↳𝐎𝟏

1.9K 124 39
                                    

📍 California, Estados Unidos.
Angélica.

Parte de ser patinadora no es algo muy fácil, por lo general siempre tienes que estar constantemente en viajes, entrenamientos, conferencias, entrevistas, y eventos.

Justamente estoy en evento de caridad ya que están juntando dinero para una fundación, yo no me pude negar y acá estoy. Aguantando aplausos y regalos que tiran en la pista para que yo agarre alguno, me despedí con una sonrisa y salí de ahí lo más rápido que pude.

— Disculpa, ¿Donde se encuentran los baños públicos? —. Pregunté a una guardia de seguridad, ella me indicó un pasillo y yo agradecí.

Solamente quería ir al baño como una gran excusa para tener un momento para mí y descansar, siento que si sigo en movimiento el corazón se me va a reventar.

Abrí el grifo viendo como el agua caía de este. Metí mis manos para lavarlas y que de alguna forma me dejen de sudar.

— Aquí estás, ya sabes lo que tienes que hacer —. Me exalte en cuanto ví a mí entrenadora a través del reflejo del espejo.

Mierda.

— Lison, no quiero seguir con esas pastillas... Yo..- —. Guardé silencio cuando sacó una geringa. Por reflejo me agarré mí brazo.

— ¿Quieres ser la mejor? ¿Ganar medallas? ¿Dinero? Entonces toma las pastillas y no me obligues a ponerte una inyección —. Me dejó una pastilla roja en la mano.— estas duelen menos —.

Dicho eso me dió una botella de agua, no se iba a ir hasta que yo la ingiera.

— Por favor. —. Supliqué pero fue en vano. Suspiré con pesadez y metí la pastilla en mí boca, tomé el agua de la botella y sentí como esta pasaba por mí garganta.

— Buena chica, no te tardes que tienes que hacer conferencia de prensa —. Lison se fue dejándome sola en el baño.

Cerré el grifo que en ningún momento dejó de botar agua y apoyé mis manos en el lavado.

La puerta del baño fue abierta otra vez, pensé que era mí entrenadora pero al levantar la vista dí con la cara de un chico. Era alto, con el cabello negro, un peinado algo fuera de lo común y apariencia gotica.

— Te equivocaste, no es baño de hombres —. Fui la primera en hablar.

Él tenía sus ojos fijos en mí, se acercó y dejó un papel cerca de mí mano. Me dió una última mirada llena de frialdad y se marchó sin más.

— ¿Que le pasa? —. Me cuestione a mí misma.

Miré el papel de color rosa que estaba doblado a la mitad. Lo tomé y desdoble para leer lo siguiente.

« Quiero hablar contigo ».

Miré la puerta por la cual se había ido y después a la nota que me dejó.

— Y piensa que soy tan tonta como para ir —. Me reí para mí misma.

• • •

— ¿De qué querías hablar conmigo? —. Le pregunté una vez que lo había encontrado.

— Sígueme. —. Se levantó de su asiento y caminó hasta unos pasillos, se que es mala idea seguir a un desconocido pero tenía demasiada curiosidad.

— ¿Y bien? —. Lo incentive a que formulara alguna oración o palabra.

De la nada me agarra de los hombros y me acorrala contra una pared para luego taparme la boca con su mano derecha.

— Escúchame con atención porque no voy a repetirlo dos veces. Vendrás conmigo sin decir una sola palabra y no intentes nada estúpido o te juro por mí vida que te vas arrepentir de haber nacido, ¿comprendes? —. La forma tan frívola en la que hablaba no me daba miedo pero si me ponía nerviosa lo que podía hacer si lo contradecía.

Sacó su mano de mí boca y dió un paso hacía atrás.

— Camina y ten cuidado con lo que haces, te alcanzo en el auto —. Dicho eso me dió un empujón y comencé a caminar, a veces me frenaba gente para felicitarme o darme regalos.

Una vez que estuve fuera del evento vi a lo lejos a ese chico apoyado en el capó de su auto con una mirada de «Si te escapas te atropello cincuenta veces con un camión».

Suspiré con algo de nerviosismo y me acerqué hacía el.

— Espero que no hayas abierto tu maldita boca —. Ya negué y el asintió mientras tiraba su cigarrillo al piso.— Bien. —. Caminó hasta la puerta del auto, pero cuando vió que no lo seguía me lanzó una mirada seria.

— ¿Necesitas una invitación? —. Cuestionó con sarcasmo para después mirarme con enojo—. Muévete y sube al maldito auto —.

Pero que cambios de humor tiene, tuve la oportunidad de correr, pero ya con el temperamento que tiene no quiero arriesgarme que me haga algo.

Así que sin más subí del lado del copiloto y me puse el cinturón mientras que él encendía el auto para perdernos por las calles de California.

• • •

Una vez que llegamos no lo podía creer, era una puta mansión donde vive este chico. Empiezo a creer que es un narco.

Bajamos del auto y el encendió otro cigarrillo para después llevarlo a su boca y darle una calada.

— No digas ningún comentario estúpido, no responderé nada —. Habló con seriedad sin mirarme.

— Tranquilo, solo estoy pensando cómo irme corriendo lejos tuyo, pero arruinaría mís patines —. No sé de dónde saqué los ovarios para contestarle de esa forma.

— Vete si quieres, ¿Que te lo impide? —. No, en serio, no lo había pensado.

Que se note el sarcasmo.

— ¿Como mierda pretendes que lo haga si ni siquiera sé dónde putas estoy? ¡Me trajiste al otro lado de California! —. Exclamé enojada, pero respiré hondo para no perder la calma.

Soltó una risa corta.

— ¿Estás enojada? —. Dice mientras sigue fumando el cigarrillo, lo tira al suelo y después de eso me mira con burla y con una actitud fría que me hace sentir incómoda.

— Ay no, sabés que estoy súper tranquila con un chico que ni siquiera conozco y que de paso me trajo a su mansión como si fuera lo más normal del mundo. —. Mí voz estaba llena de sarcasmo.

Volví a mirarlo cuando encendió otro cigarrillo.

— Y deja de fumar que a este paso los pulmones te van a quedar como un carbón, no vaya a ser que te mueras ahora y yo cargue con una muerte por tu culpa —. Me senté en los escalones de las escaleras que tenía la entrada de la mansión.

— No, gracias, prefiero vivir como la puta diva que soy, y si me muero al menos mí alma podra torturarte —. Sus labios se curvan en una sonrisa sarcástica.

Puse los ojos en blanco y me crucé de brazos.

— Sos tan insoportable —.

Miré al cielo para no tener que ver su cara y golpearlo.

𝐃𝐄𝐒𝐓𝐑𝐎𝐘 | 𝐁𝐈𝐋𝐋 𝐊𝐀𝐔𝐋𝐈𝐓𝐙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora