El Llamado de Avalon

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Lena miró con asombro la carta que acababa de recibir. Estaba escrita con una elegante caligrafía y sellada con un símbolo que representaba un árbol con ramas y raíces entrelazadas. La carta parecía brillar con un resplandor mágico, y las palabras impresas en ella parecían cobrar vida ante sus ojos. Decía:

"Estimada Lena,

Te felicito de todo corazón por tu excepcional talento y tu inquebrantable pasión por la magia. Eres una de los pocos elegidos entre miles para participar en una expedición única e irrepetible a la enigmática y mística isla de Avalon, un lugar envuelto en leyendas y misterios insondables. Allí, en medio de la exuberante naturaleza y los paisajes de ensueño, tendrás la oportunidad de contemplar con tus propios ojos el árbol de la vida, la fuente primordial de toda la magia y la sabiduría que ha existido desde tiempos inmemoriales. Si aceptas este llamado, deberás presentarte mañana al amanecer en el majestuoso puerto de Liria, donde te aguardará un barco adornado con el mismo símbolo que adorna esta carta. No olvides traer contigo tu varita, símbolo de tu poder, y tu incansable curiosidad. Con gran entusiasmo y expectativa, aguardo tu llegada.

Atentamente,

El Maestro de Avalon"

Lena se quedó boquiabierta, incapaz de procesar completamente lo que acababa de leer. ¿Era aquello una broma elaborada o, en cambio, una oportunidad extraordinaria que no podía dejar pasar? Desde su infancia, siempre había soñado con viajar más allá de los límites de su pequeña aldea y explorar tierras desconocidas, descubrir nuevos horizontes y desvelar los secretos ocultos de la magia. 

Y Avalon, envuelta en un velo de misterio y enaltecida por las narraciones de los sabios, representaba el pináculo de su imaginación. Según las ancestrales leyendas transmitidas de generación en generación, la isla de Avalon permanecía oculta, protegida por un antiguo hechizo que solo se revelaba a aquellos que eran dignos y de corazón puro. Allí, entre sus majestuosos parajes, residían los venerables druidas, custodios de la magia y guardianes celosos del árbol de la vida, quienes atesoraban conocimientos ancestrales y secretos profundos de la hechicería. Una pregunta se instaló en la mente de Lena: ¿Quién sería ese misterioso Maestro que le había enviado la carta? ¿Sería uno de los legendarios druidas de Avalon o, acaso, alguien aún más enigmático y poderoso?

Sus pensamientos giraron como remolinos en su mente, pero Lena sabía en su interior que no podía permitirse dejar pasar una oportunidad tan extraordinaria. Aquel era el momento en el que sus deseos más profundos y sus sueños más anhelados se encontraban al alcance de su mano. Con decisión, Lena tomó la valiente determinación de aceptar la invitación y comenzó a preparar su equipaje, eligiendo sabiamente cada objeto que la acompañaría en su aventura hacia lo desconocido.

Al día siguiente, con el corazón palpitante de emoción, se encaminó hacia el puerto de Liria, cuyas callejuelas estaban envueltas en una suave bruma matutina. Al llegar, fue recibida por la imagen imponente de un barco que se mecía suavemente en las aguas cristalinas del puerto. Pero para su sorpresa, Lena no era la única invitada a embarcar en esa travesía mágica. Allí, en compañía del enigmático navío, se encontraban otros cuatro jóvenes, cada uno con una carta similar en la mano y una mirada que reflejaba una mezcla de emoción y nerviosismo. Sin perder tiempo, Lena se presentó y, con voz amigable, preguntó por sus nombres.

"Yo soy Leo, un mago especializado en el dominio del fuego", se presentó un chico pelirrojo con pecas salpicadas en sus mejillas y unos penetrantes ojos verdes que destellaban chispeantes llamas.

"Soy Maya, una maga de agua. Mi conexión con este elemento es mi mayor tesoro", se presentó una chica morena de ojos azules, con una cola de caballo que ondeaba ligeramente con la brisa marina.

"Kai, a tu servicio. Soy un mago del viento y me considero un espíritu libre y aventurero", dijo un chico rubio con ojos grises, mientras se ajustaba su bufanda que danzaba al compás de la brisa marina.

"Zara aquí. Me dedico a la magia de la tierra, y siempre he sentido una conexión profunda con la naturaleza y sus secretos", se presentó una chica pelirroja con ojos marrones, cuyo sombrero de paja parecía encajar a la perfección con su espíritu terrenal.

Lena los observó a todos con curiosidad y una chispa de empatía. En ese instante, supo que, a pesar de sus diferencias y peculiaridades, compartían un vínculo especial: todos ellos eran magos novatos, hambrientos por aprender y dispuestos a sumergirse en una aventura inolvidable.

El barco, como si conociera el latir de sus corazones inquietos, zarpó en un silencio reverencial, adentrándose en las aguas cristalinas que parecían extenderse hacia lo desconocido. Los cinco jóvenes se reunieron en la cubierta, encontrando un espacio cómodo donde se sentaron uno junto al otro. Allí, bajo el cielo despejado y en medio del océano infinito, entablaron una charla amigable, compartiendo sus sueños, sus vidas y las expectativas que anidaban en sus corazones en relación a Avalon. Mientras se conocían mutuamente, una conexión especial empezó a florecer entre ellos, un lazo de amistad y camaradería que sabían que sería fundamental en los desafíos que les aguardaban en la isla mágica.

Mientras tanto, en la intimidad de su camarote, el Maestro observaba 

El Destino de los Cinco MagosWhere stories live. Discover now