Capítulo 1: nosotros.

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Nochebuena de 2015.

Los mellizos y Henry Gray.

—¡Por dios, Noel! ¡Sube más rápido!

—¡Te dije que fueras la primera, Ginger!

—¡Prefiero que caigas tú primero antes que yo, eres el mayor!

—¡Solo por dos minutos!

Con la emoción palpitando en el pecho de los tres adolescentes, los mellizos Goldberg y Henry Gray intentaban subir por unas viejas escaleras de madera a la azotea del edificio Blue en medio de la fría noche. Los tres tenían diecisiete años y, mientras que Ginger y Noel tenían el pelo tan rojo como el fuego, Henry poesía el cabello negro como el carbón. Subir al tejado el día de Nochebuena se había convertido en una tradición desde que tenían once años, no obstante, aquel año era diferente a todos los anteriores, pues era el último antes de que sus caminos, siempre unidos, se separasen. El último curso de instituto finalizaría en meses y los tres debían decidir sus propios caminos. Unos más lejos, otros más cerca. Aunque ya nada sería lo mismo.

Henry y los mellizos habían sido mejores amigos desde que los tres empezaron a ser conscientes de sí mismos. Se habían criado en el mismo bloque, compartían todas las festividades, iban a la misma escuela e instituto y les gustaban las mismas cosas. Era tan extraño que no estuvieran las veinticuatro horas juntos que resultaba muy fácil darse cuenta de cuando se enfadaban los unos con los otros. Aunque, a parte de peleas tontas, eso no ocurría demasiado frecuente.

Noel fue el primero en llegar al liso tejado, se giró con cuidado a resbalar y tomó una de las manos a su hermana, quien apenas podía moverse por la cantidad de ropa que su madre le había obligado a ponerse. Era demasiado propensa a atrapar resfriados y, aquella noche, hacía tanto frío que todos estaban expectantes de que nevara en cualquier instante. Cinco segundos más tarde de que Ginger se hubiese estabilizado en el tejado, los ojos azul claro de Henry aparecieron frente a ellos.

Sin decir nada, los tres se sentaron en el tejado, sonrientes. Sentían el pecho cosquilleante y una profunda nostalgia que, en ocasiones, provocaba que las lágrimas se agolpasen en sus ojos. Odiaban las últimas veces. Detestaban el hecho de tener que separarse.

—Ha sido bastante gracioso cuando el señor Thompson le ha tirado las galletas de jengibre a la señora White. Ha estado a punto de aniquilarlo con la mirada…

La voz de Ginger acarició la helada oreja de Henry, sonrieron al unísono al pensar en aquel momento y, fue justo en ese momento cuando Noel expuso sus preocupaciones.

—No quiero que nada cambie…

—No cambiará nada, tonto. Solo… tendremos que vernos menos.—Intentó tranquilizarle su hermana, pero sus palabras sonaban huecas, como si las hubieran agujereado.

—Va a ser muy complicado.—Insistió y se colocó mejor la bufanda, notando como el frío se intensificaba.

—Nos veremos en navidad, en verano…

—Mejor pensemos en otra cosa, chicos.—Habló Henry por primera vez.

Henry sentía un gran abismo en el estómago. Se había hinchado a galletas navideñas, pero parecía que no lo había hecho. Pensaba en un sin fin de cosas y, a la vez, tenía en mente a los mellizos, todos los años que habían sido uña, piel y carne, las anécdotas, las risas, las peleas insignificantes… Tragó saliva al sentir como Ginger apoyaba la cabeza en su hombro.

—Os voy a echar de menos.

Noel imitó a su hermana y cerraron los ojos a la vez.

Habían pasado un montón de etapas juntos. Caída de dientes, la aparición de hormonas, aparatos dentales, amores y desamores. Pero, tenían futuros totalmente distintos. Noel soñaba con ser médico, Ginger iría a la escuela de baile más prestigiosa de Londres y Henry tenía en mente estudiar literatura.

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⏰ Última actualización: Jun 17, 2023 ⏰

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Historia de un vecindario ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora