No se por qué hice esto.
***
La tarde estaba en sus ultimas horas. La música de sus auriculares se podía escuchar desde fuera. El cerro solo los tenía a ambos a simple vista, los dos tomando un pequeño descanso de cargar la leña que habían conseguido. Empezó a mirar los alrededores sin verdadero objetivo, viendo los animales a lo lejos ir a lo suyo, hasta que su padre entró en su campo de visión: quieto, mirando fijamente a un punto, mas no con la mirada perdida. Intentó ver, pero solo identificó la vegetación del lugar. Se sacó ambos auriculares, la música aun reproduciendose.
"¿Todo bien pa?" El hombre le escuchó, pero el único movimiento que hizo fue rotar ligeramente su cuello para verlo de reojo. Volvió a mirar al frente. "Si hijo, simplemente recordé algo." Él se puso de pie, sacudiendo la tierra de su pantalón. "¿Querés que vuelva? El doctor dijo que no tenes que forzarlo." Apuntó al pie derecho del hombre, un yeso asomándose entre su pantalón y su calzado. "No hace falta volver; no olvidamos nada. Pero si quiero que hagas algo Francisco, adelantate, que yo tengo que hacer algo." Su voz fue recta.
Francisco frunció el ceño, mas no protestó. Agarró la leña de ambos, y aunque le molestaba, su padre no se quejó, «Es joven, no tendrá problema», pensó para calmarse. Fue antes de una bajada importante que el más joven dió media vuelta, viendo la jorobada figura de su padre, quien hizo la mismo, sonriendo. Detuvo sus pies que se movieron con la intención de volver, forzandolos a continuar su caminata.
"Envía al joven a casa, pero decide quedarse." El viento aumentó su fuerza, un silbido llenando sus oídos mientras la tierra se levantaba, juntandose en un cumulo a cinco metros en frente de él. Sus cuernos fueron lo primero en formarse, naciendo del craneo expuesto que se alzaba sobre aquella túnica desgastada de color bordó, sus pies esqueleticos pero todavía con carne siendo lo único visible del cuello para abajo. "Pensé que lo sucedido le habría enseñado a diferenciar lo heroico de lo imprudente. Pero veo que la irresponsabilidad en su familia es inexorable."
"Si estoy acá, es para cumplir mis responsabilidades como padre que soy. No dejaré que mi hijo viva su vida asustado de vos como lo hice yo, corriendo cada vez que tenía la oportunidad."
"¿Y cómo piensa hacer eso usted, Don Ernesto?" Sus cuencas se encontraron con sus ojos, pero el hombre no contestó. "Si es que claro, realmente tiene alguna idea."
El olor a humedad llenaba su nariz moquienta. El frío que sentía perdía importancia entre las risas que resonaban en el cerro, casi siempre seguidas por los ladridos agudos de la chihuahua, abrigada con un chaleco rosa y saltando alrededor del pequeño.
El grito del animal seguido de su propio llanto irrumpió en su mente, viendo el chaleco que él había hecho ser despedazo en segundos.
Ernesto retrocedió unos pasos, acercandose a la única cosa que Francisco no se había llevado; una funda de cuero, sacando de ella un machete junto con un palo de madera.
El grito del demonio al ser su cola cercenada llenó sus oídos. Su abuelo le gritó, pero su mensaje fue cortado por sus propios gritos, mientras la sangre cubría el suelo.
Sus manos, curtidas por el esfuerzo y la experiencia, se aferraron fuertemente a ambos objetos: la diestra empuñando el machete, la zurda el palo. "Terminando lo que se empezó hace 36 años con tu cola."
El Diablo apretó los dientes. De debajo de su túnica salieron ambos brazos esqueleticos, cubiertos de carne cuyo color natural ya se había perdido. Los dos empuñando cuchillas de un metro, descansando a sus costados. "¿Qué le hace tener tanta seguridad?" Ernesto adelantó su pie sano, bajando su cuerpo mientras colocaba sus brazos en posición, su mostacho orgullosamente al frente, y sus ojos brillando pese a que la sombra de su sombrero los cubría. "Mi abuelo era un granjero con un machete." Apretó el agarre de las armas, los músculos y venas de sus antebrazos haciendose visibles. "Yo soy un machetero con una granja."
"Los hombres como usted están mejor encerrados en sus chozas, pegados a un rosario mientras realizan plegarías inutiles." El Diablo dobló levemente sus rodillas, sin desviar la mirada. "Comencemos."
El polvo se levantó del suelo al ser su figura disparada hacia Ernesto, pasando a ser una mancha sin forma en el aire, recuperando la misma al ser su corte interceptado por el hombre, golpeando la parte interior de su muñeca con el palo. Un corte hacia el cuello hizo que el Diablo se deformara nuevamente antes de salir disparado, sus extremedidades chocando entre si como si de una marioneta se tratara, aterrizando antes de recuperar su estabilidad.
Fue Ernesto quien reinicio el encuentro, corriendo en su dirección con el palo al frente y el machete atrás.
Un corte inclinado de su cuchilla izquierda fue hecho para rebanar su torso, pero el hombre rotó sus caderas y puso casi toda la tensión en sus hombros, desviando el golpe con el machete e incrustando la cuchilla en la tierra. Desde esa posición puso el machete horizontalmente, moviendose al frente con todo su cuerpo en un golpe nuevamente al cuello, pero que el Diablo esquivó agachandose. El mismo soltó un quejido al sentir su cuerno derecho ser rebanado.
La cuchilla derecha se enderezó para realizar una estocada, pero la oscilación del palo cerca de su rostro le hizo retrodecer por reflejo, cosa que Ernesto aprovechó, alejandose con un pequeño salto.
"Mi abuelo no fue ningún imprudente."
"Es libre de creer en lo que quiera, Don Ernesto, pero la verdad está ahí. Aunque en este punto del relato, si lo fue o no no tiene importancia. Simplemente lo mataré, y usaré la sangre de la familia Salvador para teñir mis cuchillas." Giró las cuchillas en sus manos, antes de detenerlas y ponerse nuevamente en posición. "Y empezaré con la mujer que me roció aquel liquido horrendo."
Ernesto adoptó su posición, esta vez el machete al frente, su pie cojo sirviendo de soporte. "A mi viejita no la tocas."
El Diablo salió disparado, y el gruñido de Ernesto fue opacado por el choque entre las cuchillas y el oxidado machete. El Diablo se detuvo detrás de él. Por un segundo, el cerro estuvo en total silencio. Las cuchillas cayeron al suelo destrozadas, junto con un charco de sangre. Ernesto cayó con el rostro al suelo, mientras su torso, casi totalmente cortado a la mitad, se desangraba.
El Diablo se enderezó, su tercer brazo proveniente del pecho volviendo a su escondite junto con la tercera cuchilla. "Al igual que su abuelo, morirá en este cerro fruto de su imprudencia. Aproveche sus ultimos segundos, y rece para que su hijo aprenda lo que usted no." Su figura se desvaneció con el viento.
Intentó respirar, pero no pudo, solo sintiendo la sangre esparcirse más rápido. Su mano estaba sobre el machete, cuyo filo estaba dañado, pero se mantenía en una sola pieza. El palo fue totalmente destrozado. Sus brazos intentaron levantar su cuerpo, pero solo aceleraron el proceso de desangrado.
«Francisco, tu papá fue un pelotudo barbaro. Debimos habernos mudado nada más el abuelo murió...»
«Te da la salud y la cabeza, lo veo por más que seas un vago en casa. Salí de acá y anda a estudiar, hace algo, no desperdicies tu vida como lo hice yo, buscando algo imposible.»
Su último respiro se fundió en el viento, así como los colores que su visión captaba, el cerro pasando a ser una simple masa amorfa a sus ojos.
***
En dedicatoria a todos los abuelos que se machetearon al diablo.
Estuvo bueno escribir esto, jaja.
Puede que necesite edición.
![](https://img.wattpad.com/cover/344140803-288-k688099.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Reencarnado Como Un Machete En El Mundo Mágico
FantasyErnesto Salvador II, a los 5 años, presenció como su abuelo era asesinado por el Diablo en un intento de protegerlo del mismo. Es 36 años después, ya con 41, que vuelve a encontrarse con la entidad en el mismo lugar que cuando era niño. Es luego de...