El amor de los dioses

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Cuando la nada misma reinaba en el mundo, el dios del todo, creo la vida, animales plantas y toda la belleza existente, esto lo hizo muy feliz, se enamoró de su creación, esto hizo que de este sentimiento naciera la diosa del amor, con quien compartió el despertar del dios del sol y la luna para llenar de luz el mundo.

Los años pasaron y el dios del todo tomo la decisión de crear a la humanidad, pero con ellos otros varios dioses aparecieron y en conforme los siglos pasaban y las personas avanzaban la malicia se hizo presente en sus corazones mortales, los dioses intentaron intervenir pero solo lograban ser venerados de manera individual por cada región, provocando guerras sin fin, ya no sabían que hacer para ayudar a los humanos.

Los dioses se reunían en la eternidad con el fin de ayudar a los humanos, pero nada traía buenos resultados, fue en ese momento cuando el dios de sol pidió la palabra.

-Sé que no podemos evitar que sigan peleando y matándose entre ellos, pero al menos puedo ayudar en sus guerras, para que los inocentes no sufran tanto por la arrogancia y malicia en sus débiles corazones-

El dios del todo y el resto de los seres celestiales estuvieron de acuerdo con esto, fue en ese momento en que esta importante tarea se le dio al dios del sol.

Las guerras continuaban, pero los celestiales seguían con sus trabajos en la humanidad, buscando una manera de borrar lo negro de sus almas, pero esto eran podridos que algunos de los dioses habían sido corrompidos por los humanos, ya que algunos de ellos se acercaban a estos seres sucios. Fue en ese momento cuando el dios del todo tomo la decisión de dejar de intervenir de manera directa, dejándolos ser, pero observando y protegiendo el resto de su creación, cada uno debía cumplir una función.

Una década sangrienta cubrió el mundo, y se dice que muchos soldados en su lecho de muerte podían ver a un hombre de armadura dorada, pero de cabello y ojos negros como el mismo abismo, completamente inexpresivo, que los observaba hasta sentir el calor de la muerte en su cuerpo, los humanos no tenían como explicar lo que los soldados veían antes de morir, creyeron que era demencia por la batalla, o al misma muerte en su busca, pero todas las declaraciones de este ser eran contadas en el campo de batallo, así que sin darse cuenta, para los mortales, el dios del sol comenzó a ser el dios de la guerra.

Una época de paz reino y el nuevo dios de la guerra descansaba en la eternidad, no salía de su cuarto y solo se dedicaba a mirar en su fuente a los humanos, pero una noche alguien golpeo su puerta.

-Estoy ocupado- respondió sin quitar la vista de aquellas aguas, donde se refleja el accionar mortal

La puerta se abrió- No puedo creer que te hayas dejado corromper, ¿es por eso que no quieres salir?- dijo una mujer de ojos turquesa y pelo del mismo color largo hasta la cintura.

-Cierra la puerta-

La diosa de la luna no hizo más que obedecer para luego acercarse a él.

-Mírate, tus ojos han visto tanta muerte que son tan negros eh inexpresivos, hasta el dorado de tu cabello se fue-

-No sientas lastima por mi mujer, si tu hubieras visto...-

Ella lo tomo de los hombros y lo giro para que sus miradas se encontraran-Lo vi, no olvides que a pesar que mi luz no sea notada por tu presencia durante el día, yo estaba allí, yo también lo vi, te vi, cuando el celeste de tus ojos se fue perdiendo al igual que el dorado de tu pelo, mientras caminabas más allá del campo de batalla con tu armadura dorada, tratando de apagar rápidamente sus vidas, para evitar el sufrimiento todos aquellos inocentes involucrados-ella acaricio su mejilla-No permitas que quiten tu brillo, eres el dios del sol-

El giro su rostro-Dios de la guerra-Susurro-Ellos creen que soy ese dios, cambiaron mi ser por completo-

-No, yo te daré mi luz, para que vuelvas a brillar- La diosa de la luna tomo el rostro de el con ambas manos para luego acercarlo a sus labios, besándolo dulce y suave, compartiendo en el proceso un poco de su energía, logrando que los ojos de aquel corrompido ser sean celestes nuevamente, mientras su cabello en punta volvía a ser dorado.

Esta era una muestra pura de su amor.

Capítulo 2

El emperador Vegeta buscaba en su vieja biblioteca-Diablos, se supone que debe haber una explicación para esto-Entre todo los libros pudo notar uno de color planteado que parecía sobresalir de una manera muy particular, esto capto su atención y lo tomo.

-Creo que esto es lo que estaba buscando- Comenzó a leerlo y con cada página que volteaba, sus ojos se llenaban de intriga y curiosidad- con que hija de la luna, esto es bastante satisfactorio- dijo cerrando y libro de manera brusca y luego saliendo con el del lugar.

Camino rápidamente por los pasillos hasta llegar a las enormes puertas de su habitación, al entrar, varias sirvientas sostenían a aquella mujer, que se negaba a ser tratada por el medico imperial.

-Suéltenla-ordeno Vegeta, caminando hacia ella-deja que traten tus heridas mujer-

Ella lo miro con desprecio, pero no dijo ni una palabra.

-Veo que quieres morir mujer, entonces si eso quieres- el acerco su rostro para pegar su frente al de la joven, tratando de intimidarla, pero ella clavo su celeste mirada en los oscuros ojos de él, aunque esta no era una mirada como la anterior, esto era diferente, esto era lastima, de un segundo a otro, ella estaba tocando su mejilla con la suave yema de sus dedos, en un roce lento que provoco un escalofrío por toda la espina de vegeta, el mundo parecía haberse detenido en ese momento, en ese gesto cálido lleno de anhelo, pero la mujer retiro rápidamente su mano para luego recibir una descarga eléctrica, haciéndola gritar, algo a lo que Vegeta reacciono furioso.

-¡Quién demonios!- grito con vos amenazante.

-Lo siento su majestad creí que estaba en peligro- contesto una de las sirvientas, temblando de miedo.

-En serio crees que tu emperador es tan débil, como para que sea en peligro por una simple mujer-

La joven se puso de rodillas-Lo siento mi señor, es que esta mujer no es digna de atreverse a tocar el rostro de su alteza- dijo mientras levantaba su mano para entregar el anillo que controlaba la corriente en el cuerpo de quien gritaba en la cama.

-Ahora yo me hare cargo de ella, salgan de aquí ahora-

La habitación se vacío rápidamente, Vegeta acerco una silla junto a aquella quejosa y agitada persona en su cama-dime ¿Cómo te llamas mujer?—tomo asiento sin quitarle la vista de encima.

Ella se acomodó como pudo para levantar el torso para estar a la altura de quien estaba frente a ella.

-Te hice una pregunta mujer-

Nada, ella seguía con la respiración acelerada y su cuerpo temblaba, pero lentamente levanto una de sus pequeñas manos, para señalar la ventana, tratando de mover los labios para vocalizar, pero nada salía.

-Creo entender lo que necesitas- dijo Vegeta con una sonrisa de lado, para luego levantarse de su lugar y caminar hasta el lugar señalado-Si eres quien creo y es verdad lo que leí, se lo que estas necesitando- corrió bruscamente las cortinas, dejando que la hermosa luz de la luna llenara el cuarto, camino hacia la mujer para luego tomarla en sus brazos y colocarla bajo los rayos luminosos que entraban por los vidrios del balcón.

-Lo sabía-Dijo satisfecho, mientras observaba aquella hermosa escena, un hermosos cuerpo blanco, tomando cada molécula lunar, brillando como ese hermoso astro y curando las heridas de su maltratado cuerpo lentamente.

Los ojos turquesa brillaban como cuando se vieron en el banquete, ella no dejaba de mirarlo y suavemente susurro-Bulma- para luego quedar completamente dormida.

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⏰ Última actualización: Jun 16, 2023 ⏰

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