|Capítulo 42|

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Lea

Le rogué a Emma que me trajera a mi casa y cuando llegué corrí escaleras arriba hacia mi habitación para luego encerrarme en ella. 

Tallé mi abdomen con la esponja por sexta vez y aunque para mí no era suficiente, tuve que salir de la bañera porque el agua ya estaba fría y la yema de mis dedos ya estaban arrugaditas. Las lágrimas siguen bañando mis mejillas y yo solo quiero llorar hasta quedar completamente seca.

Me siento estúpida, angustiada, desesperada y miserable. Quiero gritar y romper en miles de pedazos lo primero que se me ponga en frente. Quiero patalear y desquitarme hasta liberarme de esto que estoy sintiendo pero sé que eso no cambiará nada. 

Me odio, jodidamente lo hago. Odio cada parte de mí, odio mi cuerpo, mi mente y mi poca fuerza de voluntad para ir y contarle a los chicos lo que ocurrió. Debí contarles lo que pasó en aquella maldita fiesta con Maximiliano, es mas, debería ir y decírselos ahora. Pero no puedo, no cuando me siento estancada y no puedo ni conmigo misma.

Sé defenderme, tomé clases de defensa personal durante años y me preparé mentalmente porque sabía que en cualquier momento podría ocurrirme lo que me ocurrió con Noah... El simple hecho de pensar en él y decir su nombre mi cuerpo se paraliza, tal como pasó en mi consultorio. Me paralicé, tuve un maldito ataque de pánico y cuando desperté fue peor de lo que esperaba. Su semen en mi abdomen fue suficiente para saber lo que había ocurrido. No conocía esa parte de él, creía como estúpida que él era un chico tranquilo y atento, no un jodido demente. No recuerdo bien en qué maldito momento quedé inconsciente y en manos de ese maldito infeliz.

La fiesta.

Maldita fiesta. ¡Jamás debí de haber asistido!

Vuelvo a llorar de rabia e impotencia mientras seco bruscamente mi cuerpo con la toalla.

No estoy segura de lo que ocurrió esa noche, pero de lo que sí estoy segura es de que yo jamás me acosté con él aunque las fotos que me mostró demuestren lo contrario. Tengo el presentimiento de que metió algo en mi bebida, joder, tampoco tuve que haber aceptado esa maldita cerveza. 

Nunca le haría daño a mis chicos y menos de esa manera, nunca los hubiera engañado de esa forma tan cruel y de ninguna otra. Me han demostrado que me aman, han estado ahí para mí siempre que los necesito, ¡me han apoyado en todo y yo así les pago!. Me enamoré, malditamente volví a enamorarme y de los tres. Prometí hace años que no volvería a hacerlo y fallé en eso, pero no me arrepiento. 

En estos momentos deseo correr a sus brazos y contarles todo, pero las palabras de Maximiliano se hacen presentes nuevamente: "¿Qué pensarán de ti, cariño? ¿Que eres una puta? Sin dudarlo ¿Que solo querías algo de ellos? Sí ¿Que traicionaste su confianza? También."

Me dan escalofríos de pensar en lo que él pudo haberme hecho mientras estuve desnuda e inconsciente en aquella habitación. Cantidad de chicos y chicas disfrutando de la fiesta mientras yo estaba siendo abusada sexualmente... ¡Joder, no dudo que él lo haya hecho luego de atreverse a hacerme ésto!.

(...)

Me encuentro acostada releyendo los mensajes que los chicos enviaron al grupo de WhatsApp que tenemos.

Muñeca, no llegaremos a dormir, mañana tampoco nos podremos ver. Nos surgió un enorme problema y tendremos que viajar a Italia lo más pronto posible. No puedo decirte en cuánto regresaremos, no lo sabemos aún. Trataremos de regresar lo más pronto posible.

Sabemos que irías a ver a tu familia, así que envíales saludos de nuestra parte, háblale de nosotros si lo deseas. Te amo, cielo.

Lea [SUSPENDIDA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora