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— Está bien, Boten. — Dijo Sanzu, en voz alta, sosteniendo una botella de cerveza vacía. — El juego funciona así. Hago girar la botella de mierda y a quien señale debe cumplir la tarea. ¿Entendido?

Los Alfas se miraron unos a los otros, seguramente deseando que la maldita botella explotara antes de señalarlos.

— ¿Y si no tengo una puta idea de cómo se hace? — Preguntó Kokonoi, escondiendo muy bien su nerviosismo detrás de sus brazos cruzados.

— Esa es una buena pregunta. Creo que Mikey tendría que cortar tu cabeza si eso sucede. — Sanzu sonrió, alzó las cejas e hizo girar la botella rápidamente. — Si alguno de ustedes, ineptos hijos de puta se atreve a cometer un error...

Justo antes de que terminara de hablar, la botella dejó de girar, y un silencio lleno de tensión hizo callar sus bocas.

La botella señaló a Ran.

— Oh hermano, mierda... ¿qué puedo decir? Estás jodido. — Se burló Rindou. Estaba tentado a carcajearse aún más fuerte pero hizo silencio cuando los ojos furiosos de su hermano lo fulminaron.

Ran, con los puños bien cerrados, no dijo ninguna palabra además de una suave maldición.

— Espera, ¿dónde está la maldita bolsa con las cosas? — Esta vez Sanzu interrumpió. Se metió a la camioneta y buscó alrededor como loco, pero no logró divisar nada. — Se supone que la tenías contigo Rindou, ¿dónde la dejaste?

— ¡Ahg! La dejé sobre la mesa. – Se quejó.

— ¿Y como mierda le voy a cambiar el pañal sin las cosas? — Ran dijo.

Sanzu miró con disgusto la cara de Rindou, y se preguntó, no por primera ni por última vez, por qué había accedido a hacer esto. A cuidar al bebé de Mikey, de todas las cosas. Era la tarea más complicada que le había encomendado, y Sanzu fue enviado a Moscú a deshacerse de varios individuos hace un par de meses.

Mikey nunca le ha pedido nada a Sanzu que no esté seguro de que pueda cumplir. Su confianza recae sobre un adicto que siempre hará lo que ordene. Una lealtad demente. Sanzu no pudo evitar suspirar. No iba a decepcionar a su Rey y tampoco iba a dejar que el grupo de idiotas que lo acompañaba lo hiciera también.

— Estamos frente a un puto centro comercial, piensen en algo. Llamaré a Mikey para avisar que nos demoraremos por el tráfico. – Sanzu les regaló una expresión de molestia y se giró para hacer una llamada en cuanto a la que llamaba "bola de ineptos" asintió y se dispersó sobre el estacionamiento.

Ran tuvo que tomar al pequeño Tarō y ponerlo sobre un cochesito para avanzar más seguro, jamás se perdonaría si dejaba caer al cachorro. Mikey no lo dejaría descansar incluso después de su muerte.
Para su desgracia, Tarō comenzó a llorar en cuanto entraron al centro comercial, y no es que Ran pudiera culparlo, seguramente se sentía incómodo sentado sobre un pañal sucio. El único problema con esto era que no tenía ni idea de qué hacer con un niño que gritaba. Entonces, con gran convicción, Ran tomó cuidadosamente a Tarō en sus brazos e hizo todo lo posible por murmurar con dulzura. Ran no tenía una personalidad naturalmente tranquilizadora; no era un Omega, así que fue todo un desastre. Una cantidad catastrófica de desesperación se había acumulado en sus hombros en tan solo unos minutos. Ahora, no tenía ni la más mínima idea de qué hacer. Sus ojos buscaron una solución alrededor de las tiendas ¿juguetes? Ran negó, lo que menos necesitaba era perder más su tiempo distrayendo al cachorro. Cuando sus ojos se posaron sobre la librería que tenía enfrente, no pudo evitar mirar al muchacho detrás de la vitrina, estaba ordenando un par de libros sobre el estante y por su aspecto Ran estaba seguro de que era un Omega. La piel pálida y suave, grandes ojos azules y figura pequeña. Ran no pudo estar más agradecido con el Señor.

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⏰ Última actualización: Aug 04 ⏰

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