Parte única

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El crepúsculo comenzaba a mostrarse sobre la ciudad de Osaka, Japón. Las calles se empiezan a transitar cada vez más, y con ello se hace complicado distinguir a cada persona de entre la multitud; en la cual, se encuentra un hombre muy peculiar. Un hombre de 48 años de edad que, con una gran emoción y seguridad, estaba frente a un onmyouji (sacerdote o exorcista especializado en Yokai's o espíritus japoneses), el cual le estaba por dar algo que él deseaba desde hacía mucho, unos talismanes que, según prometía el sacerdote, le permitiría viajar al Hyakki Yako o desfile de los 100 demonios. Pues, según las leyendas, durante este evento, 100 espíritus saldrían de su escondrijo al mundo humano en un gigantesco desfile por todas las calles de Japón.

—¿Estás seguro de lo que vas a hacer? Los Yokai's ahí son muy engañosos, no
puedes fiarte del todo de ellos. —cuestionó el sacerdote con muchas dudas, este hombre
frente a él era le primero en décadas que le pedía ayuda para ir a ese desfile.

—Si, estoy seguro. En serio, necesito hacer esto. —contestó con seguridad.

—Bien, entonces solo recuerda, mi talismán de protección hará que no puedas ver ni interactuar con Yokai's malignos. Sólo no hagas tratos con ellos, no son como nosotros, no conocen el concepto del honor. —recordó el sacerdote, pues eran incontables las leyendas de Yokai's perjudicando humanos que trataban de ayudar.

 —Y no olvides, si te quedas hasta el amanecer, tú mismo te convertirás en uno de ellos, y jamás podrás regresar— Y con eso dicho, le entregó los talismanes, a cambio de un monto grande, por
supuesto. 

Ya con los talismanes en la mano, se dirigió a la salida del recinto. Así que ahora se dirigía a su hogar en Shinkitajima. Con entusiasmo apenas contenido, el hombre entró a su casa, azotando la puerta tras de sí, un acto nada raro en él desde hace un par de semanas. Fue a su cocina por un poco de sake, prendió un incienso y se dispuso a descansar un par de horas hasta la media noche, momento en que debía salir de su casa con los talismanes atados a la mano.

El hombre cayó dormido después de un par de tragos, y con eso, las horas pasaron rápido. Finalmente, la alarma de su teléfono sonó a las 11:55, momento en que despertó de un salto, exaltado por el intenso ruido y su notable emoción y nerviosismo por lo que estaba por hacer. Había llegado la hora, se puso los zapatos de nuevo y, antes de abrir la puerta, tomo un leve respiro, por un momento dudó de lo que estaba por hacer; sin embargo, la decisión ya había sido tomada: él iría a ese desfile, era su última esperanza de ver a su hijo. Con seguridad recuperada, abrió la puerta de su casa con desespero, pero solo podía ver mismas calles oscuras que antes, revisó que tuviera sus talismanes colgando de su mano, tal y como se lo habían indicado horas antes. Todo estaba donde debería, pero no veía nada diferente, así que trató de avanzar hacia la carretera, pero vio un par de autos pasando esporádicamente. 

—Tanto esfuerzo para nada —se reclamó a sí mismo en sus pensamientos, pues parecía que, a pesar de realizar al pie de la letra todas las instrucciones que le habían dicho, no iba a funcionar. Sin embargo, el sentimiento le duró poco tiempo, pues al girar la mirada a su costado no pudo evitar soltar un grito por el miedo y la sorpresa, pues había un hombrecillo que, por la estatura parecería un niño, de no ser por la piel verdosa pálida y la ausencia de un segundo ojo. Era un Hitotsume Kozo, un duendecillo con ropajes de monje budista.

El hombre trató de retroceder de primeras, si bien él ya esperaba encontrarse con Yokai's al salir de casa, el verlo frente a él era mucho más aterrador de lo que creía. No obstante, tenía que dejar de lado ese miedo, no podía dejarse llevar por el miedo e irse de ahí, no sin cumplir su objetivo ahí dentro. Por lo que, con confianza fingida, se acercó al Yokai a pedirle ayuda. Después de todo, el onmyouji le dijo que con su talismán de protección solo iba a interactuar con espíritus y criaturas benignas, así que tal vez este le podría ayudar. —Eh... Disculpe — le llamó con miedo, logrando su cometido —, ¿Podría ayudarme a buscar a alguien?, es mi... —Fue interrumpido por la risilla del Yokai, el cual, con gran velocidad, saltó hacía el hombre quitándole el talismán de protección de la mano en un movimiento, para luego salir corriendo por la ahora vacía carretera. 

Un largo desfile [One - shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora