i can't get no satisfaction

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La madre de Harry seguramente estaría furiosa.

Aquella no era  la primera vez que tomaba esa clase de decisiones impulsivas, pero ya estaba en el límite. Anne era una beta amorosa y comprensiva,  hasta cierto punto. Toleraba que su hijo  fuera uno de esos omegas contemporáneos de la década de los 70 con ideas revolucionarias pese a que sus amigas  pasaran criticandolo a él y a su forma de crianza.

Era como ¿Ella qué podía decir? En su juventud tampoco fue el ejemplo a seguir, y según su lógica, no quería ser una hipócrita que le impidiera vivir su vida solamente por su casta. Pues un beta o un alfa podían comportarse como viniera en gana sin ser juzgados.

Sin embargo, algunas noches atrás ya le había dejado muy en claro que no tenía el permiso de ir al concierto después de que su tía, India, cancelara su ida de último momento debido a asuntos en su trabajo. Ella era un par de años mayor, tenía la plena confianza de su madre y sabía moverse de mejor manera en su ciudad natal donde creció junto a su padre Des. Fue la que difícilmente había conseguido las entradas al show ¿desaprovechar la oportunidad? Nunca

Los Rolling Stones eran su banda favorita solo en segundo lugar después de Fleetwood Mac. Jamás pudo haberse resistido al encanto de Mick Jagger sobre los escenarios o la pasión en cada uno de sus álbumes desde la primera vez que les descubrió cuando era un crío de secundaria a punto de entrar a la preparatoria.

Por lo que Harry realmente no lo meditó dos veces antes de dejar una nota pegada al refrigerador donde explicaba su ausencia del fin de semana y el porqué el viejo auto de su padre no se encontraba en la cochera. Es decir, ¿qué podría hacerle una vez fuera? Estaba seguro de que no iría tras él desde Cheshire hasta Glasgow en su bicicleta y traerlo de las orejas. A sus cortos 20 años el omega había experimentado de muchas maneras.

Asistir a un concierto como aquel solo sería una de tantas.

Fue un viaje de cuatro horas de camino que le parecieron eternas cuando el evento inciaría en apenas unas dos y todavía estaba luchando con el desgastado mapa de Inglaterra que su padre siempre guardaba en la guantera. Apenas y tenía una mínima idea de cómo realmente utilizarlo, pero al menos estaba aliviado de que de alguna forma supo seguir la carretera correcta, pues estaba seguro de que  los letreros azules de "Bienvenidos a Glasgow" no mentían.

Casi pudo soltar una risa histérica de nervios porque de hecho lo había logrado. ¡Había logrado conducir desde su casa hasta la ciudad donde los Rolling Stones se presentarían! Estaban respirando el mismo aire, y pronto ocuparía el mismo espacio apretujado para verles.

Pudo ser un sueño hecho realidad. En realidad lo era.

Una vez en su destino, el centro de la ciudad le era poco familiar. Recordaba muy pocas veces haber estado ahí de vacaciones o de viajes familiares, aunque estar ahí tampoco era completamente ajeno.
Harry siempre creyó que la familia eran asuntos complicados.

Así que se tragó aquel malestar en el paladar y terminó de dar los últimos retoques a la diamantina para ojos que colocó sobre sus párpados. Llevaba un par de vaqueros acampanados, sus botas brillantes y esta vez fue lo suficientemente valiente para usar la playera de la banda estelar de la noche, a la que le había recortado un gran trozo de tela, dejándola hasta por encima de su ombligo.

El tatuaje de la mariposa que adornaba su torso era levemente visible si es que alzaba los brazos. Aún  era un gran secreto para su madre, llevaba nada menos que unos meses con él y se creyó lo bastante inteligente para esconderlo todo el tiempo que pasaba en casa. Usar suéteres, jerseys largos y evitar ir a la playa con ella era la fórmula perfecta.

A Harry verdaderamente no le importaba la tinta sobre su piel pero a la sociedad parecía hacerlo. Los omegas siempre serían juzgados por lo que los alfas serían alabados.

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