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Su celular vibró con el tono de mensaje preestablecido y al mirar la pantalla se encontró con un mensaje nuevo, seguido de unos 10 más de horas antes. Sonrió por el nombre del remitente.

"Hola, Ro. Ya estoy en el hospital, duerme mucho."
"Te extraño, no he bajado a desayunar aún."
"Hola de nuevo, ya desayuné."
"Que ensalada más desabrida."
"Oye, come lo que quieras, hay algunas cosas en el refri que puedes comer."
"No quemes la casa."
"Hay unas llaves en el bowl de la entrada, son tuyas, así puedes entrar y salir cuando quieras, luego hablamos de eso. La azul es la de la entrada, la roja es la de abajo, aunque siempre te pueden abrir, ya avisé para que te dejen pasar sin preguntar."
"Hay trabajo, parece que será pesado y no podré responder en horas."
"Puedes quedarte el tiempo que quieras, si quieres toma ropa mía y ven, así no das muchas vueltas."
"Debo irme ahora sí, nos vemos en la noche."

Roier sonrió por los mensajes revueltos, pero agradecía mucho poder saber de él, ahora podía preguntarle cosas si no estaban cerca y eso podía hacer sentir que la distancia era más corta. Al final eran como dos polos opuestos, viviendo entre el día y la noche, pero eso no le estaba gustando mucho, quería llegar a la misma hora o regresar juntos, poder dormir junto a él y sentir sus brazos rodeándolo.

"Tú puedes con todo, guapo.
Pero eso ya lo sabes. <3"

Fue lo único que respondió, pero no lo culpemos, apenas empieza a aprender a usar el móvil y puede ser muy seco todavía. Al menos había puesto un corazón, no sabía cómo poner emojis o stickers, pero por algo se empieza.

Desayunó un sándwich, muy básico. Pero se sorprendió cuando al abrir el refrigerador había mucha comida, además de ser de gran calidad, todo sabía muy diferente. Eran las cosas que él no compraba porque quizá desajustaba sus finanzas y aquí había muchas cosas ricas.

Se dio el tiempo para explorar toda la casa con curiosidad, entró a su estudio primero y observó todos los libros de medicina que había en los libreros. Se acuerda de cuando se la vivía en la biblioteca de la escuela para poder realizar sus tareas y sonríe de saber lo diferentes que fueron sus vidas en todo sentido.

Todo estaba exquisitamente decorado con buen gusto. No había de qué sorprenderse, en general era la persona más elegante que había conocido, lograba que hasta un estilo casual se viera bien, bastante bien. Era un hombre imponente, guapo, inteligente, diligente y altruista, además como novio era súper detallista y cogía rico, ¿qué más podía pedir?

En su cabeza la idea de ser su novio aún no se quedaba quieta, era algo irreal, muy genial para poder aceptarlo. Tenía razón con que las cosas podían ser confusas si es que seguían haciendo cosas sin ponerle un nombre y antes de tener cualquier problema lo mejor era aclarar lo que sentían. A él le gustaba mucho, ya se lo había dicho en dos ocasiones y esperaba ser correspondido también, pero es que era como intentar taparse los ojos con una tela transparente, los demás empezarían a notarlo pronto, ni siquiera se esforzaban en disimular las muestras de afecto.

Aunque, en realidad, ¿por qué tendrían qué hacerlo? ¿por qué tendrían qué privarse de la oportunidad de amarse sin pensar en lo que los demás dirían? ¿a quién le importaría eso? Era su vida y era lo único que importaba. Lo único que debía ser vigente era el amor que sentían uno por el otro y no quería ocultarlo.

Se devolvió a la sala y decidió hacerle caso, al fin y al cabo, podía bañarse ahí y tomar algo cómodo para vestirse y salir, le encantaba su colección de sudaderas, que ya había visto cuando entró al clóset la primera vez, así que tomaría una y se iría muy contento a trabajar, aunque sabía que lo extrañaría mucho.

Café con leche / SpiderbearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora