las estrechas calles empedradas cobraban vida con el bullicio de la ciudad y la brisa se filtraba por las ventanas entreabiertas. Me levanté por obligación,lista para enfrentar otro día en esta vida mía.

En fin, cambiando el tema, sé que La Habana no es
un tema que le conmueva a muchos, de hecho, soy de las pocas personas que siente la magia de mi ciudad, aparte de los historiadores, claro. Así que sin más preámbulos,déjame me presento: Soy Andrea Hernández , una chica de 18 años. Desde siempre he vivido prácticamente sola, mi madre me abandonó cuando contaba con solamente 6 años, ¿y mi papá? Bueno... el mismo cuento, se fue a comprar cigarros y nunca más volvió. Mi madrina, Elenita, fue quien me crío. Una vez que falleció, me fui a vivir con mi mejor amiga del pre, Adriana, la pobre también sufrió con temas de la familia.

Gracias a la humanidad de sus abuelos paternos, nos quedamos a vivir con ellos, con la condición de ayudar con la economía de la casa, por supuesto. Aprendimos a ganarnos el dinero haciendo trabajos de costura o recogiendo mandados, no era mucho, pero era algo. Al alcanzar ambas la mayoría de edad, sabíamos bien que no podíamos estar para toda la vida en casa de los pobres viejos, así que Adriana en cuanto pudo se fue a vivir con su novio, Josué, y yo por mi parte, con los ahorros que tenía y el dinero que me había dejado Elenita, (que no era poco) pude independizarme y me compré un apartamento de mala muerte en el corazón de La Habana Vieja, pero como dicen por ahí: "Peor es nada".


Después de dar el estirón matutino y levantarme , me dirigí a mi pequeña cocina. El aroma del café en el termo llenó el aire, despertando mis sentidos y llenándome de energía. Tomé un pan duro de la encimera y le unté la última gota de mayonesa que quedaba en el frasco. Degusté mi pan y mi tacita de café en soledad mientras pensaba en el día que me esperaba.

Luego de mi humilde desayuno, fregué bien rapidito los trastes y me vestí, aquellas eran las ropas que heredé de mi amiga Adriana, las cuales conformaban mi uniforme habitual, la falda corta de mezclilla y la blusa rosada. Descalza, fui caminando hasta el baño para cepillarme los dientes, me entretuve unos instantes mirándome al espejo, apreciando cómo la tela de la ropa abrazaba perfectamente mis curvas. Sé que es un poco narcisista decirlo, pero mi belleza atípica era una gran arma. No era el modelo de mujer cubana que los extranjeros tenían estereotipado, pues contaba con facciones delicadas, ojos almendrados color café, cejas pobladas, una nariz común, labios esponjosos,un largo cabello de color oscuro que todos describían como negro pero yo decía que era "carmelita muy oscuro", una piel pálida, muy pálida, y un cuerpo con una figura prominente. No, no era la típica mulata caliente que mucha gente tenía idealizada ni nada que se le pareciese , pero justamente ese contraste era el que volvía loco a más de uno.

Entré en razón.Vi la hora y me puse los zapatos corriendo.
"Ay Andrea, tú como siempre en el corretaje para el trabajo". Pensé para mi misma. Cerré la puerta y guardé las llaves en la cartera.Bajé las escaleras y rápidamente saludé a mis vecinos,Jorge y Nora,con la típica sonrisa forzada. No podía perder más el tiempo.

Mi trabajo como auxiliar de inglés en una escuela cercana no me desagrada. Me siento útil de poder contribuir al aprendizaje y desarrollo de una lengua extranjera en los niños, (aunque la mayoría no aprenda nada). Desde el momento en que pongo un pie en el aula, mi objetivo es motivar a estos niños, hacer que aprendan y que a la vez se diviertan dinámicamente. Aunque no puedo negar que, en ocasiones el trabajo puede resultar agotador y desafiante, oír sus risas hace que cada esfuerzo lo valga.

Durante el día escolar, me sumergí en las actividades y lecciones, asistiendo a los maestros, preparando materiales y brindando apoyo a los alumnos. Observaba cómo de la misma manera que hay niños que tienen la suerte de llevar merienda y zapatos limpios a la escuela, hay otros que no, y lastimosamente esos otros conforman la mayoría. Una triste realidad que se vive aquí.

El tiempo en la escuela pasaba rápidamente y, al terminar la jornada, pasé por Prado. Los colores brillantes que antes adornaban el entorno ahora se desvanecían, las personas a mi alrededor caminaban con apuro, vi cuerpos empañados en sudor, miradas perdidas, llenas de desesperación. Gente mal vestida, e incluso con partes del cuerpo destapadas. Definitivamente la realidad se había alterado por completo, ya no era esa realidad perfecta y feliz que uno veía cuando era niño, ahora solamente era la realidad.

Llegué a mi apartamento, la soledad se hacía evidente mientras cruzaba el umbral, pero en lugar de dejarme abrumar por ella, me sumergí en mis pasatiempos y proyectos personales. Aprovechaba que era viernes y tomé el tiempo libre para escribir en mi diario, tocar canciones de Cerati en la guitarra y explorar nuevas formas de expresión artística, mientras estaba encerrada en mi habitación.

En ocasiones, salía a recorrer las calles.Admiraba los edificios coloniales, el bullicio de los negocios locales y la vibrante cultura que impregnaba cada rincón. Me fascinaba la diversidad de la ciudad y encontraba consuelo en saber que siempre había algo nuevo por descubrir.

Sin embargo, a medida que avanzaba el tiempo, una sensación de inquietud y deseo de cambio comenzó a crecer en mi interior. Aunque apreciaba el mero hecho de estar viva luego de los no muy afortunados eventos por los que había pasado, no me sentía bien, el problema no era mi vida, era mi vida en Cuba. Sentía,como todos, un anhelo profundo de explorar el mundo y encontrar por fin libertad. Soñaba con caminar por calles desconocidas, conocer nuevas culturas y desafiar los límites impuestos por mi país natal. Deseaba con todo mi maldito ser poder conocer esa vida que salía en las películas y series, esa vida que allá fuera todos tenían, y en Cuba, solo en Cuba, era considerada un lujo impresionante.

La negra noche caía sobre La Habana Vieja, y mientras observaba las estrellas desde mi balcón, me preguntaba qué depararía el futuro. Sabía que no sería fácil perseguir mis sueños, pero el tirón en mi corazón cada vez que pensaba en lo que había fuera de los muros de esta isla me impulsaba a seguir adelante. Estaba determinada a encontrar mi propio camino, a descubrir quién era más allá de los sacrificios y roles que tenía que hacer para sobrevivir.

Me di un baño rápido y me acosté en mi cama, con la esperanza como compañera nocturna. Una parte de mí, la pequeña Andrea de 6 años, me decía que tenía que darle gracias al de arriba por estar viva y tener un hogar, pero la Andrea del presente que ya tenía 18 años en las costillas no pensaba igual. Esta pensaba que resistir no es vivir, que respirar no es estar vivo,que este no podía ser su destino final. ¿Hogar?, ¿Es esto un hogar?, pensé.

Mi mente, cansada ya de tanto maquinar, se puso de acuerdo con mi cuerpo agotado, y logró conciliar el sueño dejando de lado los pensamientos intrusivos, pero si algo se me había quedado grabado en la cabeza, es que aquí no me iba a quedar, en esta ciudad de pobres corazones.


No sé si había dormido dos minutos o dos horas, no sé que diablos estaba pasando, mi percepción del tiempo se había distorsionado completamente. Solo sé que un ruido blanco me hizo abrir los ojos de un tirón. Desperté abruptamente de mi sueño agitado
cuando escuché golpes fuertes provenientes de la puerta. Mi corazón comenzó a latir rápidamente, reconociendo aquel sonido habitual que me paralizaba todo el cuerpo...

"No,no,no, otra vez no por favor", dije entre susurros, mientras me levantaba lentamente de la cama,con pasos silenciosos, y me dirigía temblorosa, con los ojos llorosos hacia la puerta.

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⏰ Última actualización: Jul 05, 2023 ⏰

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Con amor, AndiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora