Capítulo 1

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Todavía no recuerdo exactamente a qué edad le dijeron a mis padres que era una de las pocas personas con el tipo de sangre RH Nulo. Sólo sé que fue por debajo de los diez, como a los siete u ocho años. Apenas lo habían descubierto unos 9 años atrás, creo que en 1960 o 1961, no lo recuerdo muy bien. De todas formas, eso no afectó mi infancia ni mucho menos mi adolescencia. Pero nunca imaginé que me afectaría en mi adultez, más exactamente tan cerca a los veinte años.

Mis padres me echaron de casa a los 19. Nada del otro mundo, sinceramente luego de exigirme ser el mejor de mi instituto y ser un hijo ejemplar, cuando se dieron cuenta que nunca iba a ser su "hijo perfecto" y que habían desperdiciado casi 20 años de su vida conmigo, sacarme del que fue más un campo de concentración militar en vez de un cálido hogar no fue nada sorprendente.

Así fue como terminé en decidirme a vivir con mi mejor amiga; Zai Anderson. Ella vivía en un pequeño pueblo cercano a Nueva Zelanda, Ketsville, y vendía flores como manera de mantenerse en un buen estado económico. Y esa era la vida que necesitaba; una vida simple y sin preocupaciones.

El camino para llegar estaba rodeado de árboles, podría jurar que unos parecían casi de más de 100 años de estar ahí plantados. Pero no porque sus hojas se cayeran, o que sus troncos estuvieran grises, si no porque eran grandes y altos. Tal vez me estaría equivocando, pero ese era mi parecer. De pronto, un letrero cuyo escrito decía "Bienvenidos a Ketsville" cruzó con mi vista.

- Bien, Stella, creo que éste es el lugar...- Le dije a mi yegua, que me acompañó en el viaje, de ninguna manera iba a dejarla con mis padres-. ¿Emocionada por una nueva vida, alejada de la ciudad?

Stella bufó. Yo sólo reí. En cuestión de minutos ya habíamos llegado, y todo el ambiente se sentía muy bien. Por un lado, podíamos oler el pan recién horneado de una panadería cerca. Entonces, me bajé para seguir a pie.

Nos recibió, muy amablemente, un señor de mediana edad, diría que de unos 60 o 65 años. - Bienvenido a Ketsville, jovencito.- Dijo.

- Ah, muchas gracias, señor. - Agradecí cordialmente, como fui educado a hacerlo-. ¿Sabe de casualidad dónde queda la casa de la señorita Anderson?

- Oh, ¿Zai? Claro que sí, por supuesto, sígueme. - Asintió, para luego señalarme un camino con su mano y empezar a caminar. Decidí seguirle el paso.- Este pueblo no es muy grande, ¿sabes? Entre todos nos conocemos y llevamos bien.

- Ya veo, Zai me contó algo sobre eso.

- ¿De dónde conoces a Zai, si no te molesta que pregunte...?- Agregó a la conversación, y deduje que su pausa se debió a que no sabía mi nombre.

- Tyler- Respondí-. Tyler Allen, señor.

- ¡Tyler!

- Bueno, somos amigos porque la conocí en una fiesta algo peculiar, era la encargada de la decoración y eso, así que por cosas del destino nos volvimos amigos. - Dije mientras le acariciaba el cuello a Stella.

- Bueno, sé cuidadoso, ¿eh? - Rió-. Las amistades así pueden llegar a otras cosas, y veo que traes maletas y cosas ahí atrás.

Yo solo reí ante el comentario, incómodo.

En cuestión de minutos, nos encontramos en frente de una casa de un color amarillo pastel, las ventanas abiertas, y en ellas, algunas flores. Llamamos a la puerta y de adentro se pudo escuchar un "¡Voy!" con una voz angelical. Y de ahí salió Zai, mi mejor amiga, y la única.

- ¡Tyler! - Vi como hizo una cara instantánea de felicidad al verme, y corrió a abrazarme-. Oh, ¡llegaste! Ah, gracias por mostrarle el camino, señor Philip.

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⏰ Última actualización: Sep 17 ⏰

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Golden Blood -- GuiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora