La ventana dejaba pasar, entre las suaves cortinas claras, unos diminutos hilos de luz anaranjada. El atardecer comenzaba a hacerse presente, adornando con sus cálidos tonos lo que era cada espacio de la cuidad. El silencio era uno de los placeres que más se apreciaban en esos sitios, puesto que siempre había algún ruido que atormentaba la tranquilidad. En esos momentos sólo podía escucharse el bello y armónico cantar de ciertos pájaros a la lejanía de los hogares, se sentía como un alivio inmediato, todo estaba tan calmo que parecía que nadie se encontraba en la cuidad, o que por alguna extraña razón, todas las personas habían decidido mantenerse en absoluto silencio.
No obstante, había una pequeña excepción para dos jóvenes veinteañeros, quienes tenían su cuerpo tendido sobre una manta que habían colocado en el suelo con anterioridad. Es que querían disfrutar de toda esa plenitud de la cual habían adquirido cierta pereza, pero que terminaron con las manos más pequeñas de uno, explorando las zonas que hacían que el otro soltara fuertes risas.
El departamento estaba sumido en cada una de esas carcajadas y el complemento que se sumó luego con las que surgieron del que tenía cabellos más claros, el mismo que no quería detenerse y dejar de ver esos ojos cerrados que tenían lágrimas en sus contornos, o por lo menos no hasta que alcanzase su propósito final, el cual fue llegar hasta apoyarse casi sobre el otro para poder dejar algunos besos en sus mejillas. Fue cuando se separó que se deslumbró con el desastre que había ocasionado, uno que fue tan hermoso que incluso hizo que las ganas de volver a besarlo reaparecieran.
La cama había quedado en el olvido desde hace mucho rato, estando perfectamente acomodada y sin haber alguna arruga en las sábanas que indicara que alguien estuvo ahí, incluso el sofá que se mantenía a un lado estaba siendo utilizado únicamente por el gato que dormía plácidamente, en una posición similar a la de sus dueños.
Una última risa se les escapó a ambos para que después se volvieran a recostar como estaban antes, simplemente uno al lado del otro y con sus cuerpos apoyados en sus costados para poder admirarse en silencio. Escucharon los sonidos lejanos de los pájaros afuera y se sintieron plenos por lo menos por unos instantes. No había nada más lindo que compartir esos pequeños momentos juntos y ellos lo sabían bien.
Pasaron unos segundos en los que fueron sintiendo como la respiración del otro se fundía y mezclaba con la suya de una forma lenta y parsimoniosa. La simpleza que cabía en el hecho de verse, siempre logró brindarles una tranquilidad automática, como si tan sólo necesitaran eso para sentirse llenitos de calma y amor. Podían decir con certeza que lo habían sentido así desde el principio, es decir, cuando ni siquiera cruzaban muchas palabras. El otro los había cautivado incluso antes de comenzar a sentir las abejitas rondando por sus estómagos. Y en el presente, aún habiendo pasado por tanto juntos, se daban cuenta de que nada de eso había cambiado, podían sentir lo mismo incluso cuando lo primero que veían cada mañana era el rostro hinchado del otro descansando en la almohada.
Los ojos del que tenía cabellos castaños, se mantuvieron en el rostro de Yoongi sin querer despegarse ni un segundo, no perdiéndose de como aquellos labios delgados y suaves fueron estirándose hasta poder exhibir unos pequeños y blancos dientesitos. También detallando cada consecuencia que ese pequeño gesto había desencadenado en sus facciones, era hermoso ver como sus mejillas un tanto rechonchas hacían que sus pómulos delicados se alzaran, y de esa forma, lograran que se formaran pequeñas arruguitas en las esquinas y debajo de sus ojos. Eran como líneas cortas que se iban trazando de a poco en un lienzo único y precioso. Los ojos rasgados y finos volviéndose más chiquitos de lo que eran antes, acentuando una imagen digna de un homenaje.
"Me gusta tanto tu sonrisa". Apareció un pensamiento que no fue fugaz, porque cada una de las apreciaciones de Jimin eran eternas cuando se trataba de Yoongi. Lo tenía en frente, a tan sólo unos centímetros que serían insignificantes si se propusiera extinguir dicha distancia, y entonces, pudo ver todo lo que era y lo que le ofrecía. No hubo siquiera consideración de si habría algo existente que pudiera preferir en lugar de eso, en lugar de a él. Tampoco fue capaz de contemplar que para cualquiera, ese -la sonrisa-, podría ser un gesto mínimo, por el hecho simple, aunque asimismo, complejo, de que todo era grande y absolutamente apreciable cuando venía de él.
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The impact of your smile. | YM |
Short StoryPorque era imposible que existiera algún ser que tuviera la habilidad de superar lo que su corazón sentía por ese hombre. Eran sus movimientos torpes y palabras vivaces, sus ojos y nariz pequeños con sus mejillas apretujables, similares a dos malvav...