El renacer de una rosa.
La oscuridad que había envuelto a Mahidevran se desvanecía lentamente, llevándose consigo el profundo dolor que había marcado sus últimos días. Al abrir los ojos, se encontró en unos aposentos iluminados por una luz suave y dorada que acariciaba las paredes talladas con intrincados motivos florales.
El lugar era vasto y opulento, con muebles de madera oscura adornados con lujosas telas de seda que brillaban bajo la luz. El aire estaba impregnado de un aroma familiar, una mezcla de rosas y especias que la transportó a momentos de su juventud olvidados. Sin embargo, los aposentos eran un mundo completamente diferente de la humilde habitación que había conocido en sus últimos años.
Confundida, Mahidevran se pasó la mano por la cara, sintiendo la suavidad de su piel, un tacto que no había experimentado en décadas. Sin arrugas, sin marcas del tiempo. Con un leve temblor, miró sus manos, que eran tan delicadas y hermosas como las de una joven de veinte años. La preocupación comenzó a asomarse en su pecho, un eco de incredulidad resonando en su mente.
Se levantó de la cama, y las sábanas de seda se deslizaron por su cuerpo como un susurro. Sus pies descalzos tocaron el frío del suelo de mármol, haciéndola sentir más viva que nunca. Se acercó a un espejo de cuerpo completo, tallado en madera con piedras preciosas que brillaban como estrellas atrapadas en la tierra.
Al mirar su reflejo, la imagen que la miraba no era la de la anciana que había sido, sino la de una mujer joven, con el cabello castaño oscuro y brillante que caía en suaves ondas por sus hombros. Pero ¿Cómo era posible? La Mahidevran de ochenta años había desaparecido, y en su lugar, una joven radiante y muy hermosa.
El asombro se transformó en confusión. Estaba segura de que había muerto ¿Cómo podía estar viva, y más aún, rejuvenecida? La incertidumbre se apoderó de su mente cuando, de repente, unos golpes en la puerta la sacaron de su meditación.
La puerta se abrió lentamente y entró Gülsah Hatun, su dama de compañía, quien había sido un pilar de apoyo en su vida a pesar de las traiciones que la vida había impuesto entre ellas. Gülsah hizo una elegante reverencia, su rostro iluminado por una sonrisa que parecía genuina, a pesar de los años pasados y las lealtades desgastadas.
- Mi señora. - dijo Gülsah con voz suave, dejando caer la reverencia. - Me alegra ver que ha despertado.
Mahidevran sintió una mezcla de emociones al ver a su antigua amiga. La familiaridad de su presencia era un bálsamo, pero también la recordaba como la leal servidora de Hürrem, la mujer que había sido su rival. Sin embargo, en ese momento, el pasado parecía distante, como un eco que se desvanecía en el aire.
- ¿Gülsah? - preguntó Mahidevran con voz temblorosa.
Gülsah Hatun dio un paso rápido hacia ella, su expresión de preocupación reflejando la inquietud que sentía en su interior. Con un gesto suave, tomó las manos de Mahidevran entre las suyas.
- Se ve muy pálida. - dijo Gülsah, sus ojos oscuros llenos de preocupación. - ¿Se encuentra bien?
Mahidevran sintió el calor de la mano de Gülsah, un contacto familiar que le devolvió algo de la calma que había perdido. Sin embargo, la inquietud en el rostro de su dama de compañía despertó en ella una nueva ola de confusión.
- ¿Desea que busque a la doctora? Puedo pedirle un té para que se relaje. - ofreció Gülsah Hatun amablemente.
Mahidevran negó con la cabeza, soltando las manos de su dama de compañía para darse la vuelta y pasar su mano por su cuello, sintiendo las joyas que alguna vez había portado con orgullo.
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El Jardín de las Espinas {En Proceso}
FanficEn el jardín del poder, donde cada rosa esconde una espina mortal, Mahidevran Sultan se enfrenta a su destino. Tras la muerte, un torbellino la arroja al pasado, a un laberinto de intrigas palaciegas. Para proteger a su hijo Mustafa, deberá sortear...