Amar Otra vez

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La música sonaba alto, era pasada la media noche, las luces del salón estaban apagadas, pero habían pequeños destellos coloridos provenientes de todos lados dando vueltas al salón dando, en sillitas unidas, cubiertos por sacos y suéteres habían huevitos durmientes.

En el medio de la pista había una pareja en trajes elegantes quienes se encontraban disfrutando de su noche. Esta pareja no eran más que Roier y Cellbit, los primeros en casarse en aquella isla después de mucho tiempo.

Roier estaba deslumbrante en aquel esmoquin blanco con una pequeña cola hecha de hilos brillantes de color blanco perlado y plateado que asemejaba las redes de telarañas, sus ojos cafés estaban fijos en su nuevo esposo, aquel brasileño que le había robado el corazón y quien sostenía su cintura mientras bailaban y daban giros antes la música lenta. Ambos pares de ojos cafés se miraban como si nadie más existiera en aquella recepción de la boda y las sonrisas cómplices que se daban era un indicio que la noche era joven apenas para ellos; y es que lo era.

Esta era el nuevo inicio de una vida juntos.

Vegetta no pudo evitar mirarlos fijamente mientras estaba apoyado en una esquina de aquella recepción, buscándose evitar estar aturdido por la cantidad de voces en diferentes idiomas que quedaban en segundo plano por la música. Estaba ya un poquito ebrio, pero no lo suficiente para perder el control, llevó a sus labios aquella copa de vino que bebía mientras que sus ojos amatistas se fijaban en lo feliz que estaba su hijo. Él estaba feliz por su hijo, él estaba tan orgulloso de él, su Roier se veía tan vivo y contento mientras estaba con Cellbit y él se sentía agradecido por poder verlo así, aunque tenga su propio pensamiento de que Roier todavía era demasiado joven para casarse.

Pero él también lo fue una vez;
Una vez en una vida pasada donde unió su vida con su mejor amigo de boina y compañero de aventuras.

Lo fue otra vez cuando era un poco más orgulloso e inexperto y se había enamorado de un hermoso chico híbrido de oso... Quien lo dejó en el altar.

Lo fue en esta vida, donde pensó que por fin podría casarse con una persona sin que lo abandonaran... Pensó mal, ni siquiera fue que esta persona, aquel hombre de lacios cabellos naranjas, solo lo dejó en el altar... No. En esta vida, en su día de bodas, había sido difamando, burlado, traicionado y abandonado. Todo en menos de dos horas.

De verdad todo aquel día rezó hasta el más mínimo Dios que existiera en este mundo, que su hijo mayor no hubiera heredado su suerte en sus bodas y afortunadamente no fue así; Ahora, solo podía pedir que la vida de tanto su hijo como su ahora yerno fuera tranquila y muy feliz para ambos.

—Heeeey, Vegitta~—Aquella voz con aquel acento lo distrajo de sus pensamientos, los ojos amatistas se despegaron de su hijo y miraron al lado derecho, encontrándose primero con una camisa blanca con los botones cercanos al cuello desabrochados y luego de manera casi instantánea, miró hacia arriba para encontrarse con Foolish. Él le sonrió levemente como saludo.

—Foolish, mai boy, are you having fun?—Preguntó con un tono de voz algo alto, debido a su pequeño estado de ebriedad y por la música. El semidiós frente a él no estaba mejor que él, podía verlo. Desde donde estaba podía oler el aroma a alcohol que se cargaba, las mejillas oscurecidas y aquel destello traviesos en sus ojos.

No podía negarlo, el día de hoy Foolish estaba deslumbrante, literalmente parecía brillar con el traje que cargaba hoy y su hermosa sonrisa; Tenía sus cabellos rubios dorados peinados hacia atrás, en su oreja había un pendiente hecho con piedras finas, esmeraldas y amatistas y el traje... Dios mío, el traje le quedaba perfecto, el chaleco morado que tenía asentaba las zonas que debía asentar y lo hacía lucir muy elegante a pesar de aquellos botones desabrochados de la camisa blanca. Era inevitable no comérselo con la mirada, si de por sí, Foolish era demasiado guapo, esta noche parecía un dios de lo divino que estaba.

Amar otra vez || Fooligetta   Donde viven las historias. Descúbrelo ahora