El deseo y la elección.

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La dualida del deseo,
mi propia dualidad,
termina convirtiéndose en nada.

Se convierte en polvo porque no elijo,
mi deseo o no deseo,
mi querer o no querer.

Las dos caras de la moneda que nunca fue pagada,
dejando un vacío dentro de la alcancía de los sueños.

Elegí, elegí, elegí.
¿Por qué cuesta elegir?
¿Por qué cuesta saber que se quiere,
que se anela, que se siente?

La infinita incertidumbre,
propia de un día de abril,
genera este pesar que no se puede utilizar.

La angustia de no saber que se quiere,
el surgimiento de nuevas posibilidades y
de lutos de personalidades.
El confiar en las elecciones, en las acciones y en el futuro de tu persona.

Notas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora