Prólogo

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Tenía frío, mucho frío. El pequeño jersey dañado que traía no evitaba que mí cuerpo se sintiese helado, mamá me había sacado de casa como cada noche hasta que ella terminará con esos hombres. Unos salían mientras que otros más llegaban, ya eran diez en lo que iba de noche. Quería entrar a calentarme a la casa, pero no quería que mamá me pegará como la última vez. Me hice un ovillo a un lado de la puerta, tratando de protegerme del frío, pero era inútil con cada brisa sentía como el frío calaba en mis huesos.

Estaba casi dormida cuando la puerta se abrió, mamá se encontraba en el umbral junto a un hombre alto y con aspecto intimidante. Me puse de pie a la espera para poder entrar, guardando distancia de ellos como siempre hacía.

El hombre le dio una sonrisa a mí madre antes de caminar hacia acá, se detuvo a mi lado y levanto mi mentón con sus dedos, la mirada lujuriosa que le daba a mi pequeño cuerpo no me gustó para nada.

—Eres una niña muy hermosa.

Me aparté rápidamente y casi corrí a la casa, mamá me dejó entrar. El interior no era para nada lujoso, pero estaba cálido, casi lloré de alivio, moría de frío.

Mamá empezó a recoger algunas cosas de la mesa, yo solo me senté en el sillón a observarla.

—¿Dónde está Jacob?—pregunto.

Ella posó sus bonitos ojos azules en mí por un momento antes de volver a lo suyo.

—Lo envié a trabajar— dijo sin más.

Mi madre nos enviaba a mi hermano y a mí a vender dulces en la calle, no ganábamos mucho pero al menos nos daba para comer algo. Lo sentía mucho por mi hermano, había mucho frío fuera y no pude acompañarlo.

—Me voy a acostar no me molesten— dijo severa, antes de encerrarse en su habitación.

Me quedé esperando por unos minutos que se convirtieron en horas, mi barriga dolía, tenía mucha hambre no había comido nada desde el almuerzo. Miré la hora en el pequeño reloj de la sala, era casi media noche y mi hermano no volvía. Decidí ir a llamar a mamá aunque seguramente se enojaría.

—Mamá— llame a la puerta.

Ella no contestaba así que decidí entrar, la habitación estaba a oscuras y mi madre tendida sobre la cama. Me acerqué un poco a ella hasta moverle el brazo para que despertará.

—Mami, despierta— seguí moviéndola.

Ella abrió los ojos y estiró la mano para encender la pequeña lámpara a un lado de la cama.

—¿Que haces aquí? Te dije que no me mostrarás.

—Tengo hambre— mi barriga volvió a rugir.

—Ve con tu hermano y que él te de de comer.

—Pero el aún no llega y ya es muy tarde...— se levantó hastiada, me tomó del brazo con fuerza y me sacó casi arrastras de la habitación.

—Pues esperas a que llegué y si me vuelves a molestar te voy a golpear, ¿queda claro?— dijo severa.

Cerró la puerta nuevamente y no tuve más opción que volver al asiento donde estaba

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