Parte única

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El viaje en auto sería más pintoresco, pero desde la final en Qatar, Pablo no desea arriesgar la seguridad de su pareja ante cualquier eventualidad que se presente. Hay hinchas y fans a lo pavote, muchísimos más que antes, por supuesto. Pero también hay locos y enfermos que amenazan su bienestar y el de su familia.

Ante la premisa, Lionel aceptó el viaje en el jet privado desde Aeroparque hasta el Aeropuerto de Río Cuarto en Las Higueras. Decidieron viajar solos, sin los chicos, porque se entiende que es como una visita de presentación al resto de la familia que no viajó a Buenos Aires para conocerlo. Sentado en su mullida y cómoda butaca de cuero, Scaloni saca de su bolso de mano un libro para entretenerse y dejar de pensar en posibles escenarios de lo que será el segundo encuentro con su suegro desde que comenzó su relación con el DT.

La primera vez que se vieron fue en año nuevo, cuando Ricardo viajó hasta Buenos Aires para visitarlos el 4 de enero. A Lionel casi le agarra un síncope cardíaco porque no esperaba su presencia. De la nada, cuando entró a la cocina, casualmente visitando la casa de su novio, encuentra al mayor de los Aimar sentado con el mate junto a sus nietos. La mandíbula de Scaloni se puso rígida, apretó los dientes y se forzó a jugar su mejor papel de todos estos años usando una máscara: el del novio serio. Intentó por todos los medios no parecer un tipo con demasiada confianza en la casa, pero los hijos de Pablo no paraban de mostrarle absolutamente todo, a pesar que desde el veintidós de diciembre, cuando se encontraron por primera vez cara a cara, comenzaron su relación de amistad.

Hijos. Dios.

De tener nada a tener un novio con cuatro hijos y un familión detrás. Fue el cimbronazo más fuerte que tuvo en su vida y esto recién empieza.

—No te entusiasmés demasiado con la lectura que en cuarenta minutos ya estamos aterrizando —observa Pablo risueño.

—¿Tan rápido? Ah... claro. —Lionel mira por la ventanilla cómo los campos se hacen cada vez más pequeños hasta que se pierden tras el colchón de nubes. Es verdad. El tramo es corto, llegarán rapidísimo.

A medida que el avión desciende, el antiguo escort puede ver el serpenteante Río Cuarto de color dorado con los reflejos del sol sobre sus aguas. A sus orillas, la ciudad que vio nacer a su pareja. El hombre sonríe. No conoce y tampoco tuvo tiempo en su vida de irse de vacaciones a ningún lado, por lo que esta escapadita de fin de semana es ideal para hacer mini turismo.

Descienden de la avioneta y se encaminan hasta el estacionamiento, en donde una mujer de gafas oscuras y vestido rojo suelto los espera junto a un jeep color blanco, sonriente. La extraña se quita los lentes y estira los brazos.

—¡Primoooo! ¡Llegaron! Hola, campeón.

—Moniiii, hola. Este es Lionel. Lionel, mi prima Mónica. —comenta Pablo, gesticulando a ambos para hacer las presentaciones.

—¡Un gusto! ¡Por fin puedo conocerte! —la mujer estira su mano hacia Scaloni en un apretón amigable con una amplia sonrisa. —¿Manejás vos o manejo yo, Pablo?

—Manejo yo. —Aimar se sube del lado del conductor y señala a Lionel para que se siente a su lado.

La ciudad es pintoresca y tranquila. El Parque Sarmiento es muy bonito, arbolado y amplio a la vera de la Avenida Alvear. Apenas un par de cuadras más y llegan al domicilio de los Aimar, sobre una calle de tierra. Lionel se sorprende porque con la guita que han amasado durante todos estos años gracias a la carrera de su hijo del medio, podrían vivir en una mansión. Sin embargo, conservan la misma casa de toda la vida.

La prima de Pablo abre el portón con el control remoto y el entrenador entra el auto por uno de los garages. En el jardín, Ricardo Tomás los espera con unos mates sobre una mesita junto a otros familiares del riocuartense. Lionel traga saliva y Pablo toma su mano.

Escapada (Scaloni x Aimar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora