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AQUINO

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AQUINO

Frío, el piso está frío. Es lo único que puedo sentir, lo único que mi cerebro puede captar. Silencio, silencio abrumándome. Es lo único que reina, lo único que se siente vivo.

¿Es este el castigo que merezco? ¿La consecuencia de ser yo?

Nadie parece responderme, ni la sangre en el piso, ni las flores magulladas en mis manos.

Mi pecho se encoge, mi abdomen se contrae, mis costillas crujen una vez más. Y, otra vez, derramo la sangre que lleva todos mis recuerdos, todas las mentiras, todos los engaños, toda la inocencia. Me arrebata la tranquilidad, la paz, y lo reemplaza por miedo. Miedo de seguir vivo.

Mis ojos lloriquean pidiendo piedad, mi cuerpo tiembla doblegándose al cansancio y mi mente se nubla dejándome morir.

Trato de cerrar los ojos, de dormir aunque sea unos segundos y dejar atrás por un momento mis problemas, mi vida.

Pero, el destino me condena a seguir despierto, a seguir viviendo el dolor de las arcadas y el sabor a sangre que me hace vomitar. Estar condenado a sentir cada segundo como un minuto, un minuto como una hora, una hora como un día.

Trato de levantarme con las pocas fuerzas que tengo, pero caigo al suelo una vez más. Y lloro; de frustración, de confusión, de miedo.

Siento el karma recalcar mis errores. Con el castigo más doloroso. Y, me lo merezco, por ser un idiota y un cobarde que huye de vivir, que huye de sus problemas y se esconde en el único lugar que se siente seguro. Que se enamoró de su mejor amigo sabiendo que tarde o temprano lo rechazaría, y lo hizo inconscientemente. Y le partió el corazón.

El corazón que lucha una vez más en mantenerme vivo y no dejarme morir. Como hizo ya muchas veces; cuando sentía que ya era suficiente, y luchó para no sucumbir ante gran cantidad de pastillas consumidas.

Cuando trató de no parar de latir ante una intoxicación. Accidentes planeados por el alboroto en mi mente, y que solo lastimó mi corazón, una y otra vez.

Reduciéndolo a pedacitos que se están convirtiendo en cenizas.

Siento los latidos en mis oídos, retumbando en una sincronía agonizante. Siento que voy a desmayarme, que porfin voy a cerrar los ojos y dormir en mi desolado departamento.

Pero, los sonidos insistentes en la puerta no dejan de molestarme. No puedo enojarme, ella solo quiere comida, quiere que la acaricie y que esté a su lado. Y me da las fuerzas de levantarme.

Me apoyo del lavamanos, no quiero ni siquiera ver mi reflejo, porque sé que vomitaré otra vez. Abro la puerta, y la oigo maullar, veo su tierna carita mirarme, pero ella no refleja lástima ni pena, y eso me hace feliz.

Estoy con la misma sudadera que antes, salpicada de suciedad y sangre que ya no saldrá. Pero, no me importa, solo quiero darle de comer. Solo quiero que ella sea feliz.

- 𝙊𝙝, 𝙝𝙚𝙖𝙧𝙩... -    ˙  「𝗔𝗻𝘁𝗶-𝗗𝘂𝘅𝗶𝗻𝗼」  ∘  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora