Despertar

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Algo rojo se asomaba entre la nieve, vestida completamente de blanco, solo se distinguía su cabello rojo fuego de entre la nieve. No había nada, ni nadie a su al rededor solo un blanco y nubloso paisaje. Parecía inconsciente o muerta. Seguramente por el golpe de su cabeza, pues tenía la frente ensangrentada o por el frío, pues su ropa era ligera, como si se hubiera ido a dormir en una suave y cálida cama y cayera en un helado bosque. Había un silencio casi absoluto, a penas se escuchaban unas aves a lo lejos, tan lejos que no podías distinguir si eran gorriones o cuervos. Estaba anocheciendo lo que significaría que haría más frío y habrían más peligros. Sus dedos pálidos empezaron a moverse lentamente como si tocara un piano, tal vez tocaba piano y por eso la perfección, delicadeza y sincronía de los movimientos. Sus párpados comienzan a abrirse dejando ver unos penetrantes ojos grises. Con una mueca de dolor lleva su mano a su frente y siente varias cortaduras, sangre seca y un poco aún húmeda. Heridas posicionadas en el lado izquierdo de su rostro, dificultándole la vista. Lucha por incorporarse y luego de varios intentos de agonizante dolor pudo comenzar a caminar. Su abuelo le decía que la izquierda siempre daba suerte. Así que inconscientemente comenzó a caminar a esa dirección. Arrastrando las piernas y tropezando cada pocos pasos. Los pies le dolían, pues estaba descalza, caminando sobre piedras y nieve. Había pasado ya un buen rato cuando se empieza a escuchar un galopeo, comenzó a caminar lo más ligero que sus débiles piernas le permitían, cayendo e incorporándose varias veces en el proceso. Continuó así hasta que a la distancia vio una pequeño aro luz y se incremento del sonido, era un carruaje. Una duda en ella nació, ¿debía pedir ayuda a las personas del carruaje o esconderse y caminar a la civilización más cercana? No sabía si eran ladrones o buenos samaritanos quienes dentro del carruaje estaban. Escogió la segunda aunque no sabía donde estaba y mucho menos si habría un pueblo o ciudad cerca. Se escondió detrás de uno de los árboles y observó el carruaje pasar. Un carruaje de madera opaca con lona blanca algo desgastada. Este era jalado por dos caballos uno negro con una luna en la frente color blanca y otro blanco con un corazón negro en el lomo bajo, como el Ying y el Yang. Detrás y al frente del carruaje iban un caballo y un hombre. El primero pasó sin verla. El carruaje ni miraba a los lados, pero el de atrás, él vio un brillo a la lejanía y se detuvo. Bajo del caballo marrón y blanco y se acercó a donde ella estaba. Ella intentó esconderse adentrándose un poco al bosque, pero tropezó con una raíz al correr. La luna iluminaba entre los árboles dejando ver cómo se aproximaba un hombre de cabello castaño oscuro, de facciones marcadas y ojos azules. Lo primero que vio con claridad fue su mano estrechada para ayudarla a pararse, con una camiseta de manga y seda blanca y anillos color plata. La ayuda a incorporarse.
—¿estás bien?— pregunto preocupado el chico
—De la caída estoy bien— responde aturdida
—Tienes mucha sangre, no luce bien ¿Vives cerca?
—Astaroth ¿necesitas ayuda?— preguntan una voz masculina a la distancia, probablemente de alguien aún en el carruaje o caballo
—Todo en orden Draven— responde Astaroth
—No, no lo se. La verdad es que no lo recuerdo, no recuerdo casi nada en realidad— responde la chica
—¿Al menos recuerdas tu nombre?— pregunta Astaroth, pero ella niega con la cabeza— Si quieres puedes acompañarnos a nuestro campamento, allí te ayudarán
Ella asiente y él le ayuda a salir del bosque. Antes de él ayudarla a montarse en el caballo, abre uno de los dos bolsos que cargaba su caballo y le dio una sudadera.
—¿Vendrá con nosotros? ¿No es una...?— pregunta Draven, pero Astaroth le interrumpe
— La joven perdió la memoria y está herida, ira con nosotros— decreta Astaroth

El misterio de la cicatrizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora